El 3 de abril escuché a Franco Nembrini hablar sobre Dante en el Instituto Italiano di Cultura. Invitado por la Sociedad Dante Alighieri de Venezuela, el profesor explicó que La divina comedia representa la dinámica de las almas en todo el mundo.

Dante veía con claridad que las sociedades están siempre en crisis porque los hombres también lo estamos. Su comedia deja en evidencia que lo que vemos con los ojos no refleja lo que sucede en el corazón, ese recinto sagrado en el que se libran siempre las verdaderas batallas. El poeta del deseo hace un recorrido difícil desde el infierno hasta la montaña donde brilla la luz. Allí no se llega “tomando gatorade”, dijo el profesor con el aval de su propia vida y búsqueda a través de su selva oscura personal. Una enfermedad extraña, que le permite dormir solo una hora al día, ha supuesto en su peregrinar un escalón muy empinado.

Esta debilidad asemeja en su caso la grieta que para Dante comunica el fondo del infierno con la base del purgatorio. En noviembre del 2016, con ocasión del año santo, el profesor explicó que “con Dante Alighieri se puede peregrinar en el camino en el dolor por el mal (el infierno), a través del abrazo de la misericordia (purgatorio), hasta la experiencia de una posible alegría en esta vida (el cielo)”. Nuestro andar terrenal es una comedia divina, un itinerario de purificación interior que solo conocen bien Dios y el hombre. Su contrario también sabe de esta peregrinación y procura siempre un camino que seduce con otra lógica: la del miedo, la opresión, la mentira, la guerra. Una que es al revés. El viaje al otro mundo empieza en esta tierra, en el corazón de cada hombre. No propiamente fuera, aunque toquemos el mal.

Los caminos tortuosos pueden resultar en una bendición porque fuerzan a una ascensión interior que lleva a comprender la realidad con una lógica superior. No es gratuito que Nembrini diga que “la transición de la condena a la salvación no depende de una fuerte integridad ética o moral, sino de la decisión de abandonarse al perdón, a la misericordia de Dios que nos abraza con todo nuestro mal”.Somos libres. Y nuestras limitaciones, incluyendo las de nuestra razón, son escalones para ascender hacia la conciliación con una lógica divina que se comprende con el corazón.

Dante viaja por tierra desconocida y por eso necesita acompañantes. Los hombres nos necesitamos. Vivimos en comunidad. Los guías cambian a medida que van cambiando las etapas. Virgilio guía al poeta al inicio de la búsqueda, pero Beatriz va suscitando en él el deseo de felicidad y de bien infinito que late siempre en todo hombre. Dante va transformándose, purificándose y conciliando sus contradicciones interiores, sus grietas, tal vez, como esa que se abrió con el terremoto que hizo temblar el infierno después de la muerte de Cristo.

En ese segundo la humanidad vivió una transición trascendente. No sólo se le abrió al hombre la posibilidad de curar sus heridas, sino de elevarse a una comprensión del mundo con otra lógica, una distinta a la de la ley que juzga sin amar.  A veces creemos que el juicio de Dios es duro, pero el terrible es el de los hombres. Es justo al revés. En esta comedia divina de la vida en busca de una felicidad que de verdad sacie la sed de infinito, mucho de lo que vemos es difícil de interpretar.

En el instante en que dudé justo del misterio que más me ha asombrado en la vida, el de la Providencia, sólo vi mentira y contradicción. Un buen amigo, uno de estos guías en el camino, me invitó a escuchar al profesor Nembrini justo cuando más lo necesitaba. Hoy es el día de la divina misericordia, otro de los misterios que más me han afectado, no sólo porque he experimentado la mirada amorosa de Jesús, sino porque la interpretación de las situaciones, esa relación entre la letra y el espíritu es también algo que siempre me ha inquietado. Como dijo Juan Pablo II, quien murió un día como hoy, “la historia del Cristianismo es la historia de las conciencias.”

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