El pueblo venezolano habló. Calladamente, con sigilo quizá, o hasta con temor, pero se manifestó. Nuestros compatriotas venezolanos no salieron a votar en un porcentaje abrumador. No voy a incurrir en la irresponsabilidad de sumarme a alguna medición de profesionalismo dudoso, pero ante las cámaras de los celulares que cada ciudadano carga en su bolsillo y frente a las de los periodistas internacionales de todo origen, la ausencia de los venezolanos de los lugares de voto fue flagrante. Desde los centros más humildes y pasando por los bastiones geográficos del chavismo, la ausencia de electores a lo largo del día fue elocuente, además de constituirse en un mazazo certero en contra de la falta de ejecutorias del gobierno y de las promesas tardías de Nicolás Maduro.

No pudo la amenaza, ni la coacción, ni el chantaje organizado, ni la promesa de un mejor mañana –ahora sí–, ni los videoselfies de los hombres fuertes de la dictadura invitando a sus copartidarios a salir a respaldar al régimen, ni la presencia de los puntos rojos, ni la operación remate de la revolución. De los dos lados de la ecuación política venezolana el hombre de la calle le tiró una trompetilla a quienes sostienen férreamente las riendas del país para decirles que con hambre y sin salud no puede haber solidaridad ninguna.

Según los partes oficiales casi 1 de cada 2 de los componentes del padrón electoral ejerció su voto. De esos votantes, 2 de cada 3 respaldaron al dictador y 1 de cada 5 lo hizo a favor del mayor exponente de la oposición en estos comicios, Henri Falcón.

Con 92% de rechazo a la gestión presidencial actual, un factor reconocido por las encuestadoras serias antes de la jornada electoral, lo anterior es, además de todo, una burla a la inteligencia de los espectadores del proceso y una bofetada a los observadores externos. Todas las verdades reseñadas arriba las conocen con detalle numérico los personeros del alto gobierno. Ya no tienen escapatoria. Es posible no prestar atención al clamor y al rechazo internacional cuando una administración se siente o puede probar que es secundada por un contingente significativo de la población, mas no es así cuando a este gobierno lo han abandonado hasta los suyos.

Lo del domingo fue, en efecto, un paro nacional. Pero esta ausencia debe ser entendida tanto por el gobierno como por el resto del país. El resultado de la jornada nos afecta en más de un sentido. El dilema de la población de a pie era votar por Falcón o no votar y los venezolanos eligieron el ausentismo. Aun si ese candidato hubiera conseguido el doble de los votos que le son reconocidos, su fracaso es estruendoso. Si el gobierno tuviera la real intención de negociar un nuevo gobierno incorporando a la oposición, Falcón no puede representar, en la realidad, sino a un puñito de gentes equivocadas de palmo a palmo, además de oportunistas.

El fraude se consumó. El festejo de ayer en el gobierno era para la galería. En su interior saben los revolucionarios que no tienen país y que no tienen espacio en el mundo tampoco.

El silencio de ayer fue, sin duda, épico.


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