La noticia de la agencia Reuters le ha dado la vuelta al mundo y generado una incredulidad pasmosa. Un banco de esperma en China ha decidido establecer las condiciones para que sus voluntarios donantes puedan ejercer su gesto social benefactor. Estos, mandatoriamente, deben ser leales al Partido Comunista.

El Hospital Tercero de la Universidad de Pekín, ente manejado por el Estado chino, no ha dejado lugar a interpretaciones. En un sitio web sobre temas de salud colocó un anuncio en el que llama a personas con sentido del equilibrio político y con inclinación socialista a formar parte de su programa de donaciones de esperma, pero siempre y cuando estén contestes con los postulados del partido político dominante en la gran potencia asiática.

Los entendidos en materia genética no salen de su asombro, porque, además de las condiciones impuestas a los interesados en el programa de donación de las que ya hemos hablado, otros elementos como “ modales ortodoxos y buen carácter” también formaban parte de las exigencias. Todo ello en el mismo nivel que el imperativo requerimiento de ausencia de infecciones de todo tipo.

Queda imaginar que, como consecuencia del llamado de captación de voluntarios, la institución preveía una avalancha de interesados, toda vez que el gesto participativo incluía como premio un emolumento que podía ascender hasta 870 dólares. En el año 2016, un llamado similar a depositar esperma premiaba a los interesados con un crédito para adquirir un teléfono celular.

La donación de esperma, como proyecto de carácter nacional, fue puesta en marcha hace tres años luego del anuncio oficial de Pekín en el que permitió a las familias tener más de un hijo. Esta decisión ponía fin a la política de “solo un hijo” que había estimulado abortos masivos de fetos hembras en todo el país y que había traído como consecuencia una importante reducción del crecimiento poblacional de esa nación y un serio desequilibrio etario y de género. Fueron las propias autoridades quienes impulsaron la donación de esperma a bancos para parejas infértiles, al tiempo que taxativamente prohibían su venta.

El proyecto fue ineficiente desde sus inicios. Los donantes no aparecían en los números deseados, aparentemente porque que era necesario efectuar donaciones repetidas ya que apenas 20% del “material” pasaba el examen de conveniencia sanitaria para su aplicación a parejas necesitadas de inseminación artificial.

Así, pues, esta política comenzó dando tumbos, pero fue perfeccionándose lentamente a través de siete centros sanitarios. Hasta que alguien dentro de la cadena de su ejecución consideró que, para ganar puntos con la alta dirigencia partidista, era preciso establecer una relación de causalidad entre las ideas políticas de los donantes y la calidad anatómica o humana del producto resultante, léase, los bebés nacidos de estas inseminaciones.

Algún importante jalón de orejas debe haber intervenido desde el momento de la invitación digital a la población masculina a acudir a incrementar los inventarios de materia prima procreativa y a efectuar una contribución social a través del programa. El mismo fue modificado pocos días luego de su publicación, eliminando las exigencias de absoluta compenetración con los postulados comunistas.


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