«Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo», La vida de la razón. George Santayana. 1906.

El 5 de febrero del año 1941 regresa Rómulo Betancourt del exilio y al día siguiente sus compañeros, bajo sus órdenes, estaban lanzando desde Apure la candidatura simbólica de Rómulo Gallegos. Era simbólica, porque quienes iban a elegir al sustituto de López Contreras era un Congreso que había sido escogido por el dictador Juan Vicente Gómez. Parlamento que había designado a López e iba a ahora a escoger al general Isaías Medina, pero había que presentar batalla y una alternativa al pueblo. Por esa misma razón fue por la que Betancourt pronunció aquella frase que se hizo célebre: “Vamos a participar en estas elecciones con un pañuelo en la nariz”.

Esa frase puso punto final a un debate interno, dentro de las filas del equipo dirigente que, meses después, en septiembre, iba a fundar una nueva organización política: Acción Democrática. El debate tenía abierta la discusión entre tres grupos: los que querían abstenerse porque decían, con argumentos sólidos, que esa elección no tenía ninguna posibilidad de ser ganada y que sería un circo donde Rómulo Gallegos haría papel de bufón; otra corriente quería que se presentara a un hombre independiente, honorable pero anodino, que sería Francisco Izquierdo y, finalmente, el grupo liderado por Betancourt sostenía que el candidato debía ser Gallegos, pues se había autoexiliado en 1930 para no ser senador escogido a dedo por Gómez; había sido ministro en el régimen de López, pero había renunciado por diferencias con el continuismo. Betancourt argumentaba, además, que el Dr. Izquierdo era persona honesta y democrática, pero “solo sabían de su existencia sus familiares y los enfermos de su clientela”. También, en aquella época, como hoy día, surgían críticas contra esa política desde el gobierno y desde la oposición.

Ya vimos los debates desde la oposición. Ahora, desde el gobierno, los partidarios coaligados de López y Medina se burlaban de la candidatura de Gallegos, llamándola “lírica”. Andrés Eloy Blanco, con su eterna agudeza e ingenio, respondió a esas críticas diciendo: “Si lirismo es pedir educación y pan; y lirismo es pedir libertad de expresión y lirismo es pedir organización del pueblo venezolano en partidos políticos, entonces… ¡Vivan los pueblos líricos! Lírico sería Gallegos si creyera que tiene 99% de posibilidades de ser presidente de Venezuela. En cambio, el gran significado pedagógico de su candidatura no es ningún lirismo, sino la única realidad que conserva la esperanza civil de este pueblo. ¡Ah, amigos! Pero yo, a veces me descubro ante la despreocupación de los realistas, ¡qué felices son! ¡Qué cómodos están! ¡Qué hermoso deber ser vivir con la puerta cerrada a todos los clamores! ¡Qué hermoso es eso de decir que uno no es político aunque viva de la política!…”.

En aquella brillante argumentación estaba resumida nuestra política de entonces, a pesar de que los electores serían los congresistas de clara e indudable filiación “neogomecista”, se hizo una campaña como si se tratara de una elección popular, con afiches, mítines y concentraciones públicas, lo que permitió dar a conocer a Gallegos y a todos los demás dirigentes, que meses después fundarían Acción Democrática, en toda Venezuela. No hay dudas de que en aquella farsa electoral salió designado el general Medina y derrotado Gallegos, pero se sentaron las bases para abrir los caminos democráticos que permitieron elegir a Rómulo Gallegos en 1948, “el lírico”, como el primer presidente de Venezuela elegido por el pueblo con la mayor votación de la historia, aún no superada porcentualmente.

Después de 75 años, vuelve el empeño de algunos, huérfanos de visión política, de llevarnos a la abstención, quieren que nos entreguemos sin pelear, sin darse cuenta de que solo inscribiendo nuestros candidatos, en la celada de esta nueva regresión histórica, obligamos a los reaccionarios de hoy a presentar batalla y derrotarlos cualquiera sea su decisión. Si participan les ganamos y si no lo hacen, impidiendo su realización, también saldrán derrotados frente a la historia y de cara a las nuevas y futuras generaciones.

Así que los demócratas con AD al frente, cómo no, vamos a participar “con un pañuelo en la nariz”, porque somos conscientes de todos los obstáculos, trapisondas y dificultades que impone este régimen para pretender desconocer el derecho soberano del pueblo de elegir a sus gobernadores de estado, luego a sus alcaldes y después al mismísimo presidente de la República.

Es que –parodiando a Andrés Eloy– en AD tenemos 75 años conociendo lo hermoso que es ver cómo los que nos critican digan que no son políticos, aunque vivan de la política, y sabemos que participar significa, hoy como ayer, la única realidad que conserva la esperanza civil de este pueblo y, como en 1945, recuperaremos la democracia para devolverle al pueblo, una vez más, su soberanía secuestrada.

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