Casual o causal el efecto reactivo es inmediato al apreciar dos muestras, el filme La muerte de Stalin, coproducción inglesa, belga y francesa (2017) y El chavismo, la peste del siglo XXI, reciente documento fílmico del escritor y opinante venezolano Gustavo Tovar-Arroyo, disponible por Youtube.

La película, drama de tono satírico con actores de primera, coloca al fallecido “Padrecito” rodeado del comité central del Partido Comunista antes mudo, cobarde y servil, ahora por varios días secretos en pelea caníbal, histérica de cada miembro, para asegurarse el supremo poder vacante. Cero ideología.

El documental criollo selecciona imágenes reporteriles directas de sucesos claves durante los últimos veinte años, alterna sus focos de Fuerte Tiuna-Miraflores (FTM) enlazados con el neoestalinismo vía castrocubana, con entrevistas solo de disidentes, porque los revolucionarios invitados se negaron a participar, hilvanadas con reflexiones del guionista. De origen, diseño y tiempos tan diferentes, ambas coinciden clarito en concepto y mensaje: el militarismo totalitario permanece con cruel esquema fijo y demoledor del entorno para asegurar su supervivencia borrando todo rastro positivo, igual para el Glasnost que para democracias liberales y todo lugar donde se instaura. Sin piedad, con pasito atrás y muchos adelante.

La pregunta histórica es obvia. ¿Qué pasa en una sociedad o masa desprevenida cuando esta clase de régimen criminal asume el poder mediante golpes militares populistas llamados revolución o por medio de continuas votaciones ficticias? ¿Es ignorancia, sorpresa paralizante, indulgencia, evasión, miedo, apatía, colaboración, complicidad y resignación final fusionados tal como lo planifica el invasor?

Venezuela secuestrada y en total mengua no requiere caudillos ni líderes partidistas, sino conductores expertos en sus áreas profesionales o de oficio, conocedores de las rutas por avenidas principales, calles anexas y sendas de caminos verdes para conectar a la oposición nacional en una sola vía. Esas preguntas serán respondidas cuando haya ocasión para la sinceridad analítica. En este momento de emergencia, fracasados los intentos legales y pacifistas, parte de la generación precíber, educada en principios diametralmente opuestos al dictamen militar totalitario, adicta entre otras drogas decentes, elementales o artísticas desde su infancia, por ejemplo a las agudas novelas policiales de Agatha Christie más otras literariamente mejores, o la envidiable lógica subversiva de Mafalda, entre incontables joyas de la creatividad universal, en fin, mentes muy analógicas y poco digitales, resulta obvio que agotados los recursos que la democrática ley constitucional ofrece y detectada la manipulación asesina de padrinistas, maduristas, rodriguistas, rangelistas, cabellistas, tarekistas y otros combos de la narcopatria chavista, en idéntica macabra escena como la del citado filme, hay la opción de aspecto hollywoodense, pero activada triunfalmente en la Uganda salvaje de Idi Amin Dada, 1976: la impecable Operación Entebee que rescató a 254 secuestrados en un vuelo Tel Aviv-París. Acción ahora posible por comandos antiterroristas distintos, pero unidos en su convicción libertaria, entrenados para la captura quirúrgica de cabecillas criminales que mantienen como rehenes a países y regiones.

Santa Teresa de Jesús, y de Ávila, atormentada por duras restricciones, llamó “loca de la casa” a la imaginación genética, indomable. Entonces, disculpen esta perversa fantasía.

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