“¿Sabrá Delcy Rodríguez que habla por boca de los asesinos de Auschwitz al considerar que la dignidad es un complejo capitalista merecedor de ser extirpado por su hermano, una suerte de doctor Mengele venezolano? ¿Qué la dignidad, estatuida por Sócrates y Jesucristo como normas indelebles de lo humano, es lo que nos diferencia de los protozoos?”

Termino el año leyendo una obra monumental de un judío vienés, Raul Hilberg, que describe con una estremecedora y a veces casi insoportable minuciosidad el sistemático proceso de aniquilación física y moral al que los nazis sometieron a 5 millones de judíos europeos en los años postreros del reino de los mil años, reducidos a doce gracias a la grandeza y decisión de hombres de infatigable e imbatible coraje, como Winston Churchill, a quien nuestra civilización le debe su humana sobrevivencia.

Se llama “La destrucción de los judíos europeos”. En más de 1.500 páginas de una lacerante y acuciosa investigación, despliega Raúl Hilberg el apocalíptico escenario de la más espantosa pesadilla sufrida por un pueblo admirable caído bajo las garras de otro pueblo admirable, ambos unidos para siempre por la genialidad de sus grandes creadores, como Einstein y Goethe, por sólo mencionar a los más egregios.

La cultura de esta torturada humanidad no hubiera alcanzado sus inmarcesibles alturas sin la comunión de ambos pueblos. Europa no hubiera alcanzado su grandeza artística, científica y cultural sin esa maravillosa simbiosis representada por un judío alemán. Hasta el nacimiento de Adolf Hitler y el delirio y la crueldad monstruosa e inconmensurable en la que sumiera a la Alemania de Bach y Beethoven, de Mozart y Schubert, de Kant y Hegel, de Nietzsche y de Heidegger.

Ya me había asomado a ese insólito infierno real en una obra breve y la más conmovedora que hasta hoy haya leído: “Si esto es un hombre”, del judío piamontés Primo Levi. Que narra con una sobriedad narrativa propia de un desapasionado investigador, el proceso de deshumanización total al que eran sometidos en pocas horas los prisioneros judíos europeos, él y otros judíos italianos entre ellos, que llegaban en trenes especiales por cientos de miles a Auschwitz, por millones de millones a la red concentracionaria y exterminadora de los nazis en Europa.

El título de esa obra lo expresa todo, sin una gota de sarcasmo. Al cabo de dos años pasados en Auschwitz bajo la sistemática deshumanización a la que lo sometieron los carceleros alemanes, asistidos por algunos de los prisioneros, Levi se pregunta si los despojos de humanidad y de vida que sobrevivieron al proceso de “extracción de su dignidad” merece ser llamado “un hombre”.

Sus dudas y el peso insoportable de cargar con los restos terminaron llevándolo al suicidio. La carga emocional de esa espantosa vivencia lo empujó al abismo de la muerte por el rellano de la escalera desde el tercer piso de su apartamento turinés.

Culminaban los descendientes de Marx y Engels en pocas horas su proceso de deshumanización de los millones de candidatos a las cámaras de gas y los hornos crematorios, tatuándoles un número en la muñeca. Habían sido reducidos nada más bajar de los vagones de transporte y ser conducidos por los corredores de la muerte, como reses al matadero, a su mera animalidad, a lo que Michel Foucault llamara “la nuda vita”, la vida en su absoluta desnudez. Les habían extraído la poca dignidad que aún les quedaba, junto con sus ropas, sus joyas, sus vestidos ¿Sabrá la máxima representante del pensamiento y la práctica madurista, Delcy Eloina Rodríguez, que actúa en fiel reflejo de los monstruosos asesinos de Auschwitz cuando considera que la dignidad es “un complejo capitalista merecedor de ser extirpado por su hermano”, un psiquiatra parangonable con el doctor Mengele de los nazis? ¿Sabrá que la medida de un hombre, en todo tiempo y lugar, es su dignidad? ¿Que la dignidad, estatuida por Sócrates y Jesucristo como normas indelebles del ser humano, es lo que nos diferencia de los protozoos?

Venezuela ha regresado a la oscura y sórdida trama de sus orígenes. Boves ha revivido. Nos aguarda el canibalismo.


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