La agenda colombiana de seguridad interior y el desarrollo económico de la nación vecina fueron los platos fuertes en todas las reuniones del presidente electo de Colombia con el alto gobierno de Estados Unidos en los días pasados. Pero llama la atención que al cierre de su visita, al hacer el presidente Duque un balance de tales conversaciones, no dejó de mencionar el respaldo obtenido a todos los temas tratados y en particular a lo que queda por hacer en el continente en cuanto a la preocupación que levanta la situación de Venezuela.

No fue por casualidad que se utilizaron los días de la presencia del mandatario colombiano en la capital estadounidense para que algunos interesados en sembrar tormentas airearan ante el público, a través de la prensa y, sobre todo, de las redes sociales, un viejo asunto relativo a la consideración por parte de Donald Trump de la opción de una intervención militar en nuestro país. El tema llevaba más de un año de haber sido tratado y zanjado. Había sido desechada cualquier forma de intervención tanto por el presidente Trump como por sus colaboradores inmediatos. ¿Cuál era el motivo para sacar a relucir de nuevo la posibilidad de una invasión desde Estados Unidos a Venezuela?

No es difícil imaginar que el principal colaborador que debería tener cualquier fuerza externa para intervenir con algún nivel de éxito en Venezuela es el país vecino, y Colombia sería, sin duda alguna, el mejor ubicado geográficamente para poder apoyar logística y estratégicamente una iniciativa de esta naturaleza. No es tampoco un secreto la importante disociación que existe entre las dos formas de gobierno imperantes en los dos países; ni cómo Colombia está siendo afectada desde Venezuela no solo por una avalancha de inmigrantes que les genera importantísimos problemas en las regiones fronterizas, sino, además, del colosal conflicto que los gobiernos colombianos han enfrentado por la incapacidad de controlar el narcotráfico gracias a la connivencia militar venezolana con los líderes del crimen del lado colombiano de la frontera. ¿Qué nación mejor que Colombia, pues, para hacer causa común con Estados Unidos en una solución de fuerza de la naturaleza planteada? ¿Cuál país más interesado que Colombia en que vuelva la calma a Venezuela y que la nación se enrumbe por derroteros más plausibles para los colombianos?

La realidad es que el tema de una eventual invasión o intervención en Venezuela nunca fue objeto de conversación entre los funcionarios norteamericanos y el presidente Duque, aunque la preocupación de todo el entorno latinoamericano por la depauperación del país, la emigración indetenible de ciudadanos y la pérdida total de la democracia sí fue motivo de deliberaciones. Se hizo claro en estos encuentros que Colombia tiene una posición contundente de rechazo a la autocracia que gobierna el país y que será un elemento clave en la búsqueda de una solución continental que le devuelva la institucionalidad al país y la calidad de vida a sus ciudadanos. Pero hasta allí. Colombia no será nunca una pieza útil para intervenir militarmente en un país vecino, aun viéndose afectada en lo profundo por los problemas que se viven del otro lado.


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