El gobierno acaba de anunciar nuevos mecanismos para mantener el control de cambios que viene aplicando desde el año 2003. Tal control es una de las causas fundamentales de la masiva destrucción del aparato productivo venezolano y, peor, de una corrupción galopante.

A lo largo de casi 15 años se han implementado numerosos mecanismos, tales como Sitme, Sicad I, Sicad II, Simadi, Dipro, Dicom y otros cuyos nombres ya no alcanzo a retener pero que tienen un denominador común: todos han fracasado.

Cada uno de ellos venía acompañado de la promesa de que se frenaría la devaluación del bolívar y que se le “quebraría el espinazo” a Dólar Today al que acusan de ser responsable de lo que ocurre en el mercado paralelo.

Vano intento, como vanas serán también las pretensiones del último mecanismo anunciado. La reacción en los mercados fue inmediata. El tipo de cambio innombrable, aquel al cual le quieren “partir el espinazo”, experimentó un cuantioso salto.

¿Por qué ocurre? La razón es simple. No existen antecedentes de ningún tipo de control de cambios a lo largo de la historia que haya logrado sus objetivos. Se trata de medidas temporales para atender situaciones coyunturales que, una vez superadas, deben ser suspendidas para retornar a la libre convertibilidad. Solo los gobiernos fracasados, autoritarios o corruptos se han empeñado en mantenerlos por tiempo indefinido.

Además, la única posibilidad de que el Dicom (subastas de divisas) anunciado pueda tener éxito depende de que exista un suministro adecuado de divisas para alimentar la oferta. Pero es obvio que ese no es el caso. Casi 97% de los dólares que ingresan al país provienen de un solo sector: el petrolero.

El ingreso petrolero a su vez depende de dos factores: la producción y el precio. Las irracionales políticas petroleras del régimen, acompañadas de las corruptelas e incapacidad imperantes en nuestra casa matriz petrolera, han provocado una estrepitosa caída en los volúmenes de producción del país. Cuando Chávez tomó el poder, Venezuela producía casi 3,8 millones de barriles diarios. De haberse mantenido la apertura petrolera hoy deberíamos producir por encima de los 5 millones de barriles diarios; sin embargo el ministro de Petróleo acaba de reconocer en la OPEP que en realidad producimos apenas 1.970.000 b/d.

Por lo que respecta al precio, las expectativas de que los recortes de producción OPEP y no OPEP iban a ocasionar un aumento que alcanzaría hasta 70 dólares por barril, ya se esfumaron. La cesta venezolana apenas si ha superado temporalmente los 45 dólares.

El resultado es que no hay dólares para alimentar la oferta en el mercado Dicom. Para colmo de males, tampoco hay transparencia, confianza ni credibilidad.

Pero lo peor es que el régimen pretende impedir la devaluación vía controles de cambio, cuando el origen del mal es el propio gobierno. Mientras siga financiando su inmenso déficit fiscal (que supera el 20% del PIB) vía emisiones de dinero por parte del BCV, inevitablemente la devaluación y la inflación seguirán disparadas.

A modo de ejemplo me referiré a la forma como se viene financiando el inmenso déficit de las empresas del Estado. Al 21 de abril del 2017, el BCV informa que le ha otorgado auxilios financieros a las «empresas públicas no financieras» por un monto de 7,6 billones de bolívares, de los cuales 99% a «empresas petroleras», es decir a Pdvsa y sus filiales (esta mención ahora la omite el BCV, pero el porcentaje se deduce de informes anteriores).

Esa brutal cantidad de bolívares se incorporan al dinero circulante y representa más de 45% de toda la liquidez del país (M2) y su vez 98% de la masa monetaria y equivalen a 70 veces el monto de las reservas internacionales.

En medio de la gravísima situación de escasez que padece Venezuela, esos bolívares excedentarios acarrean dos consecuencias: primero, son la causa de que padezcamos la inflación más alta del mundo; y, segundo, como esos bolívares no encuentran qué comprar en el país al final del día se desvían hacia la compra de dólares en el mercado paralelo, siendo la causa fundamental de su desenfrenado incremento.

Bajo el actual modelo la situación irremediablemente empeorará. Solo un cambio, que requerirá al inicio de un gobierno de transición, podría resolverlo. A ese gobierno le aconsejaría enfrentar la inflación y la devaluación atacando ambos males por su raíz: a) evitando el déficit fiscal; b) devolviéndole la autonomía al BCV para que no siga financiando el déficit con emisiones de dinero sin respaldo.

Se cumpliría así con el artículo 320 de la Constitución que prohíbe expresamente al BCV financiar «políticas fiscales deficitarias».


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