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…“me muero por besartedormirme en tu boca”… (Natalia Jiménez, La Quinta Estación)

Aunque no nos demos cuenta, a veces todos hablamos sin decir nada. Ni una palabra. El lenguaje es como un río que fluye del interior del individuo desbordado por sensaciones, ideas, pensamientos instantáneos, emociones y recuerdos ¿Cómo explicarlo? Uno habla solo y no se preocupa del lenguaje callado que vive en las sombras, ese lenguaje oscuro que nos delata. Lo cierto es que desatendemos el valor de nuestra postura, un gesto concreto, las miradas ocultas, una sonrisa hermosa, la elegancia de una espalda erguida o la graciosa imagen de un cuerpo esbelto en movimiento.  

Hay más lenguajes al margen del lenguaje formal hablado y escrito. Existe otro lenguaje en un mundo paralelo esculpido en el aire por esa aura oscura del ser que llevamos dentro.

El lenguaje verbal suele presentarse de forma clara, transparente. Los mensajes de este tipo carecen de arrugas o dobleces. Así, uno piensa y dice: “¿Vienes conmigo?”, “¿Por qué no?” o se le escapa “Dios mío, ¿cómo puede ser tan guapa?”.

Al hablante o escribiente de este lenguaje codificado no se le ocurre soltar un beso a bocajarro, ejem, quiero decir un verso a bocajarro, y evitará confesar lo que de verdad siente. No va a susurrarle “me muero por besarte” como dice la canción de aquella jovencita de La Quinta Estación.

Hágame caso. Preste atención al lenguaje del cuerpo porque el cuerpo habla también. Fíjese en los detalles. Capte un mal gesto, mire a los ojos de la gente. Aprenda a leer en la cara. Trate de entender el significado del lenguaje mudo de los gestos. Interprete cuidadosamente lo que se esconde detrás de la mente.

Mire otra vez esos ojos. Despacio. Ya sabe que a veces uno se equivoca. Vea cómo ella inclina su cabeza o contemple esa otra mueca de desprecio. No cometa la torpeza de dejar pasar estas señales. Disfrute cuando suceda el perfume de una mujer cerca.

Acepte también el desprecio. No sea necio. Observe en secreto cómo ella le sonríe desde el espejo, clandestina, mientras se recoge el pelo en la nuca. Toda enseñanza es poca cuando se trata de un abecedario sin boca.


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