Hoy en día la mayoría de los venezolanos andan en la búsqueda de nuevos horizontes, pues estamos viviendo en el país uno de los momentos más críticos de estos casi veinte años. El deterioro de nuestra calidad de vida, la falta de insumos básicos y, por supuesto, la inseguridad ha llevado al ciudadano a pensar que su oportunidad de una mejor vida no está en este suelo patrio. No cabe duda de que esa posición proviene del modelo político, autocrático, populista y, además, impuesto por la fuerza. Casi dos décadas han sido necesarias para destruir el aparato productivo en su totalidad por medio de banderas populistas, con viles promesas y vulgares triquiñuelas.

Esta crisis ha sido producida por un gobierno que maneja la economía de un país a su antojo, como lo haría cualquier vendedor informal que no asume compromisos, no es capaz de seguir las normas básicas y legales para dicho manejo y tampoco permite la más elemental crítica. A la destrucción del aparato productivo se suma la gran dispersión de venezolanos de todos los niveles económicos y grados académicos que han abandonado nuestro país en la búsqueda de una mejor estabilidad económica y social, la cual perdieron en Venezuela. No existen cifras que señalen la cantidad de venezolanos que han partido, sin contar con los que están en trámites para hacerlo. Esta diáspora ha agudizado la crisis.

El éxodo, que comenzó con una búsqueda de seguridad social y económica, tiene ahora un motivo más: el resguardo real a la vida, pues el venezolano de a pie apenas sobrevive. Nos enfrentamos a una economía hiperinflacionaria, que sobrepasó todos los niveles de normalidad, que no le da al ciudadano la menor posibilidad de cubrir sus necesidades. Asimismo, la partida de profesionales y técnicos de todas las áreas dificulta y encarece los servicios: no hay mecánicos, peluqueros, jardineros, conserjes o encargados de tiendas; mucho menos, médicos, profesores universitarios y maestros, veterinarios, por mencionar algunos. 

¿Y el Estado? Simplemente mantiene su política de manejar los pocos recursos de manera empírica, a su conveniencia, sin publicar cifras ni presupuestos, por muy constitucional y legal que sea el mandato de hacerlo. Se inventan cualquier excusa para hacer las atrocidades en el ámbito económico, como las sanciones a funcionarios activos, guerra económica ficticia y echarle las culpas al imperio, a la oposición o a quien se le ocurra para evadir toda responsabilidad. La diáspora es ficticia. “Que se vayan los escuálidos” fue su respuesta. 

Gobiernan para el que ha perdido la esperanza o no tiene posibilidad alguna de irse del país. Como han dicho alguno de sus actores, gobiernan a los que pueden controlar, los demás no les importamos ni mucho menos nos toman en cuenta; buscan que nos acostumbremos al deterioro en todos los niveles, sin que pare ni por un instante. Los venezolanos no cubrimos ni nuestras necesidades básicas ni las menos básicas. Las condiciones económicas son deplorables: no hay país que desee negociar con Venezuela, la producción petrolera va en caída, no hay liquidez monetaria para la más elemental compra, ha declinado la economía de puertos que sigue manejada y monopolizada por los que ostentan el poder.

Cada día vemos el panorama más difícil y pensamos en las diferentes opciones que tenemos para sobrevivir. Unos pocos buscan nuevos horizontes, dejando atrás lo poco o mucho que les queda; otros muchos, resignados y sin posibilidad de salir, pero ambos grupos convencidos del cambio inmediato que merece el país. Un cambio no solo de las personas que manejan el gobierno, sino un cambio del modelo político que demostró que no era, no es, ni será capaz de ofrecer soluciones positivas a la población, en general.

Es imperativa la necesidad de cambio para que el país retome el camino que perdió buscando lo que no se le había perdido. Pero ese cambio comienza por nosotros mismos: por entender en qué hemos fallado, por aceptar que todos debemos aportar a través de nuestras acciones, que las personas que están fuera del país deben poner su grano de arena, de igual manera, y apoyar con acciones desde el país que se encuentren. No es solo desconectarse y buscar una nueva vida. Debemos estar unidos los de adentro y los de afuera, dejar a un lado nuestras diferencias para salir adelante. Debemos tener claro la existencia de un objetivo común: ayudar a reconstruir nuestro país con la ayuda de todos para que aquellos que se fueron puedan volver más temprano que tarde. Venezuela no se rinde. Seguimos luchando.

@freddyamarcano


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