Una Venezuela, la que desde hace 15 años se resiste a aceptar así como así el proyecto hegemónico de Hugo Chávez, desde el pasado 2 de abril se manifiesta en las calles de todo el país, resuelta a producir el cambio político necesario para enderezar este monumental entuerto político, económico y cultural que acorrala a los ciudadanos. Una Venezuela indignada hasta la exasperación, que hoy en día representa más de 80% de la población y que ha emprendido la tarea de restaurar el orden democrático secuestrado por el régimen con una fuerza de voluntad tan descomunal que los cimientos del chavismo comienzan a resquebrajarse, y la comunidad internacional ha dejado de lado su habitual indiferencia ante lo que ocurre por estas latitudes y ahora le exige a Nicolás Maduro tomar conciencia de que las reglas del juego son otras y que por el inadmisible y tortuoso sendero de la dictadura, la grosería del lenguaje oficial y el despilfarro y la corrupción como herramientas principales de la gestión pública solo se llega al infierno y a la nada.

En el marco de esta turbulenta realidad, se han escuchado estos días dos voces del chavismo más duro que rompen la supuesta verticalidad revolucionaria del régimen y nos obligan a la reflexión. La primera ocurrió el martes de la semana pasada, cuando el general Vladimir Padrino López, desde la elevada atalaya de su autoridad militar, se sumó al clamor popular que repudia masivamente la brutal política represiva aplicada sin piedad por la Guardia Nacional Bolivariana a las pacíficas protestas ciudadanas. “No quiero ver más a un guardia nacional cometiendo atrocidades”, sostuvo el poderoso ministro de la Defensa en un explosivo tweet publicado el martes. De nada sirvió, sin embargo, su explosiva advertencia. Al día siguiente, la Guardia Nacional, sin ningún pudor, se encargó de mostrarle a Padrino López, al resto del país y al mundo la saña criminal con que ella reprime en Venezuela las movilizaciones de ciudadanos indefensos.

Dos días después, Luisa Ortega Díaz, desde la sede del TSJ, adonde había acudido para introducir un recurso de nulidad contra la convocatoria a elegir una nueva asamblea nacional constituyente hecha por Maduro y el CNE al margen de las normas que establece la Constitución, en gesto de abierta rebeldía, llamó “a todos los venezolanos a rechazar su elección.” Y como a finales de marzo ya había denunciado que las sentencias 155 y 156 de la Sala Constitucional del TSJ rompían el hilo constitucional, no por casualidad, aprovechó la ocasión para invocar el deber que según el artículo 333 de la carta magna tienen todos los ciudadanos de “colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.

Por supuesto, esta nueva arremetida de la fiscal sobre lo que ella considera un distanciamiento madurista de la democracia “participativa y protagónica” que consagra la mejor Constitución del mundo pero que para Maduro se ha convertido desde las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 en un obstáculo insalvable, tampoco tendrá efecto práctico alguno. La respuesta del TSJ a la solicitud de la fiscal será la negación de siempre. Por otra parte, la Guardia Nacional sencillamente les impedirá a los ciudadanos ingresar a la sede del TSJ para ejercer su derecho de respaldar este recurso de nulidad.

Políticamente, sin embargo, las denuncias de uno y otro tienen una significación determinante. Sería muy ingenuo pensar que Padrino López y Ortega Díaz hayan actuado por su cuenta, impetuosamente. Igualmente ingenuo sería pensar que son dos voces solitarias, que desentonan de la uniformidad dominante en el pensamiento y la acción del chavismo. Ya hemos escuchado otras voces de disidencia interna y, sin la menor duda, en los próximos días y semanas escucharemos otras. En definitiva, y esa es la incógnita inevitable que los chavistas deben despejar a muy corto plazo, hoy por hoy todos dudan y se preguntan: ¿Qué será mejor, morir abrazados a Maduro con las botas rojas bien puestas, o sacrificar algo para no perderlo todo? A esta decisiva duda existencial se reduce en estos días cruciales del proceso político venezolano el menú de opciones que les presenta la realidad a los chavistas de todos los colores.


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