“La justicia está enteramente de vuestra parte –escribía Flórez Estrada –, más la generosidad no puede aprobar vuestra conducta (…) En el momento en que íbamos a gozar por primera vez del privilegio de ser todos libres (…) ¡en ese mismo momento os separáis (…) para que divididos y sin fuerza todos seamos presas de uno o de muchos tiranos!”.

Estas palabras de Flórez Estrada, citadas por el biógrafo de Bolívar, Salvador de Madariaga, me han venido a la memoria en vista de la nueva división que se está generando dentro de la oposición al régimen de Maduro y las pocas fuerzas de las que disponen ya los ciudadanos para continuar luchando. Si bien Estrada –diputado por las Cortes de Cádiz y reputado liberal– se refiere a la situación que vivían las provincias españolas (americanas y europeas) cuando se da la invasión napoleónica a la península ibérica, sus palabras no dejan de traducir este nuevo fraccionamiento dentro de las fuerzas opositoras –por mucho que se publiquen fotografías que insinúan lo contrario– y el cansancio que se observa en los ciudadanos.

Aparentemente, y según se ha sabido por allí, dentro del gobierno presidido por Juan Guaidó hay elementos que se oponen a que se recurra al artículo 187, numeral 11, el cual establece la facultad de la Asamblea Nacional para autorizar misiones militares extranjeras en el país. Estos señores rechazarían igualmente una intervención de corte humanitario por parte de Estados Unidos, incluso una intervención de fuerzas extranjeras basadas en la Responsabilidad de Proteger –también llamada R2P–, aprobada por la Naciones Unidas en 2005 con el objetivo de prevenir y detener genocidios y crímenes contra los indefensos habitantes de un país. Dentro del grupo hay unos que lo harían por considerar que una intervención extranjera de cualquier tipo derivaría en una confrontación de potencias extranjeras; otros simplemente no quieren que ninguna fuerza externa les robe el “protagonismo” que implicaría liberar a su pueblo. Este grupo, en fin, sería de la idea –peregrina a estas alturas– de que los venezolanos son los únicos que pueden y deben resolver sus propios asuntos; y es peregrina no solo porque se ha demostrado hasta la saciedad que sin armas es imposible luchar contra un enemigo sin escrúpulos, como es el chavismo, sino por las mismas razones geopolíticas que esgrimen estos intervencionistas: porque este es un asunto que ya trasciende al país y se juega en un tablero internacional, más allá de las propias fronteras.

La mayoría de los ciudadanos, sin embargo, cansados hasta la saciedad de pelear y pasar penurias, hacen presión para que el presidente Juan Guaidó recurra finalmente al mencionado artículo y, conscientes de que la R2P requiere el consenso de los países participantes en el Consejo de Seguridad de la ONU, y que el poder de veto en esta instancia de China o Rusia hace casi imposible que esta opción se materialice, han puesto todas sus esperanzas en Estados Unidos y esa bendita frase de Donald Trump de que todas las opciones están sobre la mesa. Esos mismos ciudadanos atribuyen la nueva  indecisión del presidente de no reclamar ayuda externa (la primera fue su demorada proclamación) a la influencia de unos líderes con los que poco a poco se ha ido rodeando y cuyo rechazo es muy grande –caso Rosales, por no decir otros medidores del tiempo de Dios–, atribuyéndoles a estos las tesis citadas. Todo ello ha provocado que en cierta manera se desinflen los ánimos con los que se siguió en primer momento al presidente de la Asamblea Nacional.

Hay que decir, sin embargo, que Estados Unidos siempre ha actuado mal y tarde en relación con el chavismo –tanto con los demócratas como con los republicanos– y que tampoco son muy asertivos resolviendo crisis puntuales que se diga, recordemos, por ejemplo, la operación de los años ochenta llamada Garra de águila (Eagle Claw), la cual se ideó para liberar a los diplomáticos y ciudadanos americanos que permanecía en la Embajada de Estados Unidos en Teherán.

En fin, con el panorama que hemos expuesto y a estas alturas del partido –con la gente boqueando literalmente– ya solo nos queda esperar a que las sanciones políticas y económicas del gobierno estadounidense ejecutadas contra los que nos desgobiernan hagan algún efecto. De lo contrario, no sé adónde iremos a parar.


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