Mensajes discretos. Al tiempo que aumentan las cifras de mortandad por desnutrición infantil igual que el número de tuiteros desesperados que buscan medicamentos para familiares o allegados, mientras la carne de res continúa desaparecida de los establecimientos, los productos alimenticios lucen precios estratosféricos, las calles replican la superficie lunar, la basura se adueña de las vías caraqueñas, más jóvenes y profesionales hacen sus maletas para emigrar, las familias se dispersan por el mundo, las fachadas envejecen por el impagable costo de la pintura, los semáforos mueren a centímetros de alcabalas móviles, el abuso de autoridad se reproduce en cada rincón, los cajeros automáticos carecen de insumo para trabajar y los seudodialogantes chantajean con la ayuda humanitaria, mientras todo eso sucede, la tristeza se apodera de la Navidad 2017.

Entre hambre, dolencias, frustración, melancolía, retroceso y empobrecimiento es imposible pensar en hallacas, estrenos, lucecitas en los balcones o Niño Jesús. La vida del venezolano se ha limitado a subsistir, aplicando aquella máxima inolvidable de Eudomar Santos: como vaya viniendo, vamos viendo. Y esa situación se refleja irremediablemente en las pantallas de los televisores. De aquellos mensajes fastuosos, alegres y emotivos, que se estrenaban el primero de diciembre para ambientar la temporada, solo queda Youtube como apoyo del recuerdo de lo que alguna vez fue la celebración del nacimiento del hijo de Dios en esta tierra caída en desgracia.

Las televisoras han visto la reducción de sus presupuestos y tampoco quieren festejar en un contexto de pesadumbre emocional al tomar conciencia de que lo contrario podría incitar al insulto fácil. En lugar de ello, han optado por modestos mensajes que llaman a la unión, a la paz, a la reconciliación y a mantener la fe, a pesar de los obstáculos. Que se sepa, solo Venevisión utilizó la música para su salutación decembrina.

Y realmente es de agradecer la decisión tomada. La masa no está para bollos ni para hallacas ni para pan de jamón, porque el dinero no alcanza y la angustia se ha convertido en una compañera permanente. Sin embargo, hay que alimentar la esperanza de que muy pronto este episodio solo será parte de los libros de historia y de los testimonios de quienes supieron resistir, física, psicológica y espiritualmente, para celebrar, más que la Navidad, la libertad y la democracia.


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