Lidia Salazar Yndriago

En los escenarios educativos es evidente el dominio de lo cognitivo, pero es necesario trascender a otros planos y acercarse, en palabras de Santos (2006), a una “arqueología de los sentimientos en la escuela” que permitan explorar el mundo afectivo de los participantes y del proceso educativo para encontrar así el equilibrio entre lo axiológico, lo afectivo y lo cognitivo.

La política educativa de nuestro país hace énfasis en la obtención de conocimientos, información tecno-científica, conceptualizaciones, resolución de problemas, pero en el desarrollo del espíritu humano presenta carencias y debilidades. Es obviada la formación de seres tolerantes que practiquen la convivencia y las relaciones interpersonales, donde conocedores de las ciencias y las humanidades lo plantean como un centro holístico.

De esta manera, existen razones suficientes para preocuparse, porque la educación impartida en las escuelas no cumple con su función transformadora y no desarrolla el espíritu humano; es decir, no educa para el desarrollo del ser, que no es otra cosa que educar para la vida, para la conexión de ese mismo ser con sus iguales, para el crecimiento espiritual que le permita liderar y resolver situaciones adversas, para el fortalecimiento de los valores; sin ello, no habrá entonces los cambios esperados por la sociedad. Reafirmando que hablar de sensibilidad desde el plano pedagógico implica tacto, sensaciones, emociones y afectos, es decir, una percepción consciente y estética en los educandos.

El incesante flujo de información alcanza su objetivo educativo y pedagógico solo cuando el mismo se ajusta a las potencialidades biológicas y genotípicas de desarrollo y las perspectivas que respecto al mensaje transmitido tiene el propio educando, constituyendo el logro de un equilibrio apropiado entre ambos aspectos, es decir, teoría y praxis.

La pedagogía en el siglo XX se aproximó para algunos investigadores como ciencia, arte, saber, disciplina y cualquier otro aspecto vinculado con la educación, generando sus límites, contenidos y medios para abordar su objeto, encontrando en cada espacio su propia metodología, con un sistema y una estructura determinada que la perfilan como estética para el ser humano.

En razón del objeto se ha dicho que la pedagogía es un arte, una técnica, una ciencia y hasta una filosofía. Pudiera decirse que la pedagogía es todo eso y algo más, ya que en su estructura están comprometidos todos aquellos elementos determinantes de la formación del ser humano, teniendo de este modo un campo específico e irreductible de la realidad humana y de sus aconteceres, tanto de orden individual como de orden social. Así puede considerarse la pedagogía como teoría de la educación, identificándola con la filosofía en el sentido de entender que ella es para indicar el rumbo en el espinoso camino de la formación humana, mediante una visión del mundo, de la vida y para enmarcarlo en un contexto socio-histórico-político, sin descuidar el desarrollo pleno, específico, el cual se encuentra determinado en todos sus componentes.

En las aulas encontramos falta de concentración, desinterés, indisciplina, anarquía por parte de los educandos; los docentes reprenden, se trastornan emocionalmente, se desgastan física y mentalmente, se sienten insatisfechos ante la poca posibilidad de verificar resultados positivos de su gestión, ocurre un desprendimiento pedagógico.

Los docentes estamos orientados tratando de incidir favorablemente en los procesos educativos, intentando que nuestros estudiantes aprendan, promoviendo la construcción de conocimientos acerca de la realidad. Valga este momento para preguntarnos ¿cuáles son esas ideas que poseemos cuando nos enfrentamos a los problemas de rendimiento estudiantil, de fracaso escolar, violencia infantil y juvenil? O cuando, al contrario, constatamos los logros de nuestros estudiantes, ¿qué importancia adjudicamos al aprendizaje y a las prácticas educativas de educación formal?

La escuela como formadora presenta rupturas con la selección curricular, académica y del conocimiento; podríamos decir que existe un divorcio entre las políticas del Estado con la educación que se imparte en las instituciones. Por lo tanto, la pedagogía actual requiere adaptarse a los nuevos sistemas de aprendizaje, concretamente, los relacionados con la sociedad tecnológica, ello ha obligado al redimensionamiento curricular en los programas de educación inicial, primaria, secundaria y universitaria en las distintas naciones del mundo, sobre todo en aquellos países que aún presentan deficiencias en sus sistemas educativos, entre los cuales se encuentran los países ubicados en América Latina y el Caribe y, por ende, Venezuela.

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