Sin duda se han despertado las emociones, los duelos, la rabia y el derecho legítimo a la protesta de los venezolanos en todas las ciudades del mundo.

Vemos cómo miles de ciudadanos coterráneos han manifestado su descontento increpando a funcionarios y familiares del chavismo en el exterior donde sea, en sus residencias, oficinas y lugares públicos. Ya han sido varios años organizados y centrados en urgir y amasar información sobre ellos. Con precisión vemos en las noticias y las redes sociales cómo los confrontan, los entrompan, los graban.

Ya detectan los «saraos», rumbas y celebraciones por decir lo menos. Dónde se visten, compran y comen. Sus inversiones. Una excelente red de información, sólida sin dudas. Como escribí en mi muro de Facebook: hasta en el Himalaya hay venezolanos. Es que pareciera que es ahora o nunca el desenlace en el país, pero, ¿forma parte de un plan orquestado? No lo creo, es espontáneo, es mi apreciación. Esa expresión que dice que por «vuestros actos seréis juzgados» no en vano acumula más de 18 años de saqueo y robos, que tarde o temprano servirá para que salgan a flote esas riquezas, las exhiban, las confisquen, las lloren y les quede como un recuerdo de lo que alguna vez fueron. Sus decisiones los alcanzarán.

Son 2 millones e «in crescendo» de venezolanos en la diáspora, una inmigración sin precedentes para este país al norte del mar Caribe. Algo nunca visto. Ahora tenemos ojos y oídos en todos lados. Esta inmigración –a juicio de algunos– maravillosa donde su arista positiva es el talento, simpatía y ganas de surgir, ya cualificada con 50.000 en Latinoamérica, 700.000 solo en Estados Unidos y 800.000 en el viejo continente, donde 90% tiene formación universitaria, 65% se encuentra laborando y 15% es población estudiantil. Así van los números. ¡Lean bien! Estamos en más de 90 países, NOVENTA para que no quede dudas; 2 millones de sensaciones, pasiones, nostalgia y conciencia de lo que padece esta gran nación.

Todo indica que es ahora o nunca. Rabia acumulada, 18 años de penurias, hambre, desolación, persecuciones y rupturas afectivas. Casi 60 días de protestas pacificas continuas y muertos. Y la diáspora con ese perfil, hace lo que cree y puede hacer. El debate está planteado y la acción –sin regreso– obviamente. O a los viajeros rojos rojitos los dejamos quietos y esperamos el momento indicado de la justicia, o los enfrentamos. ¿Cuál opción tomará forma, por cuál decidir, por cuál tomar partido? Lo que sí se sabe es que la separación y siembra de odio es cruenta.

La sabiduría popular es muy sabia, valga la redundancia; sembraron vientos y cosecharan tempestades, el que a hierro y el ojo por ojo… y así sucesivamente. Lo cierto es que está acumulado, ahí está, latente, un gran resentimiento que por mucho tiempo se ha cocinado ante esta clase política, con indignación, con ira, con dolor. No es sencillo pedir tolerancia, aunque debemos tenerla. Esa podría ser la radiografía del momento, los escraches se definen: «Acción intimidatoria que realizan los ciudadanos contra personas del ámbito político, administrativo o militar por abusos cometidos durante su gestión». Nada sencillo el dilema.

#ProhibidoOlvidar #AsiDeSencillo


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