El hecho político más relevante de los últimos tiempos ha sido las diferencias de nuestra sociedad respecto a cuál es la vía para salir de la crisis de gobernabilidad generada por el gobierno dirigido por Maduro.

La unidad de los partidos políticos empezó con la Coordinadora Democrática, que tuvo su mejor oportunidad en el año 2004, cuando promovió el referéndum revocatorio de Chávez, perdiendo esa oportunidad por el uso abusivo de Chávez de los recursos públicos y nuestra falta de organización. En esa ocasión se denunció un fraude que nunca pudo ser probado, el famoso cisne negro (tesis de Nassim Nicholas Taleb sobre los hechos improbables), entre otras razones por no haber ocurrido todos los hechos irregulares el día del referéndum. Igual nos pasó a la oposición con la denuncia de fraude en las elecciones presidenciales de 2013, en las que se hizo la relación de todas las tropelías del gobierno y del Consejo Nacional Electoral, pero ninguna ocurrió, de manera concluyente, el día de la elección. Para colmo, en las pasadas elecciones regionales hubo desafueros del CNE que, si bien no fueron determinantes, crearon molestia y desazón en los electores que querían participar, los inhibió lo suficiente para permitir que una administración que no respeta los derechos humanos y ha puesto a pasar hambre a los venezolanos ganara la mayoría de las gobernaciones.

La estrategia de la tarjeta única, propuesta por Roberto Enríquez hace unos años, se convirtió en un movimiento unitario de toda la oposición, unidad que hoy está malograda. La división se inició con la creación del grupo de los 9 (dejando fuera a muchos partidos), luego se habló del grupo de los 4, para terminar con el grupo de los ninguno, ninguno se pone de acuerdo.

Importantes partidos decidieron no participar en las venideras elecciones de alcaldes; por ejemplo: Voluntad popular, Primero Justicia y Acción Democrática. Pero muchos de sus seguidores resolvieron concurrir, y ahora están en conflicto entre lo que expresa su dirigencia y lo que consideran que es necesario: sufragar para no perder las alcaldías en las que se hace una política diferente a la del gobierno, ayudando a los más débiles, dándoles una oportunidad en los servicios de salud municipales, ahora tan útiles como consecuencia del olvido de los hospitales por parte del gobierno nacional. No están de acuerdo con entregar las alcaldías, como decidieron hacer los electores que no votaron y cedieron las gobernaciones.

Las mencionadas organizaciones políticas que no concurrieron a las elecciones, y que conforman la Mesa de la Unidad, no se convocaron para tomar la decisión de no participar ni llamaron a los otros partidos para informarles que no se harían cómplices del fraude tramado por el CNE; los demás partidos se enteraron gracias a los medios de comunicación de tan relevante disposición. Esta medida debió ser consensuada entre los distintos factores y dirigentes que alguna vez tuvieron organizaciones políticas, aunque en la actualidad no tengan partido para postular. Los llamados “grandes” otras veces han acertado en sus planteamientos, pero en esta oportunidad actuaron de manera prepotente; no buscaron el consenso, y tampoco se produjo una crisis por su no participación. A nadie le sirve tener lucidez si no es acompañado por la gente; y las otras toldas políticas son ignoradas, más que arreadas, en la toma de las resoluciones que nos afectan a todos.

Los partidos están desavenidos dentro de la Mesa de la Unidad, y más peligroso es que están divididos dentro de sus propios partidos; algo que no se veía desde 2005, cuando algunos de ellos, ante la abstención en las elecciones legislativas, cambiaron sus directivas o varios dirigentes muy importantes decidieron irse, o fueron echados, a otras organizaciones políticas.

Los candidatos a alcalde que están postulados, algunos de ellos sin el beneplácito expreso de sus partidos (hay mucha hipocresía entre lo que se dijo y lo que se hace), ganarán en la medida que puedan crear conciencia entre sus electores de las consecuencias de no votar. Si los aspirantes a esos cargos ganan en contra de la voluntad de alguno de los partidos que se inhibieron de participar, se estremecerán las estructuras partidistas de oposición, se producirá un barajo y se erigirá una nueva dirigencia con menos disciplina partidista. Si pierden serán parte de la molienda de dirigentes en la que se ha convertido el gobierno bolivariano.

La situación es grave para la oposición, si se pierden las alcaldías será culpa del CNE (al que no le importa esa descalificación), de los dirigentes y de los partidos que recomendaron no participar; y si ganan los candidatos de la oposición se reforzará a otros partidos y los que se negaron a ir a los comicios perderán la dirigencia que los caracteriza.

A mí me ha parecido coherente la postulación en el estado miranda de Elías Sayegh en El Hatillo, de José Alberto Zambrano en Baruta y de Robert García en Chacao, concejales en sus respectivos municipios, quienes no quieren entregarles a los socialistas la dirección de sus comunidades.

Para los abstencionistas que quieren encontrar culpables cualquier excusa es buena, así lo hizo Adán, ante la pregunta de Dios: “¿Has comido acaso del árbol que te prohibí?’. El hombre respondió: ‘La mujer que pusiste a mi lado me dio del árbol y comí’. Yavé dijo a la mujer: ‘¿Qué has hecho?’. La mujer respondió: ‘La serpiente me engañó y he comido” (Génesis, 3).

@rangelrachadell


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