Puede parecer extraño que la incertidumbre y la confusión generen creatividad, pero pienso que así es. Las ideas nacen de los golpes con la realidad, de las experiencias contrastantes, del enfrentamiento con lo que son las cosas y con lo que somos nosotros, los seres humanos.

Alguien me dijo una vez que uno no elige los libros, sino que los libros lo eligen a uno. Uno los busca inconscientemente y ellos aparecen en nuestro camino. Nos eligen, sí, tal vez.

Me ha impresionado que varios de los pensadores que han captado mi atención últimamente consideran que las equivocaciones en la vida enriquecen en lugar de empobrecer. Para Václav Havel, la lógica de la vida se impone siempre al orden rígido que piensa que nunca se equivoca. Los hombres, por naturaleza, somos frágiles, “desordenados” en el sentido de que cambiamos, avanzamos y aparentemente retrocedemos. La inflexibilidad no se corresponde con la realidad; más bien la oculta, la disfraza. Por eso Havel contrasta constantemente la “vida en la verdad”, la vida como es, con la apariencia de orden en los regímenes totalitarios. Nadie quiere una “paz” así, porque la verdadera vida no es así. Si ningún hombre es perfecto, ningún sistema lo será y menos por la fuerza, negando las libertades individuales y contrariando el proceso natural de la vida. Ese proceso que implica caer y levantarse. Errar y aprender. Vivir.

La confrontación con las ideas que no tienen asidero en la realidad, aunque algo digan de ella, como el hecho de que hay pobreza en una sociedad, por ejemplo, hace que florezca el pensamiento. Por eso los períodos de guerras, posguerras, entreguerras o de crisis son fructíferos, pues en ellos se desmontan mentiras con las que se tenía engañada a una sociedad; con las que se habían pretendido “paralizar” la historia para garantizar la uniformidad del pensamiento y las vidas. Mentiras no solo acerca del mundo, la sociedad y el hombre en general, sino sobre todo acerca de uno mismo. “Así ha sido durante veintiún años, dice Elie Wiesel: siete, para delimitar lo verdadero. Siete, para extirpar en mí lo falso, y otros siete años más, para acoger lo verdadero y hacerlo vivir en mí” (en Contra la melancolía). Si eso sucede a nivel personal, ¿qué no sucederá a nivel de la historia de los pueblos?

Es imposible no equivocarse. Y las ideas cerradas acerca del mundo y la historia, acerca del hombre y la vida, forman parte de los muchos errores humanos gracias a los cuales aprendemos. ¿Cómo evitarlos? ¿Cómo impedir que pensemos que es cierto y bueno lo que no lo es? Supongo que siendo auténticos y asumiendo el error, la equivocación. Reconociendo que ciertas cosas que pensamos como lo mejor no encajaban con la verdadera vida.

Para George Steiner, el famoso crítico literario, “estamos matando los sueños de nuestros niños. Cuando yo era niño –dice– existía la posibilidad de cometer grandes errores. El ser humano los cometió: fascismo, nazismo, comunismo… pero si uno no puede cometer errores cuando es joven, nunca llegará a ser un ser humano completo y puro. Los errores y las esperanzas rotas nos ayudan a completar el estado adulto. Nos hemos equivocado en todo, en el fascismo y en el comunismo y, a mi juicio, también en el sionismo. Pero es mucho más importante cometer errores que intentar comprenderlo todo desde el principio y de una vez. Es dramático tener claro a los 18 años lo que has de hacer y lo que no.”No hay antídotos contra el error y no es posible que los haya porque somos humanos. Lo único posible es asumirlos, aprender de ellos y tornarlos en victorias.

En palabras de Steiner: “el error es el punto de partida de la creación. Si tenemos miedo a equivocarnos jamás podremos asumir los grandes retos, los riesgos. ¿Es que el error volverá?”…Sí, claro que sí, pienso yo, porque es imposible que no vuelva. Lo hará tal vez de un modo más atenuado, más humilde, pero todo dependerá siempre de cada uno y de cuánto queramos sincerarnos como sociedad cada vez que nos equivoquemos. 

En estos momentos todos tenemos la oportunidad de rectificar y reconocer humildemente nuestros errores por el bien del país. Necesitamos ayuda del exterior, pero somos nosotros los que tenemos que crecernos como sociedad. Es nuestra Fuerza Armada Institucional la que debe acompañar a los ciudadanos en este proceso de liberación de la tragedia que vivimos.

La oportunidad está en puertas y el gran reto es reconstruirnos: volver a creer en nosotros mismos y superar nuestros fracasos abriéndonos a un nuevo horizonte.


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