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«Ni siquiera el hábito de ver destruirse cosas de forma violenta, derrumbarse mundos enteros en guerras y catástrofes, que ayuda mucho, endurece lo suficiente. Vacuna, quizá, frente a la sorpresa y permite mirarlo con lucidez más o menos serena, pero el dolor de la pérdida, o las continuas pérdidas, sigue siendo intenso»

Cantina Salón Madrid, Arturo Pérez Reverte

Terminó el mes de abril y las violaciones de la propiedad privada se han profundizado. En un régimen totalitario la violación de la propiedad privada no implica solo una afectación económica sino también una afectación de la persona de tal modo que no estaremos frente a un ciudadano capaz de defender sus derechos y libertades sino frente a un esclavo, ya sin alma, sometido al poder.

En este sentido, el pasado 23 de abril la Alcaldía del Municipio Libertador notificó a 19 comercios que serían “expropiados” (en realidad expoliados, es decir, despojados de la propiedad sin las debidas garantías constitucionales) para establecer una zona especial para el desarrollo social, económico, turístico y cultural.

Aunque se producirá un evidente daño económico, deseo enfocar mi atención en otro daño igualmente irreversible y que por lo general no es destacado. En una de las notas que informa de esta noticia se reseña lo siguiente:

«Para Elías Abideme, que le ordenaran desalojar el local donde queda la piñatería que fundó su papá en 1981, fue como que intentaran borrar 36 años de su vida. “Yo crecí en los alrededores, estudié cerca, tuve mis primeras experiencias por estas cuadras y empecé a trabajar en este lugar cuando asumí la dirección del negocio de mi familia desde 1994”, dijo el comerciante de 43 añosš…»

«Entre los afectados se encuentran los dueños de la Sombrerería Tudela, que tiene más de 80 años frente a la casa natal del Libertador…»

Con relación al proyecto municipal por el cual se produce la expoliación, uno de los afectados señaló: «Si iban a hacer esa zona, ¿por qué no nos incluyeron a nosotros que tenemos décadas aquí?′, se pregunta Lisandro Jiménez, el dueño de una de las piñaterías que debe cerrar permanentemente sus puertas, quien es la tercera generación de comerciantes que laboran en el sector.»

No soy una de las directamente afectadas y siento cada una de las palabras de los comerciantes. Conozco esos locales porque caminé esas calles de niña con mi papá, quien tenía su oficina, a unas pocas cuadras de ahí, en el edificio Ambos Mundos. Esas calles y locales son recuerdos de mi infancia, de mis paseos con mi papá y mi hermana. Así como yo tengo estos recuerdos, miles de caraqueños también los tendrán.

Esos locales, así como el famoso edificio La Francia que hace algunos años sufrió el mismo destino y hoy se encuentra subutilizado, forman parte de nuestra memoria como caraqueños; son parte de la fisonomía de la ciudad; son patrimonio cultural; en suma, no son solo edificios sino que son parte de nosotros.

Pero una vez que esos locales cierren e inevitablemente cambie con ello parte de la cara de Caracas, nos estarán quitando parte de nosotros, de nuestros recuerdos, de nuestra historia, de lo que nos forma como ciudadanos y como personas. Las generaciones futuras no tendrán estos recuerdos y difícilmente tendrán otros de igual valor que nutran su alma.

Cuando esto último ocurra cada vez estaremos más cerca de dejar de ser ciudadanos capaces de adversar –porque ya no es solo resistir– un régimen totalitario como el actual y nos acercaremos más a la condición de esclavos que sostendrán este régimen totalitario.

Desde sus realidades, Friedrich A. Hayek y Hans Hermann Hoppe reseñan en Camino de servidumbre y en A theory of socialism and capitalism cómo la violación de la propiedad privada genera inevitablemente un impacto en la sociedad y en los individuos, un impacto más allá de lo económico, que al fin y al cabo es un objetivo de los regímenes totalitarios.

El día de mañana cuando esta tragedia pase y nos ocupemos de restituir el Estado de Derecho, hagamos inventario de las violaciones de la propiedad privada, tomemos las medidas necesarias para restituir los activos expoliados, definitivamente también tendremos que tomar con igual entereza e importancia las medidas necesarias para restituir nuestra ciudadanía.


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