El dilema permanente entre oposición vs gobierno que dominó el escenario político a lo largo del siglo XXI no existe más. Esta confrontación ubicaba a dos actores esenciales, al gobierno y al PSUV bajo la conducción del comandante de Sabaneta y desde 2013 al «presidente obrero», y por otro lado, desde 2002 a la Coordinadora Democrática, luego la MUD en 2008 y desde marzo de 2018 el Frente Amplio, integrados primordialmente por los partidos políticos opositores, identificados en su máxima expresión en el G-4. Esta relación cambió desde el 23 de enero de 2019 con la irrupción de Juan Guaidó como presidente interino de la república por mandato de la carta magna.

A partir  de esa fecha han transcurrido 100 días de mandato, donde permanecen en forma inédita en un mismo territorio un Estado fallido condenado por la comunidad internacional, y un gobierno constitucional que desafía el cerco policial de quienes usurpan el poder. Este contexto ha generado una situación de doble poder desde la recién iniciada gestión del novel presidente, frente a los poderes públicos constituidos ilegalmente designados por una asamblea constituyente desprovista de toda legitimidad y credibilidad desde dentro y fuera del  país. 

¿Cuál es la diferencia con relación a todo lo sucedido en medio de la profunda crisis política larvada durante estas dos décadas del siglo XXI?, a que ha surgido un nuevo escenario donde la salida no la representa un partido político, ni un nombre en particular, sino la esperanza y la conciencia de un pueblo dispuesto a derribar al régimen que ha sido su verdugo, culpable de las condiciones prehistóricas que languidecen y extinguen a la población venezolana, a partir de un nuevo liderazgo, fresco y no contaminado, que recibe el apoyo popular de todos los rincones, ciudades y pueblos, a tal nivel que sobrepasa de largo las siglas de coaliciones políticas, tanto del gobierno como de la oposición. Detrás del apoyo a Guaidó no hay muro de contención posible, está la oposición y también las bases chavistas fatigadas y hastiadas de Maduro y su incompetencia y descarada corrupción.

Las cifras no engañan, más de 90% de la población desea que este régimen se acabe, se vaya definitivamente. En reciente publicación sobre Cabimas del diario francés Le Monde (21/04/2019), destaca la declaración de un ingeniero activo de Pdvsa, quien omite su nombre por razones obvias, en la  que informa que 95% de los actuales trabajadores petroleros de Pdvsa desean que esto termine ya. Es de hacer notar que la mayoría de estos trabajadores, incluidos dirigentes sindicales, sirvieron de esquiroles durante el paro cívico nacional de 2002-2003, cuando Chávez despidió en forma inmisericorde a 23.000 trabajadores de todas las nóminas, mayor, administrativa y obrera, quienes no fueron reenganchados aún cuando la OIT lo exigió en 2005, igualmente aplaudieron a rabiar las desastrosas expropiaciones a las contratistas petroleras de 2007 en la Costa Oriental del Lago. 

¿Cómo será el desenlace de este trance? Veamos, en realidad vivimos una guerra simulada de baja intensidad, quienes usurpan el poder no son una tiranía cualquiera, Sin menoscabar los horrores dictatoriales del siglo XX, los cuales rechazamos integralmente, debemos decir que bajo la dictadura brasileña de los sesenta se promovió un milagro económico, Franco se le plantó a Hitler y le mantuvo su no intervención en la aventura nazi de la Segunda Guerra Mundial, incluso Pinochet reordenó la desvencijada economía chilena, los que están hoy en Miraflores entregaron nuestra soberanía nacional de manera rastrera a los Castro, a chinos y rusos, son partícipes conspicuos de los crímenes de Bashar Al Assad contra el pueblo sirio; en resumen, tenemos a una estirpe delincuencial dispuesta a ensangrentar al país por los cuatro costados, como lo hiciera Stalin con los ucranianos en la década de los treinta.

Por nuestro lado, las armas fundamentales se basan en ese 90% que repudia a la dictadura y la decisión de movilizarse, de plenar las calles, carreteras y autopistas de Venezuela, hasta lograr el fin del peor régimen de nuestra historia. Aun cuando no lo crean, en Venezuela se está gestando, se  está en vísperas de una verdadera revolución que enterrará los vestigios de la desgracia que padecemos, y que al mismo tiempo le exigirá a los nuevos mandatarios, cuidadito, cuidadito, como a la mujer del césar, quien no solo debe ser honesta, sino parecerlo.


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