En muchas ocasiones los gobernantes se rodean de adulantes que los llevan, con sus zalemas, a alejarse tanto de la realidad que cometen los desatinos más inimaginables. Cuando Maduro, en medio de una terrible crisis sin precedentes en la historia de Venezuela, en vez de abrir los caminos del diálogo accediendo a las peticiones más elementales que le ha formulado la oposición, cuando la calle está al rojo vivo debido al incremento de la protesta popular por sus desaciertos económicos y políticos, hete aquí que lanza, más bien, un bidón de gasolina al fuego encendido para avivarlo.

En efecto, el Presidente de la República, en vez de abrir los caminos democráticos de la consulta popular para resolver la crisis, convoca –sin potestad para ello y saltándose a la torera todas las previsiones constitucionales– una Asamblea Nacional Constituyente corporativa, sectaria y grupal que más bien parece la convocatoria a un Congreso del alicaído partido socialista unido de Venezuela.

Cuando uno ve estos desatinos de un gobernante que se aleja de la realidad a un extremo como el alcanzado por Nicolás Maduro, le viene a la mente uno de los pasajes más lamentables de la historia de Francia. Ciertamente, algo similar le aconteció a la famosísima Reina María Antonieta consorte del Rey Luis XVI, cuando comenzó en ese gran país, precisamente, un proceso constituyente que acabó con la monarquía para dar paso a la Revolución más importante de la historia.

Cuenta la leyenda que a pocos días de la revolución, María Antonieta es interpelada en forma urgente por uno de sus asesores (un Escarrá cualquiera), quien en forma desesperada le dice: “Su Majestad, el pueblo grita: queremos pan, queremos pan, se está poniendo violento, descontrolado y no sé qué decirles”. María Antonieta, totalmente ida de la realidad –por culpa de sus adláteres– contesta: “Dile al pueblo, pueblo mío que a falta de pan, buenas son las tortas” ya que María Antonieta no entendía con esta frase que el pueblo se estaba muriendo de hambre, sino que en su concepto, enajenado de la realidad de la sociedad donde vivía, pensaba que no necesitaban comer para sobrevivir, sino un consejo para adornar una mesa de comida. Esa respuesta la interpretó el pueblo francés como un agravio tan relevante que días después ese pueblo se levantó y terminó por decapitar, primero a su marido y luego a ella misma.  

El relato de la triste historia de la bella austríaca, viene a cuento cuando observamos el desatino del Decreto de Maduro, convocando una Asamblea Nacional Constituyente sin consultarle al pueblo que es el depositario de la soberanía y es quien debe determinar si convoca o no una Asamblea para cambiar su Carta fundamental de ciudadanía. Tal como lo prevén con claridad meridiana los artículos 347 y 348 constitucional. El Presidente, así como la Asamblea Nacional, los Alcaldes y el 15% de los electores solo tienen la capacidad de la iniciativa, más no la de convocar que solo puede hacerlo el pueblo a través de un Referendo Consultivo. Además los artículos 2, 62 y 63 ejusdem, también echan por tierra la pretensa convocatoria a una Asamblea corporativa semejante a las de Hitler o Mussolini, al consagrar el derecho del pueblo a ser consultado de manera libre, universal, directa y secreta a través del sufragio y no por sectores seleccionados caprichosamente.

Estas son conquistas alcanzadas por el pueblo venezolano en años de luchas contra las dictaduras. Para Acción Democrática es un tema de la mayor importancia, porque fuimos quienes en el año 1946, hace 71 años, le entregamos por vez primera al pueblo su soberanía para que la ejerciera mediante el sufragio libre, universal, directo y secreto en la Constituyente que dio origen a la Constitución de 1947, la primera Carta democrática de Venezuela y uno de las primeras del hemisferio. Por ello jamás permitiremos una regresión apocalíptica de estas dimensiones.

El pueblo venezolano será el que dirá si tendremos o no una nueva Constitución cuando se le consulte. Por cierto, en esa misma consulta le deberíamos preguntar a nuestro pueblo si prefiere una Constituyente que le dé letra o un nuevo gobierno que le dé pan. 

Seguramente, cuando le pregunten a Maduro si no le va a consultar al pueblo sobre el destino de su hambre y carestía, responderá: “¿Para qué va a querer pan si ya le di la torta de esta Constituyente para que se alimente? Ay Maduro, regresa a la realidad que tú no eres un monarca Capeto… creo.

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