Entre segundas vueltas en Colombia y revueltas en Venezuela, el panorama de ambos países muestra una disyuntiva que mantiene en vilo a sus habitantes y en un estado de incertidumbre. En la vecina y hermana república la disputa por la silla presidencial entre Iván Duque y Gustavo Petro nos muestra una polarización pocas veces vista en su historia. El primero ganó la vuelta inicial por amplio margen, 39,1% de los votos, y su contrincante 24,5%. Todo dependerá de la segunda vuelta, mediante alianzas de ambos candidatos con otras fuerzas políticas.

El 17 de junio el pueblo colombiano decidirá su futuro político, económico y social, entre Iván Duque y Gustavo Petro. El primero, un abogado de 41 años que en su campaña afirmó que su programa de gobierno prevé una guerra frontal contra el narcotráfico con mano firme y  enfrentar a los grupos armados ilegales como los disidentes de las FARC y el ELN, así como la aceleración del crecimiento económico. Para la segunda vuelta del proceso electoral cuenta con el apoyo de los tradicionales partidos Liberal y Conservador. En tanto que Petro, economista de 58 años y ex alcalde de Bogotá, busca cambiar el modelo económico colombiano, dependiente del petróleo y del carbón, con un plan que subiría los impuestos a dueños de tierras improductivas, con el fin ulterior de entregárselas a los pobres y aumentar la producción agrícola. Petro encarna el castrochavismo, y así lo manifiesta a menudo, cuando no deja de rendir culto a los fallecidos Fidel Castro y Hugo Chávez, y su apoyo al régimen de Nicolás Maduro.

En debates públicos y en programas de entrevistas ambos candidatos presidenciales han dejado a la luz sus posiciones políticas y es evidente que están planteadas dos opciones antagónicas, y en tal medida la segunda vuelta retrotrae a los colombianos a viejos tiempos del bipartidismo, a través de la confrontación de un programa conservador y otro liberal de corte socialdemócrata,  y las dos opciones son anti-Petro. Lo que sí se observa es cierto escepticismo en la población votante respecto a apoyar a Petro, pues muchas personas tienen miedo de que les pase lo mismo que está ocurriendo en Venezuela. Temen que de llegar a la Presidencia ponga en marcha la revolución bolivariana y anuncie –ya lo hizo durante la campaña– la convocatoria de la Asamblea Constituyente.

Los colombianos tienen fresco en su mente que un 6 de diciembre de 1998 Hugo Chávez inició en Venezuela el brusco cambio con el cual dio un giro la vida política, económica y social, en contraste a lo que trataron de imponer gobiernos de Acción Democrática y del partido socialcristiano Copei durante el siglo XX. Chávez invocó, primero durante la campaña y luego una vez en el poder, la justicia social, la solidaridad y la democracia participativa, la cual la denominó posteriormente protagónica, orientada a transformar las instituciones, como en efecto a lo largo de 13 años logró secuestrarlas una a una. Inició un modelo de participación política que obligó a llevar a cabo un proceso de relegitimación de todos los poderes, incluyendo la Presidencia de la República, para cuyo efecto removió todas las estructuras, los sindicatos y corporaciones sobre las cuales estuvo sostenido el aparato político en democracia, y para llevar a cabo las nuevas formas de organización socialista, que a decir de Fidel Castro es comunismo, no tuvo reparo en denominarla el nuevo “socialismo del siglo XXI”, cuyo mentor y asesor personal durante un par de años fue el sociólogo alemán Heinz Dieterich, quien por cierto se desilusionó del proceso que llevaba a cabo Chávez, y se apartó física e intelectualmente del llamado proceso revolucionario venezolano.

Poco tiempo después, al consultarle un periodista de una agencia internacional de noticias sobre el gobierno de Nicolás Maduro, Dieterich respondió que “se trata de una dictadura socialdemócrata que se está acercando a una dictadura militar” y que “Venezuela está a un paso del abismo, por lo que va hacia un  desenlace trágico”. Es un duro crítico y considera a Maduro como “una mala imitación” de Chávez, por lo que vaticina al mismo tiempo para el país un desenlace catastrófico”, cuyo signo se avizora con la migración de más de 3,5 millones de venezolanos a otros países de Europa, Estados Unidos, Australia y mayoritariamente latinoamericanos: Colombia, Ecuador, Chile, Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Panamá,  México, Argentina y República Dominicana.

Revueltas

En los últimos años viene recrudeciendo el malestar del pueblo venezolano ante la ineficiencia, ineptitud, incapacidad y negligencia, primero de Chávez y ahora de Maduro, en la conducción de los destinos del país, hoy día padeciendo la más cruel y crítica situación política, económica y social jamás experimentada desde el nacimiento republicano, por la escasez de alimentos y medicinas, inseguridad, corrupción, narcotráfico, nepotismo y toda una serie de males que afectan a hombres, mujeres y niños, en quienes se observa un doloroso cuadro de desnutrición, miseria, hambre, desempleo y la carencia de los servicios públicos más necesarios, como luz, agua y gas doméstico, de lo cual culpa ahora el régimen de Maduro a las medidas económicas aplicadas a su gobierno por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Todas estas carencias que afectan la salud física y mental de los venezolanos han venido generando un inevitable malestar que se ha traducido en protestas en Caracas y demás ciudades del interior del país. Manifestaciones que el régimen denomina revueltas y que el año pasado tuvieron un trágico saldo de más de 143 personas muertas a manos de efectivos de la Guardia Nacional y la Policía Nacional, ambas mal denominadas bolivarianas, y en febrero del presente año el vil asesinato del ex oficial del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas Oscar Pérez, mediante operativo en el que participaron cuerpos policiales y efectivos de la Guardia Nacional en El Junquito. Había desafiado a Maduro y cuando fue sitiado pidió que dejaran de disparar porque tras su rendición hablarían con una comisión del régimen que ya estaba en camino. Todo resultó  inútil, pues Pérez con sus siete hombres y una mujer que lo acompañaban fueron masacrados cobardemente con armas de guerra.

El caudillismo engendró a los dictadores de América Latina y emergieron los populistas, alineados en un engendro socialista denominado “del siglo XXI”: Chávez, Lula, Correa, Ortega y Morales. Sus discursos, marcados con encendidos mensajes demagógicos y radicalmente izquierdistas, hastían hasta el cansancio por lo repetitivo y antiimperialista, por lo que la reacción de los pueblos, entre ellos Venezuela y ahora Nicaragua, se manifiestan con protestas que se realizan casi a diario, que arrojan trágico y doloroso saldo de vidas humanas. 

Entre segundas vueltas y demás, las aguas están revueltas

[email protected] // @_toquedediana


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