Los años del gobierno de Marcos Pérez Jiménez fueron los de mayor prosperidad material que ha conocido Venezuela. En los cincuenta éramos el cuarto país del mundo con mayor renta media per cápita, superados solo por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. El bolívar venezolano y el franco suizo eran las monedas más sólidas del planeta y la inflación inexistente. Fuimos el abastecedor petrolero más seguro y confiable del mundo. Éramos el futuro. Una fuerte corriente migratoria venía a asentarse en Venezuela. Entre 1950 y 1957 fuimos la economía de mayor crecimiento en el planeta. El crecimiento acumulado de nuestro PIB alcanzó 87%, en tanto que la segunda economía que más creció fue la de Alemania Occidental, con 67%.

La Guerra Fría avanzaba. Las dos superpotencias triunfantes en la II Guerra Mundial y sus modelos se enfrentaban en sus áreas de influencia. Había estallado la Guerra de Corea. El comunismo, apoyado por la URSS y China, se quería apoderar del Sudeste asiático. El sha de Irán, que abastecía de petróleo a Estados Unidos y sus aliados en aquel conflicto, fue derrocado en 1952 por su primer ministro Mossadegh, lo que interrumpió la producción petrolera iraní. Se pensó que el comunismo vencería.

El rey Farouk de Egipto fue derrocado en 1952 por Gamal Abdel Nasser, quien en 1956 nacionalizó el Canal de Suez, vital arteria petrolera para el Occidente. Inglaterra, Francia e Israel le declararon la guerra. Nasser contaba con el apoyo de la URSS. Una tercera guerra mundial lucía inminente.

En medio de aquel peligroso panorama geopolítico el petróleo venezolano era vital para el mundo. Eso dotó al gobierno de Pérez Jiménez de inmensos ingresos que bien utilizados fueron la causa de la prosperidad del país, asegurando la estabilidad del régimen.

Pero el gobierno de Pérez Jiménez contaba con una dudosa legitimidad de origen. En 1948 el gobernante había derrocado a Rómulo Gallegos y en 1952 había protagonizado un fraude electoral que lo llevó a gobernar durante los siguientes cinco años. Las libertades políticas brillaron por su ausencia.

Veamos cómo se desenvolvieron aquellos acontecimientos y el paralelismo con muchos de los actuales:

El 1 de mayo de 1957 monseñor Arias Blanco emitió una dramática pastoral contra las injusticias del régimen. El peso moral de las palabras de la Iglesia fue y es determinante. El Colegio de Ingenieros, academias, la Asociación Venezolana de Periodistas, sindicatos, estudiantes y empresarios emitieron, manifiestos en repudio a la dictadura. Muchas personalidades fueron encarceladas o exiliadas y los calabozos se llenaron de presos políticos. Parecido a lo que hoy ocurre.

Al vencimiento del período constitucional, Pérez Jiménez convocó un plebiscito el 15 de diciembre de 1957. Cometió un nuevo fraude electoral al proclamarse vencedor y juramentarse como presidente para un nuevo período de cinco años. Parecía que con el apoyo que se creía incondicional de unas Fuerzas Armadas a las que muchos acusaban de cómplices y corruptas el panorama lucía despejado para el dictador. Sin embargo, había perdido la legitimidad, y sin ella se perdió la autoridad moral para exigir obediencia al mundo militar.

La fuerza, sin el respaldo de la legitimidad, suele volverse contra quien la usa. Así, en la madrugada del 1 de diciembre de 1958 la Fuerza Aérea se alzó al igual que los blindados al mando del teniente coronel Hugo Trejo. En un intento por controlar la situación, Pérez Jiménez reestructuró su tren ejecutivo, excluyó a Pedro Estrada y Vallenilla Lanz y designó numerosos militares incondicionales en su gabinete. Nada logró. El 23 de enero tuvo que huir a bordo de la “Vaca Sagrada”.

La historia tiene una terca tendencia a repetirse. Las analogías son obvias, con la diferencia de que, en lugar de la inmensa prosperidad de aquella época, Venezuela atraviesa hoy la mayor crisis económica de su historia y enfrenta un aislamiento internacional sin precedentes. Tanto peor sale parado el régimen.

Hoy al igual que en 1958, la oposición se une. El 23 de enero es emblemático. La rueda de la historia está girando. Vale aquí citar una frase de Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.

@josetorohardy


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