(Este artículo está dedicado a nuestra recordada amiga Rayna Petkoff, QEPD)

En julio de 2010 salió a la calle un nuevo libro de Teodoro Petkoff: El chavismo como problema. En ese trabajo, el célebre líder político y escritor hizo un apasionado análisis del régimen de Hugo Chávez Frías, en todos sus órdenes, y también una crítica demoledora a la actuación de la oposición en el lapso que va desde la relegitimación de todos los poderes (en el año 2000) hasta el momento en que ella decide no participar en las elecciones a la Asamblea Nacional (2005).

En resumen apretado, Teodoro nos recuerda que al aprobarse la Constitución, en diciembre de 1999, fueron “relegitimados” todos los poderes en 2000. La correlación de las fuerzas electorales le fue enteramente favorable al régimen; fue elegido un nuevo Parlamento (Asamblea Nacional), con mayoría chavista, pero con importante presencia opositora; además, la oposición ganó 8 de las 23 gobernaciones, incluida varias de las más importantes del país, así como apreciable número de alcaldías. De modo que los opositores –resalta Petkoff– siguieron contando con fuertes puntos de apoyo institucional que habrían de ser despilfarrados en los años siguientes por el golpismo y el abstencionismo. En fin, las condiciones estaban dadas para el pulseo entre un gobierno con vocación autoritaria y autocrática y una oposición que contaba con importante andamiaje institucional para la batalla democrática; pero la fuerza opositora estaba dirigida por poderes fácticos, no por los partidos políticos, y aquellos poderes impusieron una estrategia, cuya premisa principal era que se trataba de un gobierno “totalitario”, frente al cual no quedaba otro camino que el de su derrocamiento. Esa estrategia se tradujo al final en tres tentativas golpistas: la de abril de 2002, la de octubre de ese mismo año, que culminó patéticamente en el escenario de la plaza Altamira –dándole a Chávez un certificado internacional de demócrata–, y en el golpe nonato, asociado al paro petrolero de 2002-2003. La estrategia, profundamente equivocada, desprestigió mucho a la oposición en el campo popular nacional y en el escenario internacional..

Pero los errores no se quedaron ahí. Teodoro también nos rememora que, a raíz de la denuncia de fraude que hizo la Coordinadora Democrática, después del referéndum revocatorio de agosto de 2004, ganado por Chávez, el universo opositor había sido presa de una “abstencionitis” aguda, que lo llevó a no votar en las inmediatamente subsiguientes elecciones, de tal modo que Chávez pudo conquistar, sin ningún esfuerzo electoral particular, hacia finales de 2004, 21 de 23 gobernaciones del país, así como la Alcaldía Metropolitana de Caracas, prácticamente todas las legislaturas regionales, casi 300 de las 335 alcaldías y todos los concejos municipales. La guinda de la torta se puso en 2005, como consecuencia de la decisión de los partidos de abstenerse en las elecciones parlamentarias de diciembre de aquel año, entregándolo prácticamente de gratis, y con aquél, todos los poderes derivados: Fiscalía, Contraloría, Defensoría del Pueblo y Consejo Nacional Electoral.

Lo anterior es importante tenerlo en mente con ocasión de los comicios de gobernadores que se llevarán a efecto mañana 15 de octubre.

En tal sentido, es alentador haber leído recientemente los artículos de opinión de varias figuras emblemáticas de la oposición (Oswaldo Álvarez Paz, Manuel Malaver y Gustavo Tarre Briceño), en los que reconsideran sus puntos de vista iniciales en contra de ir a votar y ahora hacen un llamado a favor del ejercicio de ese derecho. Otros, no obstante, a estas alturas todavía mantienen alta la tensión.

Con todo y eso último es harto probable que en esta ocasión conquistemos más gobernaciones que el PSUV. Pero también es posible que perdamos algunas de ellas, incluso por un margen pequeño, como consecuencia de la menor afluencia de votantes opositores molestos con la MUD. Eso, sin duda, será un duro golpe para los demócratas de esos estados que hayan apoyado a los candidatos de la Unidad, los cuales no contarán a futuro con el respectivo respaldo institucional de dichos centros de poder. En pequeño se estaría repitiendo la acción antipolítica a la que alude Petkoff en el libro arriba mencionado y, más terrible todavía, se estaría también reconociendo que al enemigo lo tenemos a nuestro lado y no frente a nosotros, lo que no es un simple matiz.

A los opositores todavía renuentes les decimos que hay que apartar, de una vez por todas, la extrema molestia que los embarga y darle entrada en el ánimo perturbado por la desesperación a lo que tiene más preminencia: la lucha que debe centrarse en la dictadura roja que está enfrente. Hay que concienciar que la oposición es multicolor, con posiciones políticas variopintas, pero unida por el ideal democrático de respeto a la mayoría, lo que es contrario a las unanimidades absolutas que son consustanciales a las dictaduras y las autocracias.

Con Gustavo Adolfo Bécquer en nuestros recuerdos, no permitamos entonces que vuelvan las oscuras golondrinas en nuestro balcón sus nidos a colgar.


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