Quién iba a creerlo, qué ironía, ni en las peores pesadillas podríamos imaginarlo, una parodia de humor, que una revolución populista, reposera, fracasada con golpistas, guerrilleros frustrados, payasos de reparto y segundones politiqueros de repele, acabarían también con el fruto de las gónadas venezolanas.

Arrasar con la economía es asunto de expertos en desastres. Devastar la producción es una mezcla de odios bien conservados, experticia en no entender nada y malinterpretar todo, los mismos que cohabitan y se atiborran con el asalto inmisericorde al tesoro público y dólares mal habidos, tracaleados sin esfuerzo, pero con picardía perspicaz del “ponme donde haiga”.

El caso de alimentos que se pudren o nadie quiere en sus países de origen, revolucionarios que, con experta torpeza –para ser lerdo hay que tener talento– siguen creyendo que la lucha continúa porque un muerto vive, espiritismo o vudú al mejor estilo de Hollywood, y creen que ayudar al pueblo es imponer precios; cuando se vende por debajo de los costos se quiebra, incluso entendiendo que, así como hay supervisores desfachatados de precios y ganancias, también están los sinvergüenzas que se hacen comerciantes. Por cierto, un idiota en ayuno intelectual declaró con hambre de imbecilidad que el bloqueo económico era culpable por la existencia limitada e insuficiente de leche materna. ¡De todo hay en la viña de la revolución!

Cuando con necedad perturbada hablan con esperanza vacía pero emocionante de la “Venezuela potencia”, que es como poseer un carro de gran motor con cauchos lisos en una carretera resbaladiza bajo la lluvia y en bajada empinada repleta de curvas; pelear con todos los países, mandatarios y ejércitos del mundo excepto contadas excepciones; mientras recuerdan a aquellos llaneros que recorrieron extensiones de soles y lluvias implacables, cruzaron descalzos los Andes, esos ingenuos se dejan engañar para salir ilusos a defender la patria en chancletas con escobas y barrigas desplegadas.

Cuando frente a tal revolución de mala comiquita, el poderoso imperio queda desconcertado y derrotado por el furor revolucionario, solo impone impuestos al acero y aluminio para golpear al castrismo venezolano que transformó la próspera industria metálica en fuego encendido de fallas, y produce petróleo propio hiriendo a crackinazos su tierra norteamericana para no pasar por la humillación de comprarles crudo a los revolucionarios. Mientras la guerra económica es una diaria batalla que se combate a base de CLAP podridos y leche mexicana que no se sabe bien para qué sirve. Cuando todo está pasando y grandes europeos libres de sospecha, facturas en euros y dólares, como Ramonet, nos hacen ver que la revolución socialista y su líder en proceso de reelección automática deslumbran, colman de envidia y estupor al mundo, resulta que en el viejo continente tienen el tupé y desconfían del producto de las gónadas criollas. ¡No puedo donar esperma porque soy venezolano, me he convertido en estéril por obligación!

La Scotland Yard, la Central Intelligence Agency (CIA) –por primera vez en manos femeninas– o cualquiera de las agencias secretas del imperialismo, tiene que estar detrás de esta vergonzosa conspiración, metiendo cizaña para hacer creer que a través de las eyaculaciones de los vigorosos hombres nativos venezolanos puede transmitirse un simple catarro, un inofensivo resfriado, quizás una lacónica gripe.

Por instrucciones del Ministerio de Sanidad del Reino Unido, ciertas nacionalidades tienen prohibida la donación de esperma. Una parte de África, Haití y, recientemente, Venezuela. Que está considerada dentro de la línea roja de las epidemias internacionales. La higiene, nutrición y salubridad están en pésimas condiciones. Eso podría afectar la salud de los fetos. ¡Qué desgracia! ¡Qué vergüenza!

No es casual, hermanos latinoamericanos –se empieza por acá y se extiende como la tradicional e histórica conspiración contra los africanos de pieles oscuras– es una nueva y perversa malignidad de la derecha extrema y burguesa, elaborada con implacabilidad fascista, para desprestigiar, humillar y arrinconar a los machos criollos vernáculos. Mal ya está que algunos deslenguados enceguecidos por el odio se atrevan a certificar, con malvado humorismo, que nuestros heroicos militares las tienen como bolas de pino navideño, o sea, de adorno; para que ahora sean los médicos londinenses y quién sabe si hasta de la Unión Europea, con las cervices dobladas ante el pedante e hipócrita imperialismo, los que emprendan esta campaña envenenada, perniciosa, soez y con posibilidades claras de asentarse en los complejos humanos, que puede ser llevada, y lo será, a los murmullos informáticos y universidades de la América Latina que está siendo tergiversada por mandatarios y grupos de poder de la ultraderecha asustada por el avance triunfal, a Telesur batiente, de la revolución madurista. Sin duda una caricatura humorística.

No se debe esperar mucho, para cuando camaradas de ruta como el colombiano Petro y el mexicano López Obrador puedan tomar medidas, podría ser muy tarde y el mal de la difusión malintencionada no solo estaría hecho, sino que se convertiría en nueva leyenda urbana dañina de todo el machismo latinoamericano.

¡Alarma, el imperialismo del Reino Unido ataca las gónadas revolucionarias! Hay que unirse contra esta intriga de la perversa derecha internacional. Para más detalles, preguntar a los hermanos Evo Morales, que descubrió el complot de pollos y gallinas contra la virilidad socialista, y Daniel Ortega, que tiene su propia interpretación familiar de la sexualidad. A Raúl Castro no, porque a su edad esas cosas no se recuerdan, y no precisamente por alzhéimer.


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