Es cada vez mas frecuente escuchar en boca de los venezolanos opositores que se debe ingresar al país con una fuerza armada propia que resguarde la urgente ayuda humanitaria donada por países amigos, y depositada en estratégicos puntos limítrofes.

La falta de acuerdos que se pudo observar el pasado 23 de febrero entre miembros del Grupo de Lima, en cuanto al acompañamiento a resguardo de alimentos, medicinas y equipos médicos-asistenciales, pone en el tapete tal iniciativa.

Esta acción disminuiría el número de fallecidos violentamente –23.047– reporta para 2018 el Observatorio Venezolano contra la Violencia. Calculan su baja como resultado de la iniciativa policial-militar en 6.912 víctimas.

Lo que ahora se escucha con mayor exigencia es consecuencia de un punto planteado por los hombres de armas desde las manifestaciones en abril de 2002, cuando numerosos residentes marcharon pacíficamente a solicitar la renuncia del entonces presidente Hugo Chávez, amparados en los artículos 350 y 333 de la Constitución vigente desde 1999, y fueron masacrados.

Oficiales y suboficiales profesionales de la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela, hoy en el exilio, en previsión del retraso por razones políticas de la fuerza armada multilateral, trabajan en la integración independiente de un ejército accedido por venezolanos.

Dicha fuerza entraría con el auxilio vital a ser distribuido, para luego de ser apoyados por cohetes tierra-aire, encontrarse posteriormente con la resistencia interna y asegurar las posiciones objeto del bombardeo de un número aproximado de 500 unidades Tomahawk, previa anulación del espectro comunicacional.

Esta acción inicial de alto riesgo apoyada por la inteligencia estará precedida de un proceso de entrenamiento de 5.000 hombres entre voluntarios o tropa, oficiales y suboficiales experimentados.

Este conjunto que integraría una brigada o batallón de infantería está compuesto por pelotones y compañías.

Cabe llamar la atención el número de voluntarios que se han ofrecido para atender esta fuerza de penetración territorial en la cantidad aproximada de 5.000 que, junto con los 1.000 expertos oficiales ubicados en territorio colombiano, constituyen el monto inicial registrado por ahora. Al detalle evaluado, el tiempo de entrenamiento es de 60 a 90 días para la consecuente entrada.

Para el momento de esta publicación consideran que contarán con espontáneos para ser componente de la unidad de rescate de la libertad, que serán sometidos a intensas investigaciones, de acuerdo con el perfil presentado.

PBIS o entrenamiento básico ofrece al soldado actitud individual en temas como disparar, camuflaje, observar el medio que lo rodea, saber moverse, trabajar en equipo y comunicaciones.

Miembros superintendentes deben conocer de ingeniería, artillería, blindado, comunicaciones avanzadas y logística.

En cuanto armas y equipamiento, estos integran la logística que detallamos: alimentación, uniformes, intendencia, comunicaciones, sanidad preventiva y acción, transportación, partes y repuestos, municiones, explosivos y salarios.

Al referirnos a las armas indicamos los fusiles, blindados móviles que avanzan al frente, artillería, la caballería aérea representada en helicópteros de transporte y combate.

Todos estos dispositivos son utilizados en simulacros estratégicos en los que el Estado mayor los ubica en el teatro de operaciones planificado previamente.

Profesionales castrenses activos que se han trasladado en número de más de 1.000 efectivos a territorio colombiano y reconocido al diputado Juan Guaidó como presidente encargado del Ejecutivo, se quejan del trato recibido por la autoridad del comisionado de las Naciones Unidas para los desplazados, mientras las autoridades colombianas y la Embajada de Venezuela en Colombia realizan gestiones para proteger al contingente.

Muchos se preguntarán de dónde saldrá el dinero o quién asumirá el costo de operaciones para 90 días de entrenamiento, incluso los campamentos para tal fin.

Comentan quienes solicitan sustanciales aportes a multimillonarios venezolanos para ingresar el auxilio alimentario y medicinal escoltado, que ello no se ha logrado. Tanto es así que en el mejor de los casos por colaboraciones en metálico hay quienes se atreven a solicitar un puesto en el futuro gabinete ministerial.

Indican conocedores de los famosos “perros de la guerra” o comerciantes en armas y explosivos, las administraciones en el ostracismo o comités de grupos rebeldes son los llamados a realizar el desembolso o buscar ayuda entre los personajes afines.

Estimados amigos, llegamos a la realidad: la guerra es costosa, muy costosa. 90 días de combate, considera el planificador, obliga desembolsar 500 millones de dólares y ello contando con que una vez asegurados los objetivos territoriales entrará en apoyo la fuerza multinacional.

Estados Unidos de América, su gobernante Donald Trump ha demostrado estar al lado de los venezolanos. La capacidad de fuego del Pentágono ahorraría males y los usurpadores pensarían dos veces en retar el tecnológico pertrecho; de lo contrario, dicen los militares estrategas, habrá que esperar entre 30.000 y 60.000 muertos para que cascos azules de las Naciones Unidas volteen a mirar al norte de Suramérica.

Militares y voluntarios patriotas han dado un paso al frente. Nos toca a todos colaborar activamente por Venezuela.


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