Brasil entra en la recta final para escoger al nuevo presidente de la Republica para el periodo 2019-2023. La diferencia de Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, sobre Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, de 17,5% en la primera vuelta permitiría pronosticar su victoria.

Sin embargo, mi amigo periodista Leonardo Coutinho me dijo al día siguiente del triunfo de Bolsonaro que el escenario no estaba fácil, porque el candidato del PSL es su propio enemigo; la abstención, los votos en blanco y los nulos rondaban 30%; y los medios de comunicación e intelectualidad brasileños están en su contra. Además, señaló que en los 27 años de carrera parlamentaria no tiene proyectos de ley importante.

Bolsonaro representa el autoritarismo, el racismo, el machismo, la homofobia. Asimismo, tiene nostalgia por la dictadura que tuvo Brasil durante las décadas 1970-1980. Su mensaje de que “Brasil es un caso perdido, que necesita un gobernante con puño de hierro para restablecer el orden”, hace eco en la mayoría de los brasileños molestos con el aumento vertiginoso de la violencia causada por el crimen organizado, bandas criminales e intervenciones policiales; la corrupción transversal, caso Lava Jato y Odebrecht; y la recesión económica que ha ocasionado un aumento del desempleo.

Un día después del triunfo de Bolsonaro, el líder de la ultraderecha italiana Matteo Salvini, vicepresidente y ministro del Interior de Italia, celebró la victoria en la primera vuelta: ”!También Brasil cambia! y hay aire nuevo. #GoBolsonaro”. Un mensaje que muestra la coincidencia de la ultraderecha europea con el líder del PSL.

Por otro lado, el posicionamiento electoral de la ultraderecha (conservadora, antiinmigración, euroescéptica y nacionalista) en Europa ha contado con el apoyo de Vladimir Putin desde hace un lustro.

Actualmente, la extrema derecha europea está presente en 17 parlamentos nacionales de la Unión Europea, en 9 de las 10 mayores economías del bloque. En 8 países de la Unión han entrado ya en el Ejecutivo o lo apoyan desde fuera. En Hungría y Polonia gobiernan en solitario.

En esa tendencia, los acontecimientos del Brexit en Gran Bretaña y la elección presidencial en Estados Unidos en 2016 marcan un distingo, porque muestran la intención del Kremlin de subvertir el orden democrático occidental.

La primera ministra británica, Theresa May, y el FBI de Estados Unidos han señalado la intervención de agentes rusos en el referéndum en Gran Bretaña y la elección presidencial en Estados Unidos, divulgando noticias falsas y usando la información como “un arma” en la era de la posverdad. 

En el caso de Estados Unidos la manera como lo hicieron fue recabando inteligencia, datos y métricas de los grupos digitales más grandes en varias redes sociales. Medían el tamaño de los grupos, la frecuencia de publicación y el nivel de interacción de los usuarios con el contenido en Facebook, Twitter y Youtube. Lo que permitió la caracterización y descripción de los nichos electorales y la creación de perfiles que orientaron la comunicación y acción política del candidato republicano.

En el caso de Bolsonaro, “Brasil por encima de todo; Dios por encima de todos” ha sido el eslogan de campaña. Se parece mucho al “America First” de Donald Trump, a quien Bolsonaro dijo admirar.

Si Bolsonaro gana la elección el 28 de octubre, tanto el régimen de los ayatolás como el de Cuba perderían el espacio político que les otorgaron los gobiernos de Lula y Dilma. Para Cuba significaría el regreso de más de 11.000 médicos cubanos que participan en el programa creado por Rousseff de Más Médicos.

Los últimos sondeos dan como favorito a Bolsonaro para la segunda vuelta, con un rango de 54%-52% de la intención de voto frente al 39%-37% de su rival, Haddad. Es la cifra más alta que ha logrado obtener hasta ahora el candidato del PSL. También es la primera vez que Bolsonaro reduce el índice de rechazo. Se ubica entre 38%-35%, mientras el candidato del PT obtiene entre 53%-47%.

La falta de apoyo de los medios de comunicación e intelectuales brasileños a la candidatura de Bolsonaro no ha mermado su caudal de votos por ahora.

El uso de los grandes datos (big data) dejados por los brasileños en las redes sociales (huella digital) de manera consciente o subconsciente han permitido posicionar el mensaje de Bolsonaro de forma eficaz y eficiente de la misma manera que ocurrió en el Brexit y en el triunfo de Trump. Lo que indicaría que el Kremlin estaría colaborando en el triunfo de la extrema derecha en Brasil, el país más grande de Latinoamérica.

Hay mucha tela que cortar.


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