Por Asunción Suniaga

El empoderamiento es un término que proviene del inglés empower’ y se refiere a un proceso intrínseco de confianza que permite el desarrollo del máximo potencial de una persona. A pesar de ser un proceso individual, necesariamente amerita de agentes externos que sean motivantes o desafiantes, que muevan la voluntad de poder en la persona y conlleva a que esta sea agente de cambio tanto personal como colectivo. De ahí que el empoderamiento es un fenómeno de carácter típicamente social y se ha estudiado desde diversas perspectivas: psicológica, social, feminista, educativa, cultural, económica, empresarial y otras.

Desde el punto de vista educativo, el empoderamiento surge a partir de los aportes de Simón Rodríguez, Paulo Freire y otros, quienes promovieron la educación popular para lograr la transformación de la sociedad a través de la alfabetización de los oprimidos, de manera que se conozcan a sí mismos y se desarrollen socialmente.Bajo esta perspectiva, el empoderamiento alude a un proceso de transformación en el estudiante, pero considerando que en el proceso educativo hay una constante interacción estudiante-docente, amerita cuestionar lo siguiente: ¿por qué empoderar al docente? ¿En qué sentido se habla de empoderarlo? ¿Cuáles son los vínculos entre empoderamiento y saber enseñar? ¿Cómo sabremos que está inmerso en un proceso de empoderamiento?

Según Reyes y Cantoral (2012) el empoderamiento docente es un proceso que vive el docente, en conjunto con sus colegas e investigadores, que permite problematizar el saber enseñar, para hacerse dueño de su propia práctica y así transformar su realidad. Esto significa que el empoderamiento docente busca desarrollar en este actitudes de liderazgo, de problematización y apropiación del saber enseñar que permite innovar en su praxis docente haciéndose dueño y constructor de su propia realidad.

Ante ello, consideramos que el empoderamiento docente busca analizar el desarrollo profesional del docente, partiendo de sus conocimientos empíricos, populares, académicos y de la profesión. Posteriormente, se espera que este reflexione sobre su significado y sus usos. Finalmente, este establece estrategias o herramientas que le permitan ser agente de cambio tanto personal como en su entorno.

En otras palabras, un docente que cuestione y analice los fundamentos y procesos de donde se derivan los conocimientos sobre la enseñanza, que reconozca los distintas formas de argumentación y privilegie la vida misma del que aprende, favoreciendo la aparición de diversas racionalidades contextualizadas y que cambie su relación al conocimiento de su profesión, es un docente que está inmerso en un proceso de empoderamiento. Esto, a su vez, implica un proceso de transformación educativa, por cuanto amerita un cambio de actitud del docente hacia el conocimiento y su praxis, así como también el desarrollo de nuevas capacidades, habilidades y destrezas que hacen de la docencia una experiencia gratificante.

No obstante, las transformaciones educativas que hoy podemos observar apuntan más a la puesta en práctica de diferentes corrientes y modelos pedagógicos externos, que a procesos de análisis y de creación propios de nuestra cultura e identidad. Erróneamente, se cree que las transformaciones educativas se logran por la cantidad de contenidos impartidos, al cómo son enseñados o a la tecnología utilizada, pero es el empoderamiento docente el que proporciona un análisis crítico y reflexivo del proceso de enseñanza, dando importancia al qué se enseña con los contenidos y al desarrollo de la capacidad creativa y de innovación en el docente para cambiar su realidad por iniciativa propia.

Por tanto, consideramos que el empoderamiento docente es un proceso vivido por el docente en conjunto con otros, a objeto de comprender, aceptar y participar de una propuesta novedosa sobre el aprendizaje centrado en prácticas y no en objetos abstractos; no es un suceso que se otorga, sino que se produce desde el docente; parte de su reflexión y se consolida en la acción; y transforma la realidad.

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