Un debate innecesario se ha dado en torno a la propuesta (que no es nueva) del presidente Uribe sobre la necesidad de un Estado de opinión en Colombia. No existe una definición formal del término, pero el propio Uribe nos da una idea al afirmar: “La consulta, el plebiscito, el referéndum, las firmas, son instrumentos constitucionales para que la ciudadanía se manifieste, hacen parte del Estado de opinión, que es la expresión superior del Estado de Derecho”.

Si interpreto bien al presidente Uribe, el Estado de opinión sería simplemente la incorporación del sentir popular, como cúspide del Estado de Derecho, y esa incorporación se haría a través de mecanismos de democracia directa: la consulta, el plebiscito, el referéndum, las firmas. Contrario a lo que la izquierda totalitaria quiere hacer creer, esto no es una invención de Uribe, tiene sólidas y viejas bases teóricas, y es lo que se ha venido llamando en la teoría política la democracia directa.

Mi profesor de Essex, Ian Budge, tiene un libro ( The New Challenge of Direct Democracy, Polity Press, 1996) en el que analiza las bases teóricas e implicaciones prácticas de esta nueva forma de democracia. En verdad, no es la democracia directa lo que postula, sino ese Estado de opinión que promueve Uribe, pues Budge nos habla de una democracia directa mediada en la cual: “referendos, consultas públicas, encuestas de opinión y debates a través de medios involucran al público en una forma trascendente de democracia representativa” (p55).

Budge propone el siguiente mecanismo de democracia directa:

  1. Hay una campaña electoral que elige un gobierno que funciona como en una democracia representativa.
  2. Este gobierno pone en práctica su programa de gobierno.
  3. Estas políticas no podrán ser puestas en cuestión por un breve período (de 12 a 18 meses).
  4. Una vez pasado este período las políticas se adoptarán a través de 2 tipos de voto popular. Cualquier política no prevista en el programa de gobierno puede ser postulada y las de gobierno serían llevadas a través de votos de confianza.
  5. Las propuestas populares serían sometidas al siguiente procedimiento:
  1. Cuerpos especializados las transformarían en propuestas concretas.
  2. Se haría un gran debate sobre los tópicos substantivos de la propuesta.
  3. El resultado de esto conllevaría al voto.
  1. Como prueba de prácticas actuales de este proceso cita los referendos e iniciativas populares en los Estados de la Unión Americana, las iniciativas populares en Italia y por supuesto la democracia directa de los cantones suizos (pp 183-188).

Budge resalta que no hay una dicotomía entre democracia representativa y democracia directa, sino un continuum, y su modelo es un misto de ambas, en donde el pueblo se expresa constantemente dejando sentada su posición, luego de un proceso de elaboración programática y de debate. Eso es precisamente el Estado de opinión.

En Colombia no hemos estado lejos de la aplicación de ese Estado de opinión, como lo muestra los ejemplos de la séptima papeleta que inconstitucionalmente impuso una Asamblea Constituyente que elaboró la Constitución de 1991, y la consulta anticorrupción del año pasado, la cual no sirvió sino para un multimillonario gasto para encumbrar la figura de Claudia López, pues prácticamente todas las medidas propuestas ya están operando, y las que no, eran inefectivas, esa es la verdadera razón de que se haya caído la mayoría de las propuestas de esa insulsa consulta. Lo que sucede es que a la izquierda le gusta el Estado de opinión cuando se utiliza a su favor, pero cuando se propone contra sus pretensiones totalitarias pone el grito en el cielo.

Ante el estado calamitoso de la República, cuando estamos al borde del abismo y a un paso de que se consolide la dictadura del farcsantismo, debemos ponernos serios y buscar las vías para institucionalizar la propuesta del Estado de opinión. Es clarísimo que más de las dos terceras partes del electorado están contra la impunidad de las FARC, contra la ideología de género, contra la preponderancia del narcotráfico, contra la corrupción de los carteles enquistados en los poderes Legislativo y Judicial. Oigamos pues al pueblo, expresado en ese Estado de opinión y derrotemos la dictadura de un centenar de narcoterroristas que han impuesto una dictadura socialista en Colombia. Es vital que se haga algo contra la impunidad y la dictadura del narcoterrorismo en Colombia, el referéndum 2019 es un primer paso, pero no es suficiente. El Estado de opinión es la solución.


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