Al gobierno le sobra de lo que la oposición más adolece. A lo largo de los 20 años de revolución, si en algo han jugado bien los rojos ha sido en el tablero mediático.

Comunicacionalmente han ganado muchas batallas. Independientemente de si gobiernan bien o mal, están claros en que la mejor inversión es en propaganda. Con el transcurrir del tiempo se han hecho de un emporio de medios tradicionales, cuyo logro fundamental, más allá del bombardeo ideológico, ha sido acallar las voces disidentes.

Así mismo, entendieron desde hace rato la importancia de la generación de opinión pública a través de las redes sociales, espacio desde donde se libran las batallas más viscerales. Desde allí se ensañan para extirparle a la gente sus esperanzas, generando estados colectivos de depresión, irritabilidad, negación e incredulidad ante cualquier alternativa posible para enfrentarlos.

Sin duda, han sido exitosos. Y, aunque suene contradictorio, es justo en este momento, en el que el presidente Nicolás Maduro acumula un rechazo nacional por encima de 70%, cuando han alcanzado el clímax de los beneficios de su estrategia comunicacional: alimentan a una oposición cada vez más dividida, los más férreos ataques vienen de opositores contra opositores y los líderes de los diferentes partidos y organizaciones políticas se han convertido en personajes con muy alto rechazo entre su misma gente. Es decir, consiguieron dejar de ser ellos el enemigo gracias al auspicio de una guerra a cuchillo entre el bloque opositor.

Por su parte, el lado antigobierno pareciera estar desactivado. Son tantos los problemas que ahogan a diario al venezolano y poco el ruido que ellos hacen al respecto. No es suficiente con que nos repitan como loros la realidad que todos padecemos en carne propia, hay que ir más allá. No hay estrategias conjuntas para impulsar y mantener campañas comunicacionales sistemáticas, con contenido, y que conecten con la gente y su realidad. Por el contrario, los esfuerzos se diluyen en discusiones estériles como, por ejemplo, si Maduro comió en el restaurante del chef turco, si debió o no usarse la música de Alí Primera para una actividad del Frente Amplio o juzgar a un diputado porque le dio la gana de perdonar a su verduga chavista.

La estrategia comunicacional de la oposición es tan débil como su unidad. El argumento de la falta de recursos es una excusa para tapar la escasez de ideas. Basta con chequear Twitter para darnos cuenta de la existencia de laboratorios de sectores de la oposición dedicados a atacar a la misma oposición, malgastando recursos económicos y humanos, tiempo y espacio, en darle palos a un objetivo equivocado. No terminan de entender que mientras el gobierno siga en el poder ellos no serán presidentes ni de una junta de condominio.

Siguen jugando las mismas cartas. Siguen jugando de la misma manera como si este gobierno fuera normal. Se mueven con notas de prensa y algunas declaraciones aisladas que no trascienden porque no son sistemáticos en el hacer. Cayeron en un sopor que los aleja cada vez más del ciudadano común. Están entrampados en un círculo vicioso del que no ven, o no quieren ver, más allá.

Cada cual apuesta su ficha para sí mismo, sacan sus cuentas, y actúan en consecuencia. Nunca antes ha estado más claro: el gobierno no tiene gente pero sí influencia comunicacional, mientras que la oposición la constituye la gran mayoría de venezolanos, pero no logran aglutinarse en torno a un mensaje claro y único. Cada partido trabaja de manera individual, olvidándose, o bien por omisión, o bien con intención, de dos máximas de oro: La importancia de la comunicación como estrategia fundamental en este juego político para hacerse del respaldo de las masas, y la unidad como única opción para dar la pelea. Seguir empeñados en no entenderlo y subestimar al adversario es estar condenados al fracaso.

gsocorro.wordpress.com


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