I

Y como buen alumno del disparate para que se olviden de lo demás, casi al final lanza un eructo en estéreo para que ya nadie más recuerde la sarta de mentiras que dijo. No me van a negar que es una buena táctica.

Un tipo que es capaz de agradecer a 2018 por existir tiene que estar relleno de maldad. Imagino que su agradecimiento se debe a que Cilita consiguió el tinte para verse catira como Marisabel, y que en su mesa no faltaron las hallacas, los bollos, el pernil con hueso y bastante whisky, y tampoco le faltaron paseos de vacaciones por países exóticos ni cenas en restaurantes de famosos.

Fue un año excelente para este señor, que fue capaz de ofrecerle a Guaidó la banda presidencial a sabiendas de que se aferra a ella como un salvavidas, porque sabe que en cuanto se la quiten va a tener que implorar perdón. Y se da el lujo de hacer chistes, de expresar su sorpresa porque una mujer le agradecía que, sin ser su marido, le llevaba el mercado a la casa. No sé en qué época vive, pero imagino que como nos ha llevado al siglo XIX todavía saca cuentas y piensa que las mujeres esperan ansiosas que su macho les lleve la comida. No sabe que Venezuela es un país con demasiados hogares sin padres y con mujeres que valen por dos. Ese es parte del problema que hay que solucionar, como lo diría el buen padre Alejandro Moreno.

II

“¿Qué sería Venezuela sin los CLAP?”, te vanagloriaste. Fascinado, prometiste cajas cada 15 días. Yo te sugiero que al menos la segunda venga con un pollo y un kilo de carne, porque los niños de esta patria, que dices tuya, están hartos de comer caraotas duras.

A ver si te enteras de que una profesional como yo tuvo que pedir un extracrédito para comprar un pollo la semana pasada y que con el famoso aumento que decretaste no creo que pueda comprar ni la mitad de uno.

Vamos a ver si me hago entender, estimado dictadorcito: no eres mi marido maltratador, pero te aseguras de golpearme de una forma diferente todos los días. Esa sí es la analogía que aplica en estos momentos cuando tienes a Venezuela llena de heridas y arrastrándose para no desfallecer. Tienes las santas ganas de afirmar que has luchado contra la miseria. Menos mal que la maldad no te llevó a decir que los venezolanos comemos tres veces al día y que ninguno de tus ministrozuelos pudo darte esas cifras maquilladas que solo ellos conocen.

No faltan las proyecciones de esas que le gustan tanto a tu amigo Jorgito, porque ese muchachito endemoniado, al que no cargaron chiquito, eres tú mismo o, incluso, tu psiquiatra de cabecera, porque de otro modo no me explico tanta maldad junta. Pobres hijos de esta tierra que crecieron sin amor y que ahora quieren hacernos pagar sus carencias. Resentidos, malvados.

III

Luego te pones a enumerar planes, porque ahora sí eres el presidente de 30 millones de venezolanos. Como si todos ustedes acabaran de llegar. Vas a dirigir la empresa petrolera o, mejor dicho, el cadáver con metástasis que queda. Lo que vas es a darle cristiana sepultura. De eso sabes mucho, de arrasar, acabar, destruir; por eso tu comandante infinito, como lo llamas, te quería tanto. Donde pones tu inmenso pie, la tierra se muere. Y todos los que están contigo son iguales.

Yo no tengo miedo; yo sí tengo un escudo: todo el amor de mi familia, todo el amor por mi profesión, todo el amor por la libertad. Nunca podrán contaminarme.


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