El 10 de enero no tendremos presidente electo. Las faltas absolutas en las que incurrió Nicolás Maduro, declaradas por la AN y el TSJ, respectivamente, hacen írrita su reelección. De manera que tampoco hay presidente “reelecto”. El vacío de poder institucional en el Poder Ejecutivo y el Poder Electoral se hizo más patente cuando no fue convocada y realizada la elección presidencial para este mes de diciembre, dando por buena esa pretendida reelección anticipada, inconstitucional y fraudulentamente realizada.

Se genera así que hoy no haya en el país un presidente electo –por falta absoluta– al momento en que debería asumir su investidura. En este supuesto debe asumir interinamente la Presidencia de la República el presidente de la AN. Igual debería convocarse y realizarse durante ese interinato una elección presidencial. No contamos con un CNE que cumpla su rol, por lo que no se convocarán ni realizarán y Nicolás Maduro hará caso omiso de la decisión del Poder Legislativo y seguirá aferrado al poder, apoyándose seguramente en su TSJ, declarando en desacato a la AN, al presidente interino y a cuantos le acompañen, con lo que se generaría la profundización de la crisis. 

Dos presidentes, dos TSJ, dos fiscales y dos Asambleas le mostrarán  descarnadamente al mundo la verdadera dimensión de nuestro problema político. Consecuentes con sus previas posiciones, muchos países no reconocerían a Maduro como presidente para un nuevo mandato y tendrán que fijar posición con respecto a un gobierno interino. Transcurrirá infructíferamente el lapso de unas elecciones para proveer el cargo, por lo que el presidente interino deberá cuando menos mantenerse con ese carácter hasta tanto haya una salida política distinta, que nos podría llevar a la conformación en paralelo de un gobierno provisorio de transición en el país.

El desenlace de todo esto es difícilmente predecible. Apostamos que ante esa crisis puedan tener lugar en Venezuela, en algún momento, unas elecciones generales, que no sean producto de una entente entre el régimen y una sedicente dirigencia opositora, concebidas en un diálogo dentro de un cuarto oscuro, en las que la administración electoral le permita al régimen, como hasta ahora ha permitido, hacer convenientes y puntuales concesiones que exhiban el hecho electoral como muestra de un ejercicio democrático que en realidad no existe.

Todas esas elecciones han tenido como cometido el despropósito de alentar y beneficiarse de la voluntad de algunos incautos ciudadanos, así como el de reclutar para esa causa a inescrupulosos actores y promotores, para mostrar como carta de presentación una pretendida legitimación, solo creíble para sus socios externos. Antes, por el contrario, esas elecciones deberán ser la expresión popular más pura en una real apertura democrática, que le dé un giro radical a todo este desastre.

Las elecciones generales, luego de superado este accidente histórico, como es este menjurje castrochavista y milico cubano madurista, impondrán un récord extraordinario de participación. Esto será un mentís a los que aún piensan y promueven que la no participación de hoy afectaría el espíritu y valor democrático que como máxima expresión tiene el voto. De manera que no es cierto que el voto ha sido sepultado por las múltiples farsas electorales, simplemente es un derecho ciudadano que está secuestrado, como lo están todos los demás derechos en el país.

El barajo que suponen unas elecciones generales concitará a una cantidad inimaginable de candidatos, grupos y partidos en un ambiente participativo, pleno de ideas y propuestas. Creo firmemente que este evento tendrá lugar en un futuro próximo y representará el verdadero reinicio del rumbo democrático, aunque para llegar allí tengamos aún que pasar el Rubicón, entendiendo al término como el pase a una fase final.

La proyección de cuanto acontecerá nos impone la implementación de acciones en el marco de un régimen dictatorial, que de seguro traen consigo riesgos y difíciles consecuencias. La claridad de objetivos y una determinación rayana en lo heroico, definirán ese futuro y derribarán ese muro que, como el de Berlín en 1989, fue echado abajo marcándose un hito histórico en la conclusión de un ciclo y el inicio de otro completamente distinto.

El régimen ha llevado a Venezuela a estar descontextualizada en el ámbito internacional. En este país no hay elementos que apunten a la viabilidad de una forma de gobierno que carece ya de capacidad operativa y material. Hay un ambiente de ruina y desesperación, que desmitifica lo que ya es un remedo de revolución, que hará caer ese muro ladrillo a ladrillo con mayor razón. A los cubanos se les agotará el margen de juego. Las dificultades que se les vendrán  encima los pondrán en grave situación y tendrán que abandonar el país como en Alemania lo hicieron los rusos al poco tiempo de caer el muro. Venezuela unida lo logrará.


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