Tomo prestado el título de un artículo de Luis Leonel León, “el silencio también es un crimen” publicado por el “Interamerican Institute for Democracy, el 18/06/ 2018, en el que alude al silencio de los cómplices internacionales de las dictaduras. Muchos de quienes guardan silencio o se colocan de perfil tienen la desfachatez de autoproclamarse “progres”, aunque sabemos que lo suyo es un viaje a las cavernas. En su escrito sostiene que “luego de que en 1985 Armando Valladares publicara sus memorias del presidio político en Cuba, ya nadie, o al menos nadie con sensatez y vergüenza, ha podido negar la existencia de presos políticos en la isla” y, agregamos nosotros, tampoco en Venezuela, dictadura que calca y obedece con admiración a la otra, la cubana.

En su silencio se cuidan de omitir el calificativo de “políticos” a los presos venezolanos, lo que no es una sorpresa, pues el ocultamiento y la deformación de la realidad son atributos de todo totalitarismo (socialismo real, nazismo y fascismo). En la estrategia del silencio evitan pronunciarse ante la crisis humanitaria y el incesante aumento de la diáspora.

En su profundo análisis del totalitarismo, Hannah Arendt afirma que una de las áreas de interés prioritario de estos regímenes es la destrucción y ocultamiento de datos y registros, con el propósito de encubrir y falsear la realidad y así impedir la crítica pública. El socialismo venezolano, como todo socialismo real, hace de la mentira una política pública que rebasa fronteras físicas y éticas, como decía Vaclav Havel, mienten hasta cuando mienten y además lo hacen con absoluto descaro.

Ocultan, tergiversan y niegan la existencia de la hiperinflación, la inseguridad, el hambre, la escasez, la deserción escolar, la crisis humanitaria, los presos políticos o el éxodo masivo, pese a la elocuencia de las imágenes de los venezolanos cruzando las fronteras. Han convertido el silencio y el ocultamiento en política de Estado y, cuando ello ocurre, los derechos humanos y las libertades básicas entran en la zona de peligro.

Su ilimitado cinismo los lleva a eliminar lo obvio y el silencio criminal de sus amigos convalida las fechorías, a las que contribuyen sus aliados en organismos internacionales que dan por buenos los datos que falsean la realidad. Niegan con contumaz desprecio la existencia de un éxodo forzado y forzoso que propicia un sistema que destroza todo lo que toca y que hace que en el país sobren las razones que presionan la emigración de los venezolanos. ¿Será necesario, como ha ocurrido en otras ocasiones, que las cifras de desnutrición se transformen en hambruna?, ¿serán necesarias más muertes por escasez de medicinas y alimentos y una abundante inseguridad? ¿No es lo suficientemente grave la crisis humanitaria actual como para romper el silencio?

La frontera entre el silencio y el odio secular a los venezolanos, de quienes se quieren vengar, no sabemos a cuenta de qué: ni quién los ungió con esa facultad: ¿tendrá algo que ver con el hecho de que Cuba fue expulsada de la OEA y esa herida no ha cicatrizado? Sin escrúpulo alguno, violando incluso las formas, se presentan como dueños de lo que no les pertenece, como el eslogan de campaña: dando y dando.

El estruendoso silencio de los cómplices hace que sobresalga la vergüenza y sensatez de líderes democráticos en todo el mundo. Las voces de 23 ex presidentes iberoamericanos que han condenado la farsa democrática del régimen venezolano, o las precisiones de Felipe González, Aznar, Rajoy y Rivera, que sostienen que un país con presos políticos no es democracia. A ellas se suman las de la Unión y el Parlamento Europeo, Naciones Unidas en boca de su secretario general, el Grupo de Lima, Estados Unidos y Canadá. Alzan su voz cuestionando un sistema en el que los opositores son condenados antes de ser enjuiciados, a quienes se les fabrican pruebas de una manera por demás impresentable y chapucera, su propósito es el de instalar en el país el miedo y la desesperanza y en este terreno la “nomenklatura” cubana ejerce un férreo control.

Se sublevan los diputados de los parlamentos en todo el mundo y se crean comisiones, como la de los eurodiputados que se trasladó a Bogotá y Cúcuta para constatar con asombro el auxilio del gobierno colombiano a la diáspora, mientras el régimen venezolano permanece impasible ante el sufrimiento de sus ciudadanos. Esa vil actitud me trajo a la memoria el título y el contenido del libro Si esto es un hombre en el que Primo Levi narra su terrible experiencia en un campo de concentración.

Cada vez más personas rompen el silencio cómplice y denuncian la inocultable gravedad de la situación que ha creado el socialismo del siglo XXI, dechado de pésimas noticias y peores declaraciones. Cuando es imposible ocultar su ineptitud supina que ha convertido el transporte de ganado en transporte público, culpan a otros de sus desmanes y despropósitos. Los nombres de sus máximos representantes aparecen en listados de personas acusadas de narcotráfico, corrupción, lavado de dinero e integrismo islámico. Niegan lo obvio con excusas y pretextos que solo utilizaría quien considere que los ciudadanos somos estúpidos.

En el plano internacional su política es la extensión de la política nacional: utilizar los recursos y las instituciones para sus fines privados, dejando de lado a los ciudadanos, a quienes menosprecia. Una política que se sitúa en las antípodas de la que se impulsó, con mucho éxito, en el periodo democrático, que ha sido documentada en el libro coordinado por Fernando Gerbasi y editado por Kalathos hace unos pocos días.

Una muestra de ese dislate hegemónico lo padeció el canciller chileno, quien sufrió las agresiones del vocero del régimen venezolano en la OEA. Comprendió y expresó que si así se irrespeta a los cancilleres de otros países no podía imaginarse el trato grosero que daría a los ciudadanos venezolanos. Esa actitud descortés ha convertido al régimen venezolano en un vecino incómodo en, básicamente, todo el mundo. No es de extrañar que la decisión que adoptó la OEA mostrase una enorme preocupación por el severo retroceso que experimenta el país en todos los órdenes.

Por esa misma razón los países comprenden que el éxodo masivo de venezolanos es una consecuencia de un régimen cuyos términos preferidos son arrasar con todo y vengarse de todos. Acaba con las libertades, los derechos humanos y con el más importante derecho de propiedad: la vida misma.

La diáspora ha resultado extraordinariamente importante para romper con el silencio cómplice de muchos. Se ha transformado en el “verdadero” servicio exterior de Venezuela que hoy cuenta, además, con millones de embajadores, agregados comerciales y culturales, agregados en los ámbitos de la educación, la salud y la innovación y que funge como la fuente confiable de información frente al régimen venezolano cuya capacidad enfermiza de mentir todo el mundo conoce.

A su manera promueven el proyecto del servicio exterior de la democracia: la paz, la integración, la solidaridad, el emprendimiento, la cultura y la creación artística en todas sus manifestaciones, al margen y en ocasiones en contra de una burocracia que solo es una unidad de marketing de un proyecto político que ha fracasado. Los nuevos embajadores proporcionan apoyo a quienes todos los días se suman a la diáspora.

En una entrevista reciente con Chataing coincidíamos en que la diáspora es un formidable sustituto de un servicio exterior al que el régimen destruyó. La diáspora habla, opina, escribe, organiza y ayuda a derrotar el mutismo cómplice. En ese terreno los medios y comunicadores han desempeñado un papel fundamental. “Mientras que la prensa sea libre y no corrompida –señala Arendt– tiene una función enormemente importante que cumplir (…) Esta esencialísima libertad política, este derecho a la no manipulada información de los hechos, sin el cual toda libertad de opinión se torna una burla cruel”.

Los venezolanos todos, sin distinción alguna, se arriesgan a informar y se rebelan en contra de las pretensiones hegemónicas del régimen. Son valientes como dice la canción de Nacho. Los venezolanos para informar y comunicarse utilizan todos los medios a su disposición, todos esos medios y aplicaciones que el régimen detesta y que les gustaría poder controlar. En este terreno hasta las señales de humo son útiles para impedir que el modelo de las penurias, el cavernícola, termine de devastar el país.

Frente al silencio del régimen y sus amigos, información global, con evidencias, pruebas, imágenes. Contra el pensamiento único y la hegemonía comunicacional de la que han hablado varios ministros, pluralidad y diversidad. Frente al silencio criminal y cómplice, denuncia sustentada y revelación de la realidad.


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