La intrincada red de los artificios del poder constituye uno de los problemas fundamentales de la descomunal crisis que vive el país. La opresión y el odio, la inseguridad y la ignorancia, la incertidumbre y el atraso han empujado a la miseria y alejado de la emancipación a la sociedad que según la Constitución debería fundamentarse en la libertad y la justicia, la democracia y el sentido del Estado sagrado por el esfuerzo común para vencer las dificultades. Al contrario, el Estado ha perdido su calidad peculiar de ser soberano, espectro de los intereses específicos de los ciudadanos, y se ha convertido en los últimos veinte años en instrumento sistémico de la protección de los intereses subalternos de grupos cohesionados de delincuencia común y política, de narcotraficantes y militares que lo han atropellado, perjudicando su soberanía e integridad nacional.

La diversidad histórica de origen y de finalidades de estos protagonistas pierde significación por encontrarse todos impermeables frente a la dinámica de las relaciones humanas, la ética y la cultura, la identidad de una patria que se ha reducido en un estatus de emergencia para el cual el intento de nuevos acercamientos teóricos constituye un orden irracional detrás de un socialismo inexistente o un nacionalismo de diverso cuño: en la realidad no se puede más esconder tanto la ineficiencia de un modelo obsoleto de ejercicio de poder que  ampliamente ha demostrado su límites económicos y sociales, cuanto el nuevo derrumbe al cual ha sometido las expectativas suscitadas de recuperación de la dignidad individual y colectiva cual postulada por el falso asidero democrático de referencia.

El aliento mitográfico del chavismo para localizar otra vez en el tiempo y en el espacio fenómenos de matrices diversas, a las cuales se pueden conferir dimensiones suplementarias, no sustitutivas, disminuye las perspectivas que no se pueden más alcanzar y las confunden con una seudoideología que se identifica con abstinencia, hambre, sacrificios, crisis humanitaria. Como escribe Claude Levi-Straus: “No es la comparación la que funda la generalización, sino al contrario”. Es un método descuidado o ignorante de este principio, por lo cual A. Van Gennep afirma: “La idea de un período es demasiado abstracta para que su personificación pueda ser primitiva”.

El primitivismo se puso de manifiesto empezando con la “apropiación indebida” del “millardito de dólares” restado al flujo financiero del Banco Central de Venezuela cambiando la ley constitucional que lo regía: las sucesivas modificaciones han reducido el BCV a una copia estereotípica de su homólogo cubano.

Con esta expoliación se dio inicio en Venezuela a lo que Durán define: “La eliminación del dinero en efectivo, pero no a su sustitución por divisa electrónica como vía más eficaz para combatir el fraude y la elusión fiscal”, porque no se soportó ni en la producción real de bienes y servicios, ni en la preservación de reservas, como basado en la tecnología del blockchain (Nakamoto, 2009), sino en el “petro” cual promesa de pago a futuro que derivaría de la extracción del petróleo y de otra materia prima.

Por supuesto, la eliminación del dinero en efectivo favorece la política monetaria y económica del gobierno y de los bancos, pero perjudica a los ciudadanos porque permite una vigilancia masiva que limita libertades constitucionales individuales y colectivas relacionadas con inversiones y la libre iniciativa de los emprendedores, impide el retiro de fondos frente a una crisis bancaria o pánico bancario, y penaliza los ahorros con intereses negativos respecto la indexación con los índices de la inflación. En efecto, la continua devaluación del bolívar ha reducido progresiva y firmemente las transacciones económicas y financieras, el intercambio de bienes, la donación, las libertades económicas.

La tradicional función del dinero efectivo de facilitar el crédito y el comercio a través de los numerosos productos creado por los bancos, títulos de crédito, cheques, letras de cambio, bonos, derivados financieros y de crédito, ha sido sensiblemente reducida por la política monetaria aplicada y los bancos han perdido su característica institucional de intermediarios del crédito y haberse transformado en financiadores del gobierno utilizando los ahorros de los venezolanos. Así se ha frenado la economía productiva, induciendo desempleo, aumento de los precios de los bienes y servicios básicos, disminución de la demanda.

Según la teoría clásica, esta última viene determinada por la oferta de dinero efectivo y los depósitos bancarios. El aumento de los medios electrónicos de pagos (tarjetas de débito o de crédito y transferencia electrónica) ha correspondido a una reducida capacidad, hasta anular la creación de dinero de los bancos mediante crédito, también debido al encaje legal practicado por BCV.

En efecto la práctica de la política monetaria ha sido dirigida para comprimir la economía y aumentar la dependencia de las importaciones, sin tener divisas para pagarlas. Es decir, que la desaparición del dinero en efectivo consolida el monopolio de la banca sobre el dinero y el control del Banco Central sobre la economía: es el triunfo efectivo de la financiación. Para ser más explícito: el Ejecutivo tendrá un control mayor de todos los movimientos económicos y financieros y, consecuentemente, podrá aplicar y exigir el pago de los impuestos correspondientes.

En lo social, Durán resalta que una sociedad sin efectivo trae consigo un aumento de las desigualdades sociales que se amplían debido al reducido acceso al sistema móvil o digital. Si desaparece la moneda oficial, D. Wolman sostiene que la figura del “banco central” no tiene sentido y que la economía quedaría en manos de la banca privada.

Pero para Venezuela no es necesario esperar tanto: ya el Ejecutivo de una forma u otra ha hecho desaparecer las reservas de oro, posiblemente para pagar deudas en el exterior, y puede ser que quede alguna cantidad de divisas para la importación de cinco días. Pero, no habíamos imaginado que se utilizarían las obras de arte custodiadas en el BCV para disminuir la deuda contraídas con Rusia para comprar armas.

En cada economía existen factores que no son de interés de ningún participante, pero que son esenciales para la sociedad como un todo.

La inteligencia de la revolución social comunista bolivariana ha programado y realizado con la supervisión de Cuba una “irracionalidad perfecta” que con el cambio de las reglas económicas ha eliminado la soberanía, la independencia y la identidad de la nación.


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