Los regímenes de Venezuela y Bolivia cuanto más debilitados por su espiral de crisis y rechazo ciudadano están, más necesitan simular democracia forzando procesos electorales amañados para presentar fraudulentos triunfos que suplantan la voluntad popular. Como no tienen el control social y acción criminal de la dictadura cubana para simular elecciones con partido único y sin oposición, Nicolás Maduro y Evo Morales necesitan que exista oposición y la fabrican, dividen y manipulan.

He sostenido y reitero que en las dictaduras de América Latina el uso del término “oposición política” es inadecuado o por lo menos impreciso porque cuando no existe democracia no hay oposición sino resistencia y lucha por la recuperación de la democracia. La oposición política es la “expresión de contradicción imprescindible en el proceso democrático de formación de la voluntad política y es consustancial a la libertad, los derechos humanos, el pluralismo y la alternancia en el poder”, y tiene como característica esencial la posibilidad de “ser gobierno por medio de elecciones”.

En democracia la oposición política tiene la posibilidad y el derecho de pactar con o contra el gobierno, puede ser diversa y plural y puede estar dividida o unida por cuestiones ideológicas, programáticas e incluso de interés. La libertad de expresión y la libertad de prensa garantizan la dinámica democrática en el marco del respeto de la ley. Cuando no hay democracia como en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, es el régimen el que fija las condiciones, los límites, el alcance e incluso los liderazgos de la oposición, esto es que “fabrica su oposición”, como una jaula, más allá de la que el admitido como opositor no puede actuar.

Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua tienen hoy regímenes con el control de todo el poder, sin libertad de prensa, sin división ni independencia de poderes y con manipulación abierta del sistema judicial como mecanismo de represión, persecución política y de encubrimiento de los crímenes de los Castro, Chávez, Maduro, Morales y Ortega y sus entornos. Por eso son dictaduras, que además tienen perseguidos políticos, presos y exiliados políticos a quienes –por la fuerza– mantienen fuera de la actividad política en territorio nacional y obviamente de las elecciones y candidaturas.

En una Venezuela con crisis humanitaria, con centenas de presos políticos y miles de exiliados políticos, la ilegítima y criminal asamblea constituyente ha adelantado elecciones, inhabilitado candidatos y tiene todo preparado para el triunfo del dictador Nicolás Maduro como candidato oficialista. En una Bolivia con decenas de presos políticos y mas de mil exiliados políticos, los jueces infames del régimen han desconocido el referéndum del 21 de febrero de 2016 habilitando al dictador Evo Morales para poner en escena su elección en 2019 y perpetuarse en el poder.

Fabrican su oposición escogiendo a quienes la integrarán y les imponen lo que deben hacer, con el claro límite de que quien sea opositor de verdad tendrá persecución, cárcel, exilio o muerte como destino. Luego dividen esa oposición manejando abiertamente un sistema de premios y castigos expresado en beneficios económicos, favores y privilegios notorios, que los pueblos ven y empiezan a señalar.

La manipulación de la oposición va desde habilitar o inhabilitar candidatos hasta pactos secretos pero evidentes en los que, por ejemplo, la dictadura alienta candidaturas liberando presos políticos o el retorno de algún exiliado “para que sea opositor”. Imponen la existencia de numerosos candidatos de oposición. Denuncian como “conspiración” cualquier proyecto o invocación de unidad como en Bolivia y cuando se logra la unidad como en caso de la MUD en Venezuela, la penetran, la dividen y la hacen explotar. Si algún opositor real logra ser candidato no tiene opción alguna.

En esas condiciones nadie puede ganarle una elección al dictador Maduro en Venezuela ni al dictador Morales en Bolivia, porque no son elecciones, son “tragicomedias criminales” para las que además de tener institucionalizado su sistema de fraude, fabrican, dividen y manipulan su oposición, reduciéndola –con los instrumentos y prácticas criminales castrochavistas– a débiles rehenes, cómplices o simuladores que seguirán teniendo un buen pasar.


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