En Madrid se presentó el libro de Carol Prunhuber Sangre y asfalto, editado por Khalatos. La autora compartió con los presentes los desgarradores motivos de este proyecto. Las palabras de Elizabeth Burgos en la contraportada lo sintetizan de un modo extraordinario. Allí señala que “se escucharán las voces que fueron silenciadas por las balas”, y  agrega: “Si las voces de los participantes nos introducen en el vértigo de la acción, las fotografías e imágenes retratan la naturaleza criminal del régimen”. Luego, termina  con esta afirmación: “El gran mérito de esta obra es haber recogido en un mismo documento la magnitud de los acontecimientos, pues como la memoria suele ser volátil y frágil, autores y reporteros gráficos fungen de protectores de la historia”.

Las fotografías hechas por jóvenes fotógrafos venezolanos y aquellas de las agencias de información plasman la dramática experiencia de 135 días de protestas y manifestaciones en las calles venezolanas  a favor de la democracia y la libertad. El régimen mostró su verdadero rostro, el de la represión y la barbarie, segó la vida de muchos jóvenes venezolanos, centenares resultaron heridos, detenidos y torturados de manera despiadada, con la saña que produce el odio a todo disenso.

Las fotos hieren la sensibilidad y el lector entra en contacto con el horror. Los retratos de esa terrible realidad  evitan la destrucción de la memoria de lo ocurrido, comunican, significan y de este modo se convierten en un antídoto en contra del olvido y en muro de contención a los reiterados intentos del régimen y sus compinches en el mundo por tergiversar la historia.

Las imágenes lo confirman, el color de la dictadura es el rojo sangre y ensangrentado. De sangre y muerte amaneció teñido el país el año 1992 en las dos intentonas de golpe, con sangre se confecciona el incesante aumento del índice de homicidios desde 1998; de sangre y muerte han coloreado el país los colectivos, equipo armado al servicio del gobierno; de rojo sangre se manchó el asfalto y de muerte se entinta la sociedad venezolana debido a la escasez de alimentos, medicinas, electricidad y agua.

El texto trata con gran tino un tema complejo y doloroso y es un formidable medio que documenta, denuncia y difunde un amargo episodio de la historia venezolana. La de un régimen aferrado al poder cuyo cometido es destruir al país y a sus ciudadanos. Es un instrumento útil para fracturar el cerco a la libertad de expresión y el proyecto de  “hegemonía comunicacional”, es decir, asfixia del disenso con el cual el régimen pretende acallar a la sociedad.

La presentación del libro congregó a ciudadanos españoles, ávidos de conocer la realidad de lo ocurrido, a ciudadanos venezolanos y a quienes sufrieron en carne propia la brutal represión: familiares de las víctimas, presos, torturados y heridos en las protestas, quienes han transformado su profundo pesar en motivo para exigir justicia y en razón para la defensa de los derechos humanos de los ciudadanos del mundo. Así honran a los caídos, no desmayando en su lucha por recuperar la libertad y la democracia y para que nunca más vuelvan a producirse atrocidades semejantes en todo el globo.

El ambiente del encuentro estuvo impregnado de una profunda tristeza y un inmenso dolor, también lo estaba de esperanza y de vida: es, a su modo, una ofrenda a quienes exigen democracia y libertad. Denuncia del horror y, al mismo tiempo, una confirmación de que la tragedia y el sufrimiento experimentados no han sido en vano. El texto y los encuentros son formas de mantener viva la memoria, de impedir el olvido, del coraje de una sociedad, construido con millones de hilos de libertad convertidos en muro de contención a la dictadura del socialismo del siglo XXI. 

Correspondió la clausura del encuentro al alcalde metropolitano Antonio Ledezma,  preso político de la dictadura. En su caso, la persecución incluyó a la Alcaldía Metropolitana, a la que el régimen vació de competencias constitucionales y legales. Lo hizo prevalido del Tribunal Supremo de Justicia, disminuido a bufete de “abogados” al servicio del régimen. Para colmo, tal como fue denunciado en su oportunidad por la fiscal general de la República, partícipes de un golpe continuado.

En la estrategia de documentación, denuncia y difusión, las asociaciones diaspóricas desempeñan un importante rol. Para el régimen, lo humano y la dignidad son términos ajenos. Evidencia de ello es la descomunal crisis humanitaria, sin precedentes en la región, una de cuyas secuelas es un éxodo masivo. Se corre el riesgo de incurrir en la confusión de perder y trasladar el foco de la crisis a esta última, cuando en realidad la ruina del país y la verdadera razón de la profunda depresión se encuentran en el modelo socialista del siglo XXI.

Hablar de crisis migratoria implica la exclusión de los efectos positivos de toda diáspora. Hay estimaciones de la ganancia global que se obtiene de la eliminación de las barreras a los flujos migratorios. Las sitúan en rangos elevados del producto global bruto. El reconocimiento de que la diáspora no es el problema sino parte de la solución de la crisis regional creada por el régimen venezolano ha promovido la creación de alianzas público-privadas,  lo cual supone e integra a los partidos políticos en una estrategia de desarrollo regional y nacional. Asimismo, es necesario incorporar otros aspectos sociales, culturales y políticos al rol de la diáspora en el proceso de desarrollo.

Hoy las reuniones de las asociaciones diaspóricas se convocan bajo lemas como  “el papel de la diáspora en la reconstrucción de Venezuela”, “la capacidad de la diáspora para reducir la pobreza global” o “la diáspora no es el problema, es parte de la solución”.

Las organizaciones y asociaciones diaspóricas creadas por la sociedad civil han desplegado un intenso trabajo a lo largo de estas dos largas décadas; desconocer o negar su existencia, como ha hecho el régimen, es contraproducente e inútil. Cada una se ha especializado en temas particulares documentado, denunciando y difundiendo lo ocurrido en Venezuela. Lo continuarán haciendo a fin de evitar que el régimen y sus aliados cambien la historia: denunciar la mentira como política de Estado.

En ese empeño han encontrado aliados y amigos en todos los terrenos alrededor del mundo. A todos ellos nuestro más profundo agradecimiento. Su apoyo ha sido vital para contrarrestar la “propaganda” del gobierno, que ha utilizado los recursos propiedad de los venezolanos para los fines privados de su proyecto político, para financiar el turismo socialista y a los “partidos franquicia” en Europa y Latinoamérica.

Desarrollaron alianzas con profesores como los que recientemente firmaron el documento  en Estados Unidos o se valieron de los amigos de Clacso y de los espacios en universidades europeas. Ni siquiera el informe Bachelet conmueve a quienes se consideran parte de la misma acera. Persisten en el discurso cansino y en la división inútil entre izquierda y derecha, cual debate geográfico o hemipléjico, como lo definió Ortega y Gasset.

Aliados que antes vociferaban su apoyo a través de Youtube, en los parlamentos, en las agresiones físicas al disidente y que hoy guardan silencio táctico, se colocan de perfil y por razones electorales se distancian vergonzosamente de su antiguo aliado. Actúan como si los derechos humanos no fuesen la médula del debate que nos ha ayudado a diferenciar a los demócratas reales de aquellos para quienes la democracia es simplemente un trámite verbal. Cada uno de los lectores puede elegir los nombres de quienes integran esta lista de la vergüenza.

La pelea ha sido desigual. Mientras el régimen creaba canales de televisión para representantes de partidos amigos, las asociaciones diaspóricas trabajaban con las uñas, con recursos propios y de la cooperación internacional, lo que resalta aún más su importancia.

A diario, en cualquier ciudad del planeta se llevan a cabo reuniones, talleres, encuentros, presentaciones, etc., promovidas por las organizaciones de la diáspora. Un inagotable hervidero de ideas, proyectos, iniciativas y realizaciones. Un trabajo silencioso y efectivo. En ellas crece la conciencia de la necesitad de documentar las distintas diásporas: la petrolera, la de salud, la de libertad de expresión, la de cultura, la de música, la de artistas, la del cine y el teatro,etc. Se percibe como una necesidad documentar la realidad con la cual respaldar un más adecuado diseño de políticas para la gestión migratoria y para evitar que nos arrebaten el pasado.

Necesitamos tesis, investigaciones, talleres que plasmen lo ocurrido y producir información útil para extraer lecciones. El régimen se ha empeñado en cambiar la historia y es preciso impedirlo. El dinamismo de la sociedad civil, de los partidos políticos y de los gremios ha ido fraguando la vacuna en contra del totalitarismo y de ello debe quedar constancia. Ese dinamismo es preciso incluirlo en la estrategia de recuperación del país y evitar lo ocurrido, de un modo exacerbado, en estas dos últimas décadas: privilegiar la lealtad sobre la eficiencia, favorecer la membresía o adscripción a cualquier secta por encima de la eficiencia y los logros y sobre todo reconocer que el conocimiento se produce con la participación de muchos y solo promoviendo esta fórmula podremos sacar el mejor de los provechos.

@tomaspaez


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