Si en tiempos en los que el chavismo no solo dirigía los hilos de la política regional, sino que era referencia mundial de la izquierda, usted hubiese dicho que llegaría el día en el que sus aliados se contarían con una mano y sobrarían dedos, nadie lo hubiese creído. El fallecido Hugo Chávez hizo de su política exterior un medio eficaz para comprar lealtades y apoyos que le permitieron durante largo tiempo recibir a cambio silencio, complicidad e impunidad frente a las tempranas violaciones de derechos humanos que padecimos los venezolanos desde los propios inicios de la peste roja. Algo que Maduro no pudo lograr, no porque le faltaran intenciones, sino dólares.

La situación de aislamiento internacional de la dictadura madurista no tiene precedentes recientes en Latinoamérica. De allí la desesperación del dictador y su mafia en buscar apoyos, una labor infructuosa que precariamente logró aglutinar a tres dictadores, un títere y el representante de un Estado que no existe, Osetia del Sur, un nombre que la mayoría de los venezolanos apenas leen por primera vez. Es así como esta gente pretende decirle al mundo que sí gozan de legitimidad y reconocimiento mundial. Imaginen, es tal el desprestigio de Nicolás Maduro que ni siquiera Daniel Ortega, quien goza de todo menos de buena imagen, quiso fotografiarse con él. Pero no descartemos nada, quizás lo hagan en el futuro en una ciudad holandesa muy conocida por otros violadores de derechos humanos. 

El aislamiento internacional, aunque coloca a la dictadura en aprietos, no impide, por ahora, que sigan secuestrando el poder, sobre todo cuando la cúpula madurista ha demostrado que poco le importa cuánto o mucho sufran los venezolanos si ellos conservan el “mando” en Miraflores. Las acciones que ha emprendido la Asamblea Nacional en aras de asumir la representación del pueblo como único poder legítimo frente al mundo y los venezolanos deben ir acompañadas del esfuerzo de la comunidad internacional para facilitar no solo el reconocimiento diplomático, sino el acceso a los fondos saqueados y bienes de la república que no pueden seguir siendo dilapidados por una mafia.

En este sentido, confío en el valor y la determinación de Juan Guaidó, quien más allá de presidir la Asamblea Nacional, representa a una generación que no tiene nada que perder porque le han robado todo, incluso el miedo. Los próximos días son decisivos y aunque el país exige acciones rápidas, cada acción demanda que se tiendan puentes con factores dentro de la Fuerza Armada Nacional y el chavismo para abrirle paso con la fuerza del pueblo, el acompañamiento del mundo y el rol institucional de nuestros militares a una transición que permita el renacer de nuestra Venezuela y la recuperación de nuestra libertad.

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@Brianfincheltub


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