¿Elecciones sin antes cambiar de régimen?

Esta semana el pueblo demostró que no quiere más dictadura, así traten Nicolás Maduro y compañía de disimularla con un tosco barniz de las formalidades democráticas. Por otra parte, que los ciudadanos, a la hora difícil de exigir la restauración del hilo constitucional, ya no temen enfrentar a los efectivos militares y paramilitares del chavismo menguante.

Desde hace algunas semanas, con la grave agudización de la crisis humanitaria y la violación sistemática de los valores esenciales de la democracia, cuya última y más grosera expresión fueron las sentencias 155 y 156 dictadas por la Sala Constitucional del TSJ como respuesta a la condena al régimen aprobada por la mayoría de las naciones del hemisferio en el Consejo Permanente de la OEA, la dirigencia opositora dio al fin un paso al frente. Primero validó la firme posición adoptada por Luis Almagro ante la deriva totalitaria de Maduro y por la otra, al amparo del llamado de la Conferencia Episcopal Venezolana a la desobediencia civil, decidió destituir a los siete magistrados, dóciles instrumento del autogolpe puesto en marcha por Maduro.

La extraordinaria jornada del martes 4 de abril trazó el nuevo camino a seguir: calle y más calle hasta que en Venezuela vuelva a imponerse el Estado de Derecho. La comunidad internacional quedó conmocionada por la despiadada violencia aplicada por el gobierno de Maduro para impedir que los diputados opositores ingresaran al recinto legislativo. También se sintió emocionada al ver cómo miles de hombres y mujeres de todas las edades resistieron los embates de la policía, la Guardia Nacional y las huestes armadas del PSUV. Una única voz se alzó en defensa de la dictadura venezolana. En su edición del miércoles, el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, falseó soezmente los sucesos describiéndolos como “una movilización que colmó las calles de la capital venezolana, con la que el pueblo repudió la agenda golpista de la derecha nacional e internacional”.

¿Cinismo, arrogancia ciega o simple autoengaño de quienes tras haber abusado de la más estricta censura de prensa durante casi 60 años han terminado por creerse sus propias y desmesuradas mentiras? En todo caso, el jueves el pueblo volvió a escuchar la convocatoria de sus dirigentes, centenares de miles de ciudadanos acudieron a la autopista Francisco Fajardo y durante más de 3 horas resistieron el ataque feroz de policías y guardias Al final, después de anunciar nuevas manifestaciones para el sábado, los manifestantes abandonaron aquel campo de batalla campal cuyos pormenores, a pesar de la censura y la autocensura de los canales de TV, gracias a las redes sociales, el mundo pudo seguir con una mezcla de admiración por las firmes convicciones del pueblo y de desprecio por la barbarie exhibida por los sicarios uniformados del régimen.

No obstante el claro sentido de esa manifestación, por sorpresa surgió una duda inquietante. Mientras en Caracas se libraba una batalla campal entre los ciudadanos y los sicarios uniformados del régimen en defensa de la Constitución, desde Washington, adonde había viajado para entrevistarse con Almagro, Julio Borges declaró que “lo que piden los venezolanos es que tengamos elecciones”, a pesar de que Henrique Capriles, después de sufrir los efectos tóxicos de los gases del oficialismo, le recordó acertadamente al país que “todos los venezolanos tenemos el deber de restablecer el hilo constitucional aplicando el artículo 333 de la carta magna”. Peor aún fue la incongruencia del diputado William Dávila, quien también en Washington le advirtió a la prensa que la oposición venezolana no aspiraba a que la OEA le aplicara sanciones al gobierno Maduro, sino que lo presionara para que haga elecciones. Es decir, que para ellos lo primero sigue siendo que el gobierno celebre elecciones, las que sean, y aunque vivamos en dictadura. Lo demás ya veremos. De ahí mi pregunta inicial: ¿Elecciones sin antes cambiar de régimen? Porque francamente, quizá porque a medida que me pongo viejo me vuelvo más bruto, cada día los entiendo menos.


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