Toda la farsa acumulada del grupo de delincuentes en el poder, que bajo la insólita dirección de la batuta castrista ha llevado al desconcierto a la nación venezolana, sale a flote. Como salen a flote en las películas de mafiosos, y en la vida real también, cadáveres en proceso de putrefacción, medio comidos por bichos y alimañas en un ecosistema degradante. Se corroboró lo que era un secreto a voces en los prostíbulos políticos del régimen sobre la verdadera fecha de la muerte de Hugo Chávez. Fue el 28, el 28, el 28… de diciembre de 2012.

La variopinta fauna política que ha bailado al son de tal “desconcierto castrista” se apresura ahora a desmentir a la fiscal Luisa Ortega Diaz, sobre la revelación de la verdadera fecha del 28 de diciembre que le hiciera el ahora jefe de la asamblea nacional constituyente fraudulenta, Diosdado Cabello. Todos los procesos cumplidos para forzar la supuesta legalidad o legitimidad de origen del mandato en la subsiguiente elección presidencial entonces son más que nulos. Es lo que siempre se supo, pero que nunca se asumió. Estamos ante otra farsa más de la saga de mentiras, manipulaciones y delitos contra la soberanía de la nación venezolana. Mentira que desde su origen derrumba el escenario montado para satisfacer el continuismo en el poder del castrismo en Venezuela, y de sus cómplices.

La cúpula civil y militar, podridas, tuvieron que cooperar para fingir tal hecho. Desde la Casa Militar del presidente hasta los que, sin saberlo a ciencia cierta, sospecharon pero se hicieron los locos para no exigir explicaciones y nombrar una junta médica venezolana, la cual debía corroborar el estado de salud del mandatario en ejercicio, como lo prescribe la Constitución. Chávez acudió irresponsablemente a un evento electoral sin posibilidades ciertas de conservar su salud para ejercerlo. Hacia el final de ese período 2006-2012, después de cumplida la mitad del mandato presidencial y dado que la Constitución otorga al jefe del Estado la función de designar a su vicepresidente ejecutivo, efectivamente Hugo Chávez podía disponer que Maduro se hiciera cargo de la presidencia, pero no más allá de dicho período. El presidente electo debía juramentarse ante la Asamblea Nacional. De no poder hacerlo la Asamblea tendría que asumir para llamar a nuevas elecciones. El vicepresidente en ejercicio temporal del cargo de presidente tenía que haber entregado a la Asamblea Nacional, pues el nuevo mandato no se llegó nunca a iniciar. De allí que Cabello sepa muy bien a qué jugó en ese pacto de traición a la patria. Faltó a su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes. Falló al no defender la soberanía nacional, cuando aceptó hacer caso a la imposición de Maduro en la acosada mente de Chávez por los Castro. Sitiado por el cáncer en su cuerpo y por el otro cáncer de los hermanitos Castro en el cuerpo de la nación venezolana, el país quedó secuestrado definitivamente desde entonces.

Hoy las enfermeras y médicos venezolanos, en ausencia de posibilidades de dar una digna atención a la salud de los pacientes, bajo vejámenes continuos y sueldos de hambre, y a consecuencia de toda una cadena de traiciones a nuestra soberanía nacional, elevan sus voces. Desde aquella intervención por orden de la dictadura cubano-castrista sustituyendo nuestros excelentes médicos profesionales y especialistas por seudomédicos cubanos “generales”,  hasta las mentiras de la fecha de defunción de Hugo Chávez que se revuelven con las sospechas de la nacionalidad de Maduro hasta las de Tareck el Aissami, nos hacen elevar también nuestras voces hoy sábado 14 de julio, cuando se cumplen 202 años  del pase a la gloria del Generalísimo Francisco de Miranda con el grito de su consigna: “Muera la tiranía viva la libertad”.

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