El pasado martes escuché a Eduardo Fernández en la entrevista que le hizo Eduardo Rodríguez en el programa A Tiempo del canal IVC. Presté mucha atención porque siempre he sentido respeto y aprecio personal por Eduardo, y lo reconozco como un político tolerante, culto y formado al amparo de los valores democráticos. Hay que reconocer el tono conciliador y elevado que caracterizó la entrevista y su mensaje al mundo opositor. De ahí surge el tema de este artículo.

Lo primero a señalar sería que “la política es el arte de lo posible”, lo que significa que se debe mantener la mente abierta para reflexionar sobre los distintos escenarios posibles en relación con las “elecciones”. Estamos frente un proceso electoral inédito: el candidato del gobierno controla todos los poderes, con inclusión del árbitro. Inhabilita a quienes considera pueden derrotarlo e, igualmente, inhabilita partidos en la búsqueda del partido único, como en Cuba. Por si fuera poco, el llamado electoral lo hizo una asamblea constituyente cuya convocatoria no fue consultada al pueblo, como pauta el artículo 347 de la Constitución.

Por su parte, la presidenta de la constituyente declaró: “Más nunca vamos entregar el poder político, que por el contrario vamos por la conquista del poder económico” (www.youtube.com/watch?v=4A2bc5zAKjo). A lo anterior se debe añadir la posición de las democracias occidentales y su declaración de no reconocer los resultados de este proceso, porque no cumple con los requisitos mínimos que ofrezcan garantías de que los resultados serán respetados.

Es dentro de este contexto como puede verse el llamado de Eduardo Fernández de votar por Henri Falcón. Sus razones son las siguientes: (i) la abstención puede salvar a Maduro; (ii) “no hay nada más importante que hacer en Venezuela en este año que cambiar al gobierno de Maduro”; (iii) se debe enfrentar a Maduro aunque no estén dadas todas las condiciones, por cuanto “hay que vencerlo con sus trampas”; (iv) para lograr ese triunfo -a pesar de las trampas- se requiere la “unidad nacional”; (v) si todos votamos no es posible que gane Maduro, porque somos 80% los que queremos sacar a Maduro con el voto; (vi) Falcón “tiene defectos, como también tiene virtudes, pero es lo que se ha presentado”; (vii) no fue posible conseguir un candidato de unidad nacional al estilo de Winston Churchill; (viii) quienes combaten el voto no proponen un plan alterno, no hay acuerdo para nada; (ix) como ejemplo recordó las elecciones de noviembre de 1952, cuando Jóvito Villalba y Rafael Caldera decidieron participar pese al ambiente abstencionista, e incluso con partidos inhabilitados como ahora.

Después de escuchar a Eduardo, me quedan todavía algunas dudas: si Falcón gana, ¿qué hará con la asamblea nacional constituyente? ¿Cómo evitar que esta institución ilegítima lo despoje de sus facultades, como ocurrió con la Asamblea Nacional? ¿Se ha reunido Falcón con el alto mando militar para pedirles imparcialidad en relación con el proceso? Todo esto debe ser aclarado para poder ponderar la mejor decisión.

Siendo así el asunto, hay que saber lo que hará la oposición el día 21 de mayo, independientemente de si Maduro reconoce o no el posible triunfo de Falcón, en caso de que la abstención sea vencida. También qué hará la oposición si Maduro “gana” las elecciones. Todas estas perplejidades deben ser aclaradas por quienes solicitan votar.

Lo que resulta claro es que para poder triunfar se requiere de unidad; y esta depende de la tolerancia y humildad de todos los que queremos regresar a la democracia.


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