De la crisis que padecemos y de la que hablamos todos los días se expresó, en todo su esplendor, el día 7 de marzo: de pronto, pero como consecuencia de la desidia y del abandono, de la corrupción, del déficit absoluto de nación, el país, y sobre todo el Zulia desde donde se escriben quincenalmente estas notas, vivió una de las peores desgracias públicas que hemos vivido: nos quedamos sin electricidad. Durante cinco días y medio convivimos con el terrible y repugnante espectáculo de la oscuridad. Está demás decirles que en Maracaibo se sufrió más que  en cualquier parte del país, porque nadie sabe por qué esta es la tierra que es más amada por el sol lo cual puede animar a más de un poeta para decir que no hay cielo más bonito que el de esta ciudad, pero que no me lo declamen en estos días cuya temperatura llega a los 35º y sin electricidad ronda más de 40º a la sombra.

Y como suele suceder, las desgracias públicas también están hechas de una multitud de desgracias privadas. Primero, empezamos a enterarnos de familias que vivían la desdicha de que sus seres queridos fallecían en los hospitales por falta de oxígeno. Un número apreciable de personas recluidas en las UCI de hospitales públicos y privados no pudieron sobrevivir al apagón, igual suerte corrieron los sometidos a tratamientos de diálisis. Una cantidad significativa de bebés no pudo sobrevivir a la respiración asistida manualmente y murieron en los llamados retenes y UCI.

Después vinieron los saqueos. Al principio, la gente desesperada por comida e, incluso, por un vaso de agua y, sobre todo, por hielo, arremetieron contra abastos y supermercados. En medio de esta calamidad los negocios, unos por falta de efectivo y otros por avaricia y oportunismo empezaron a cobrar en dólares, de tal manera que media bolsa de hielo (más agua que hielo) costaba 10 dólares, las bombas de gasolina superaron las colas de los días del paro petrolero y las ventas de gasolina de contrabando vendían las garrafas de 5 litros a 5, 8 y hasta 10 dólares.

Finalmente, vinieron los mismos de siempre: el malandraje, en una gran cantidad de casos, protegido por la policía y la GNB, saqueó tiendas de electrodomésticos, ropa y, en fin, todo tipo de tiendas que poco tenían que ver con el hambre. El Sambil de Maracaibo fue arrasado como si por él hubiese pasado un huracán, solo un detalle: la llamada feria de la comida, con sus pizzas, perros calientes, hamburguesas, tequeños, pollo frito, etc. no fueron tocados, ni siquiera mirados, y los que justificaron el asalto por hambre se sintieron satisfechos con los televisores, neveras, aparatos de aire acondicionado, computadores y móviles de la Samsung.

Los saqueos fueron hechos con una absoluta impunidad y la nada presencia de los cuerpos de seguridad del Estado; esos que llegan rápidamente cuando alguna manifestación contra el régimen se produce, esta vez, prefirieron hacerse los locos y en muchas ocasiones dirigir los propios saqueos.

En Maracaibo, donde la suspicacia es ya una regularidad social, se dice que el mismísimo gobernador, en su helicóptero, sobrevolaba el norte de la ciudad cantando la zona a los saqueadores y que muchos de los negocios saqueados pertenecían a empresarios ligados al ex gobernador Arias Cárdenas… Bueno, eso es lo que se dice en la ciudad.

En todo caso, el resultado es el de un número impresionante de empresas y empresarios arruinados, así como cientos de empleos perdidos y la sensación de que la recuperación va a tardar meses y en algunos casos, imposible.

La repuesta oficial, la misma de siempre, aquella que señala como el responsable a su villano favorito: el imperialismo yanqui y sus socios criollos. Así tenemos, las diferentes versiones gubernamentales, que han sido dadas dando la apariencia que ni siquiera se ponen de acuerdo: desde el ataque cibernético de Jorge Rodríguez, el ataque electromagnético que vino de dos ciudades estadounidenses, comiquísima y confusa explicación dada por Nicolás Maduro: “las ondas ‘electromanéticas, disparadas de Yuston y Chicago’, dañaron el miriñaque de las turbinas y dejó sin funcionar el timbiriche del sistema eléctrico en el Guri” (fin de la explicación dada por Maduro); igualmente, es la increíble, impresionante y propia de la Guerra de las Galaxias que nos brindó el siempre locuaz ministro de la Defensa, Padrino López, quien dice que fue un terrible… rayo láser disparado desde el imperio contra las instalaciones del Guri y para resumir, el ministro del ramo, Mota Domínguez, no se quedó atrás e hizo una de las suyas: fue una vara de bambú. Pero faltaba, una explicación de quien no podía faltar a la hora de dar explicaciones disparatadas: Lisandro Cabello, tenido dizque por el intelectual del régimen local, le dijo a Maracaibo, explicó los sucesivos apagones registrados en la ciudad, acusando a los niños maracuchos que volaban petacas o papagayos, que se enredaban con los cables y esto fue lo que originó los sucesivos apagones que vive la ciudad.

La verdad es que esta gente que nos gobierna tiene muy poca consideración por los venezolanos y, en especial, por los maracuchos y ¡caramba!, se han creído que este es un país y un Estado habitado por un atajo de imbéciles.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!