Anhelar vivir en un ambiente civilizado tiene implicaciones éticas-filosóficas. El vocablo denota exclusión de militarismo. Si somos racionales, deberíamos propugnar la urgencia de cohabitar territorios donde los seres humanos no estemos apertrechados. La tenencia de cualquier instrumento letal sustancia la intimidación comportándola. Cierto que maravilla y persuade, ayuda proteger nuestra integridad física y  del tótem, pero nos produce una falsa sensación de seguridad.

En mi lugar de residencia y locaciones próximas, he advertido cómo (progresivamente)  aumenta la violencia ilegítima. El vandalismo reina, igual la amenaza explícita, destrucción sistemática de nuestras propiedades e irrespeto por el ser humano. Niños pre-púberes exhiben comportamientos indeseables propios de extremistas violentos, ante la mirada complaciente de sus padres, hermanos mayores y abuelos.

Antes de salir a diligenciar asuntos relacionados con mi vida ordinaria, inmediatista, me preparo psicológicamente para aceptar que mi hábitat recibirá ataques. Cuando regreso es un poco menos mi vivienda y más imagen arquetípica de un país estigmatizado por el caos, irrespeto, vandalismo e inmundicia. Los hombres nuevos que nuestras mujeres parieron bajo los efectos del terrorismo son eso que de ellos se esperaba antes de ser concebidos.

Asumo que sólo mediante la violencia legítima podemos restituir el Estado de Justicia y Derecho. Pero, para que ello suceda habrá que decapitar la cúpula del Estado tiránico venezolano: conformada por mujeres y hombres incorregibles, de mil veces probada peligrosidad. No contradigo mi propensión al pacifismo imaginándome que esos seres [carentes de empatía] deben desaparecer de nuestra sociedad. Sino matarlos, entonces trasladarnos hacia zonas selváticas e inaccesibles vía terrestre o marítima. Depositarlos en el centro del Amazonas virgen, entre fieras.

Las instituciones públicas venezolanas están insosteniblemente descompuestas, fétidas. Los más aptos tendrán la misión de refundarlas, hacerlo amparados en durísimas leyes. Somos víctimas en una guerra que nos declararon de súbito, y tenemos por obligación enfrentarla. Nuestros enemigos exhiben ventajas que son relativas, porque sus tropas no tienen ética sino exacerbado sentido de la oportunidad. Nosotros ética, inteligencia, percepción científica-humanística de la realidad. Siempre venceremos y ataremos a los malvados. Con violencia legítima.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!