En los próximos años Latinoamérica y sus dirigentes políticos deben cambiar de mentalidad y mudar. Desde el pensamiento burocrático lineal al pensamiento digital exponencial, legislando normas o estándares basados en reglas internacionales que puedan dar paso a algo que ya va imponiéndose a nivel global: la cuarta revolución industrial.

Lo digital va a dominar la industria junto con la generación de energía de bajo coste, rápidamente suministrada y almacenada; esa energía va a ser de preferencia renovable. La buena noticia: gracias a la tecnología la brecha entre costo de generar electricidad a partir del sol/viento versus fósiles se redujo: en casi 80%.

Aunque aún 80% de la energía (electricidad, principalmente) del mundo viene de fósiles (petróleo), y aún ese nivel porcentual será alto por muchos años, el gas natural será transición a las renovables que lograrán –en los próximos años gracias a nuevos modelos tecnológicos– reemplazar gran porcentaje de las fuentes fósiles (petróleo/diesel) en la producción de electricidad. En el mundo cada año se necesita más electricidad: y esta debe ser generada a mejor tecnología, a bajo coste y ser suministrada eficientemente.

La revolución 4.0 invadió la sociedad con la interoperabilidad, conectividad, ciberseguridad, Internet de las cosas, robótica avanzada y la digitalización de la función pública –porque la privada alcanzará ese nivel primero–, y no estar conectado a esos nuevos paradigmas generarán pobreza y retraso. Los dirigentes políticos tienen la misión de empujar a sus pueblos en esos nuevos paradigmas. La transformación de las sociedades y organizaciones impulsada por la aplicación de tecnologías de inteligencia cognitiva es un hecho imparable.

La inteligencia artificial reducirá incertidumbres y riesgos y será más precisa a la hora de producir industrias o prever el funcionamiento de mercado de capitales, por ejemplo. Un algoritmo hará inversiones por nosotros y verá que tipo de suministro eléctrico necesita una ciudad para seguir produciendo.

Ello obligará a que las personas adopten actitudes de resiliencia a nuevos escenarios urbanos como las ciudades inteligentes, smart cities que aplicarán nuevas tecnologías a transporte, residuos, fórmulas habitacionales y robótica. Ciudades que serán más importantes que los Estados, per se, por su alto peso geopolítico movido por la energía y tecnología. El tamaño de las ciudades será medido por su capacidad de uso de tecnología. La tecnología en las ciudades, que se moverá con energía a bajo coste, será el puntal para la revolución en la comunicación basada en el I+D en clouding (nube), Internet de las cosas (IoT) que van a configurar los nuevos modos de vivir de las personas.

Algunos ejemplos sobre tecnología y disrupción energética en la cuarta revolución industrial: el caso español es paradigmático: su inversión en I+D, es de aproximadamente 6.000 millones euro/año, que no llega a 1,2% de su PIB, alejado del 2,4% invertido por países OCDE. Las potencias imparables en tecnología disruptiva: las grandes corporaciones de Estados Unidos, definitivamente, como Google, Microsoft, Apple, etc.

El caso latinoamericano de Colombia: en el reporte de competitividad del Foro Económico Mundial sitúa a Colombia en el puesto 66 entre 137 países, en innovación, muy lejos aún de Estados Unidos e Israel en, por ejemplo: robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, biotecnología y computación cuántica.

Por ello la tarea de políticos y dirigentes ciudadanos que escriban políticas públicas de largo plazo es impulsar el desarrollo innovador en tecnología y energía. Una política pública bien podría ser crear parques industriales tecnológicos en cada ciudad emergente, como ya tenemos comentado en una columna anterior.

Sigamos con Colombia: es de ponderar la Ley de economía naranja, cuyo autor es el presidente Iván Duque que promueve industrias que creen valor por sus bienes y servicios basados en contenidos intangibles de carácter cultural, y que generen propiedad intelectual, siendo así: la innovación es parte fundamental de este escenario de la cuarta revolución industrial.

La revolución 4.0 motiva a que se creen empresas que generen conocimiento y competitividad a nivel global que desarrollen  tecnologías de la información e innovación, con energía a bajo coste.

Esas iniciativas deberían tener apoyo del Estado con, por ejemplo, cero impuestos por 10 años: empresas de sectores especializadas en producción, comercialización y licenciamiento de tecnologías de la información o prestación de servicios de bigdata, hostingy cloud computing y software o hardware desarrollado dentro el país.

Esa sociedad del conocimiento, de la tecnología y de la energía disruptiva se va a imponer y –lamentablemente, de no tomar iniciativas– va a dejar a los gobiernos y a los Estados latinoamericanos muy retrasados en comparación con las grandes corporaciones de Estados Unidos o Europa.

La disrupción energética se muestra en el nuevo modelo, de los muchos, sobre almacenamiento de energía. Algunos casos que destaco: el de almacenamiento de energía eólica en baterías en el parque eólico Cobadin, en Rumania. Aunque aún deben bajar los costes de la tecnología de almacenamiento de energía –producida vía renovables– el sistema permitirá que cuando haya un exceso de producción las baterías se carguen, y cuando la generación se encuentre por debajo de lo esperado utilicen la energía almacenada para suministrar al demandante.

Este es un paso ineludible de la industria de generación de electricidad vía renovables: almacenamiento para ser fuentes de energía constantes/eficientes y con cero riesgo. El almacenamiento eléctrico permite a fuentes renovables como la eólica o la solar operar a plena capacidad durante los picos de generación

El gas no va a perder protagonismo en la generación de la cuarta revolución industrial: se vuelve a subrayar la importancia global del gas natural: es el puente de la transición energética. Cito el caso argentino del gran campo denominado Vaca Muerta que no solo va a ayudar a ese país a duplicar producción de gas y petróleo en los próximos cinco años, vía fracking, mayormente. Argentina tiene un interesante programa: RenovAr con proyectos por una potencia total de 4.466,5 MW, aunque la generación renovable sobre la demanda total equivale solo a 2% y podría ascender a 4% en 2019 y 10% en 2021, son pasos importantes. Es una buena ecuación la argentina: tener uno de los mejores yacimientos no convencionales de gas y con uno de los mejores vientos y exposición solar del planeta.

Otro caso de disrupción tecnológica y energética: en Barásoain (Navarra, España) donde la primera planta híbrida de almacenamiento de energía eólica en baterías integrada en un parque conectado a la red en España. Al margen de los volúmenes y capacidades la idea está ya sembrada y la tecnología seguirá haciendo el camino.

Los países que no estén en el modelo de liberalismo democrático innovador no van a poder acomodarse a esa disrupción tecnológica y energética que el mundo está cabalgando en este momento. ¡Esta es la revolución industrial 4.0, señores!


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