Es realmente difícil votar en nuestro Salón de la Fama, ese pabellón de leyendas que corona al lindo Museo del Beisbol en Venezuela, ubicado en Valencia. La escasez de documentos, bibliografía y estadísticas hace que peloteros que fueron grandes referencias de su tiempo se hayan diluido en la memoria colectiva. A diferencia de las Grandes Ligas, acá es casi imposible conseguir imágenes y contar con una historiografía real que pueda remontarse a los años 70 u 80, no digamos ya a los tiempos fundacionales de la LVBP.

Los votantes, además, estamos obligados a tomar en consideración a los mejores, sin importar dónde jugaron. Como no se  trata del templo exclusivo de la pelota profesional local, sino del pasatiempo nacional en general, debemos escoger de entre una amplia lista que incluye antiguos astros de la MLB, héroes de la pelota invernal y viejos guerreros que emigraron a otros circuitos, como el de Japón.

No es fácil elegir en tales circunstancias. Y es peor cuando los albaceas del Salón de la Fama se resisten a permitir que los votantes podamos marcar más nombres en la papeleta. Que sean solamente seis casillas por planilla, con tantos elegibles y tantas dificultades como las descritas, hace que las injusticias abunden, que no se premie a quienes dejaron todo en los diamantes y que se corra el riesgo de que nadie sea seleccionado, causando, así, humillaciones innecesarias a quienes consolidaron la pelota en el gusto de un país entero.

Por eso todavía hay casos rezagados que nuevamente apoyaremos en esta columna.

Leonardo Hernández era el segundo máximo jonronero en la historia de la LVBP al momento de su retiro, el primer 70-70 y un jugador con cuatro de cinco herramientas, que llegó a las Mayores en un tiempo, además, en el que muy pocos compatriotas lo hacían. Edwin Hurtado es el mejor pitcher de todos los tiempos en nuestras postemporadas. Richard Garcés es el mejor relevista en la historia de nuestro circuito y uno de los mejores de la expedición nacional en la gran carpa. Melvin Mora fue una figura rotunda aquí y en el norte, que ya es miembro de Salón de la Fama de los Orioles de Baltimore

Si ya era un problema escoger hace un año, la aparición de nuevas candidaturas empeora el panorama en 2019. ¿Cómo no apoyar a Edgardo Alfonzo, cuyas huellas con los Mets de Nueva York, Navegantes de Magallanes y Tigres de Aragua le dan legítimo derecho a la inmortalidad? ¿Cómo dejar fuera a Álex Ramírez, que pronto será exaltado en Japón y que tiene la carrera más distinguida para venezolano alguno en el beisbol internacional, más allá de la gran carpa?

El año pasado incluimos a Richard Hidalgo en nuestra papeleta y merece repetir. Aún posee el sexto mejor OPS de todos los tiempos entre criollos de la MLB con al menos 300 juegos y es dueño del récord histórico de jonrones para bateadores de los Navegantes. Esta vez lo dejamos fuera, injustamente, como injusto es dejar fuera a Juan Carlos Pulido, el zurdo más prolífico de nuestros diamantes, y los jonrones de Luis Raven, y los anillos de Álex Delgado, y la trayectoria de Tom Evans, uno de los mejores importados que han pisado los campos locales.

También tienen casos debatibles Roberto Zambrano, Jorge Julio Tapia, Carlos Guillén, Jesús Alfaro y Magglio Ordóñez (por quien votaremos cuando se retracte de sus declaraciones contra la liga y el arbitraje del torneo en el que él es albacea y custodio, como copropietario de una de las franquicias). ¿Cómo se puede votar bien, cuando entre 26 buenos candidatos existe la posibilidad de seleccionar apenas a seis?

La liga es el actual administrador del Museo del Beisbol. Ha hecho un extraordinario aporte al apoyar esta hermosa idea nacida del sueño, empeño y esfuerzo de la familia Cárdenas Lares. Sabemos de las dificultades económicas y cómo estas condicionan la posibilidad de consagrar a más de una leyenda por elección anual. Pero la crisis que sufre Venezuela no puede ni debe ser un factor paralizante. Tanta gente capaz y creativa tiene que usar sus aptitudes para encontrar el modo de que los votantes podamos nuevamente marcar diez nombres en la boleta. De lo contrario, estrellas de otrora, como Leonardo y Hurtado, seguirán esperando por años y años, y a ellos se irán uniendo más figuras de legítimo perfil, dispersando los pocos votos que tenemos cada uno de nosotros y demorando la entronización de muchos que lo merecen.

Directivos y propietarios cuentan con la posibilidad de que la propia liga aplique la norma y salde las cuentas en masa, como sucedió hace cerca de un lustro, cuando un puñado de ex ejecutivos logró su estatuilla por mandato de los clubes. Estupendo. Aquello era muy merecido y había que aplaudirlo. Dueños y gerentes son corresponsables de la fiesta que vivimos gracias a la pelota. Pero esto que pedimos para los jugadores también lo es. Ellos son los héroes de nuestro beisbol, los responsables de que este deporte sea el pasatiempo nacional. Y desde hace mucho esperan por un acto de justicia.


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