De joven, cuando el país trataba de escoger, sin saberlo, entre el laberinto y la línea recta que lleva a la felicidad, Eduardo Vásquez fue chofer de camión, mecánico y también fotógrafo, pero con esfuerzo, dedicación y rigor cumplió su cometido de ser filósofo, pensador universitario, académico e investigador en el buen sentido de la palabra. Precursor de los estudios hegelianos en Venezuela, descubrió muy pronto cuán estalinista y poco respetuoso de los derechos humanos sería el “proceso revolucionario” que comenzó con la victoria electoral del teniente coronel Hugo Chávez  en la elecciones de 1998 y que se profundizó cuando fueron invitados los cubanos a traer su “experiencia” a cambio de petróleo, dólares, poder e impunidad.

Metódico y buen amigo, generoso y conversador, enseñó la dialéctica de Hegel y el método de análisis de Marx; denunció las equivocaciones y falsedades de Alexander Kojeve, que se hizo millonario en Occidente como capitalista siendo un vulgar espía de la KGB; alertó sobre los estropicios y crímenes de Stalin en el nombre del socialismo; y cuestionó, sobre todo, la dependencia de los “pensadores” criollos en los textos que sobre un distorsionado pensamiento de Marx regalaba la Academia de Ciencias de la URSS.

Desde muy temprano contó con el señalamiento, el acoso, el ataque frontal y encarnizado de las marionetas de Moscú y de los creyentes materialistas. En 1969, en plena Renovación Universitaria, el PCV colocó una enorme pancarta en la fachada de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela en la que lo acusaba de traidor. Había publicado un ensayo en el que dejaba claro las distorsiones perpetradas contra el marxismo, sus propias  carencias y, además, dejaba claro que el marxismo-leninismo era una perversión de Stalin para perpetuarse en el poder y someter a la población con la muy hegeliana dialéctica del amo y el esclavo.

En sus artículos siempre insistió en que la gran falla del marxismo originario, y del propio Marx, era haber ignorado la existencia e importancia de los derechos humanos, el eslabón fundamental de la modernidad. Sobre la libertad de expresión, por ejemplo, decía que era un derecho universal, un valor sin el cual los hombres pierden en humanidad y libertad: “Para que se cumpla no solo tiene que estar en la ley, sino también en la conciencia de los ciudadanos que deben actuar contra todos los intereses y fuerzas que se opongan a su realización”.

Como profesor de posgrado de la Universidad Simón Bolívar se dedicó a investigar y pensar sobre la libertad y la gran equivocación que ha sido identificar juicios morales como verdades científicas.

Vásquez contaba que la colectivización de la agricultura en la Unión Soviética, una puñalada en el corazón de la producción, se basaba en considerar el trabajo colectivo superior al individual. “Eso no es una tesis económica sino una tesis moral. Lenin acuñó un tipo de partido que le calzó perfectamente a Stalin y a todos los dictadores que se declaren socialistas. Cuando 25.000 obreros se alzaron en una base naval para pedir una constituyente, Lenin los descalificó: ‘Locos, ruidosos. Hay que eliminarlos’. El Ejército Rojo acabó con ellos. Un leninista siempre está presto a acabar con la mitad de la humanidad para que no le diga a la otra mitad adónde lo llevan bajo engaño”.

Sin duda ahí está el origen de la pancarta y también todos los maltratos que la indigencia intelectual dirigió en contra de un hombre bueno que supo enseñar y vivir con la frente en alto.

—Si los chavistas leyeran el Manifiesto Comunista, mucho más sencillo que El capital, sabrían que Marx y Engels consideraban el capitalismo como el sistema más efectivo para crear riqueza y no alentarían su destrucción. Tampoco la humanidad se recupera del daño descomunal que le infligió Lenin al meter en la filosofía la política propia de una banda de delincuentes: torturas, campos de concentración, genocidio. Envileció la grandeza del pensamiento y nuestros teóricos lo llamaron humanismo.

Eduardo Vásquez, mi amigo el filósofo, murió el 17 de agosto pasado, pero su bondad e inteligencia siempre serán una referencia obligada. Cerrado por duelo.


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