El tratamiento a Cuba, Venezuela y Nicaragua como dictaduras es real, pero la dictadura de Bolivia está burlando su naturaleza en análisis, noticias y declaraciones. Mientras se afirma el consenso sobre la condición criminal de los regímenes de Castro-Díaz Canel, Maduro y Ortega, la dictadura del dirigente cocalero Evo Morales parece inadvertida. Las dictaduras castrochavistas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia tienen las mismas características, metodología, agenda, y la de Bolivia no puede quedar encubierta por error, omisión o conveniencia.

El esfuerzo de propaganda más importante de las dictaduras del socialismo del siglo XXI o castrochavismo ha sido y es el de aparentar democracia. La dictadura de Cuba nunca ha tenido opción en esta farsa, pero insiste tratando de presentar modificaciones de su estatuto dictatorial manipuladas como “reforma constitucional”. La dictadura de Venezuela ha perdido todo el disfraz con la crisis humanitaria, y Nicaragua no ha dejado duda de su condición dictatorial con los asesinatos y violaciones de los derechos humanos desde abril pasado.

No es que la dictadura de Venezuela exista hace un año y haya aparecido con los cientos de miles de migrantes forzados, o que la dictadura de Nicaragua ocurrió de pronto con los crímenes contra las protestas iniciadas el 18 de abril. En Venezuela existe dictadura desde que Hugo Chávez juró como presidente con la sentencia de “moribunda Constitución”, luego se asoció con Castro y concentró todo el poder. Nicaragua es dictadura por lo menos desde 2009, cuando Daniel Ortega dejó “sin aplicación los artículos constitucionales 147 y 178 que prohibían la reelección continua para el presidente de la república”.

El régimen de Evo Morales en Bolivia es dictadura, forma parte de la organización de crimen organizado transnacional castrochavista, es una amenaza para el mundo y viola los derechos humanos y las libertades de los bolivianos. Más de 20 masacres con más de 100 muertos en Cochabamba, El Provenir en Pando, El Hotel Las Américas en Santa Cruz, La Calancha en Sucre, Los Yungas de La Paz, zonas mineras y otras lo prueban. La persecución judicializada, con más de 80 presos políticos y más de 1.200 exiliados políticos certificados por la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados lo ratifican.

En enero de 2019 el dictador Morales cumplirá 13 años continuos en el poder y fue elegido por 5 años sin derecho a reelección continua. Morales ha falsificado la reforma constitucional de 2004 asociado con Carlos Mesa para introducir “asamblea constituyente” cuando la Constitución de la República solo permite reformas parciales; con el mismo grupo de “constitucionalistas de Valencia” que operaron en Venezuela, Cuba y Ecuador, ha falsificado el texto de constitución aprobado por la ya ilegal constituyente; ha suplantado la República de Bolivia con su “Estado plurinacional”; ha vaciado todo el poder democráticamente constituido cambiándoles el nombre a las instituciones para dejar sin cargo a los magistrados; ha hecho fraude electoral en elecciones, referendos y más.

La Constitución del Estado plurinacional de Morales vigente desde 2009 –copiando a Cuba– consagra la “retroactividad de la ley” y viola así la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Evo Morales promueve internacionalmente la coca y la cocaína, como en su discurso en la ONU, en abril de 2016. Aumentó el cultivo de coca ilegal de 3.000 hectáreas, en el año 2003, a más de 70.000 hectáreas; con producción de cocaína inunda Brasil, Chile, Argentina y opera una red de tráfico oficial con Venezuela en aviones militares, como lo prueba el periodista Leonardo Coutinho en Hugo Chávez o espectro.

Para afianzar su “Estado plurinacional criminal” ha expulsado al embajador de Estados Unidos y a la DEA, rompiendo así convenios internacionales antinarcóticos, igual que Venezuela y Ecuador con Correa. Ha creado y opera la “Escuela Militar Antiimperialista del ALBA” en Santa Cruz, con instructores de Cuba e Irán, entre otros. Ha terminado con la libertad de prensa, cuyo control le permite seguir vendiendo un éxito económico falsificado y la “falsa imagen de indígena” que no habla ninguno de los idiomas originarios y que ha reprimido ferozmente a los verdaderos indígenas del TIPNIS para robarles sus reservas naturales con la expansión de cultivos ilegales de coca.


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