Podríamos sugerir, a los que han decidido asumir e insistir en la estrategia política frente a la dictadura, sobre el tema “del diálogo para una solución pacífica a la crisis venezolana”, que en lugar de continuar actuando bajo la “facilitación” de actores como el ex presidente Rodríguez Zapatero, el ex presidente dominicano Leonel Fernández, detrás de bastidores, y ahora el actual mandatario de esta isla, Danilo Medina, se fueran directamente a Cuba a pedirle audiencia a Raúl Castro, para que les organizara, en esa otra también isla caribeña, unos “verdaderos diálogos de paz”. Serían diálogos entre un gobierno regido por narcotraficantes, secuestradores y comisionistas, bajo la máscara del “zoquete” útil Nicolás Maduro (como dirían mis abuelas), y de una oposición “multisápida” (como diría nuestro ex presidente Betancourt). A estas alturas del partido, no habría ya más que preguntarse aquello de ¿cómo se come eso? de banqueros lavadores de dineros mal habidos, y de políticos vendidos. Sea con dineros provenientes del narcotráfico internacional, de dólares robados a través de la manipulación del cambio del dólar oficial, y/o por los de las comisiones por ventas de armas; habría sencillamente que entender que se ha vendido así también a nuestra patria venezolana.

No, realmente no voy a sugerir tal cosa de ir donde Raulito, el sátrapa hermanito menor de Cuba, ¡no! La confrontación que tanto tratamos de evitar, desde nuestro amplísimo sector democrático-mayoritario en Venezuela contra estos delincuentes, hábilmente infiltrados en ambos bandos, no es posible lograrla. Si no se tiene cabalmente identificado y caracterizado al secuestrador, y cercado bajo la fuerza de la razón y de la justicia armada, que le imponga la ley para que se rinda, no liberará a su rehén: ¡todo un pueblo prisionero! Y si no se logra liberarlo realmente, no será posible iniciar un verdadero cambio y reconstrucción democrática. Pensemos en la experiencia rusa, por ejemplo.

¡Oh, Colombia! ¡Amada hermana! ¿Cuántos sacrificios de tantas décadas se podrían perder? Se nos viene ahora reforzada, desde allá, la política de dominación del pueblo a través de la compra de conciencias y del populismo seductor y engañoso de las virtudes republicanas. Gracias a las fortunas acumuladas por el narcotráfico, y con apoyo ruso y chino, seguramente, ¿qué pasará? ¡Oh, Colombia cuánto me dueles! ¿No se podrá entonces acabar con nuestros males, y se harán estos más endémicos y crónicos aún? A menos que juntas entendamos, Colombia y Venezuela, unidas a la comunidad internacional, americana y europea especialmente, la naturaleza del monstruo. A menos que logremos identificarlo cabalmente, y establezcamos una política estratégica conjunta, de defensa internacional del Estado democrático y de justicia. Esto es, más que preciso, vital para derrotar estos flagelos de “lesa humanidad” que violan nuestros derechos humanos y roban el futuro bonito para nuestros hijos y nietos: el narcotráfico y el terrorismo mundial.

A los que piensen que la actuación con responsabilidad de conciencia en el uso del monopolio de la violencia necesaria, desde el Estado democrático y con sus armas, podría causar un mal mayor, frente a esta cultura criminal en expansión dentro de dichos ámbitos nacional e internacional, y nos piden que escojamos un mal menor a través de la coexistencia pacífica, para así procurar por otros medios la redención de dicha cultura criminal, les invitamos con humildad, con respeto, y al propio tiempo con firmeza, a que reflexionen sobre ¿cuál es la razón esencial del por qué hemos podido resistir y hasta ahora ser diferentes? ¿Y sobre cuál peligro corremos de extinguirse dicha resistencia?

Aun teniendo reales oportunidades de sucumbir ante la seducción del poder y del dinero, ¿por qué no hemos caído aún al fango putrefacto de sus pretensiones? ¿Ante propuestas políticas engañosas, de justicia popular y amor a los pobres, a lo Pablo Escobar, por qué no caímos? ¿Podría ser todavía para algunos de ellos válido ejemplo, como lo ha sido para la mayoría de nosotros, desde el más sublime recuerdo, incomparable e insustituible, el de nuestras abuelas? ¿Como ningún otro contra valor de la existencia humana? ¿Podría ser el inquebrantable y honesto esfuerzo de nuestras familias el antídoto?

Esas gigantes pequeñas, y supuestamente frágiles mujeres, crearon patria desde su propio vientre. Y, luego, desde el más poderoso vientre que haya podido inventarse jamás, como lo es el noble vientre espiritual de nuestras abuelas. Ellas siguieron creando un modelo humano de calidad esencial. Desde su inigualable estirpe de barro solidario, lo hicieron. ¡Hoy, en mi oración de fuerza y fe, las recuerdo y las bendigo! Por ello comparto con todos ustedes, con humildad y orgullo, sus nombres, y sus apellidos que son los míos. Con ellas se selló hasta lo infinito de mi alma imperecedera su esencia de siembra indestructible de amor y de valores. Afortunadamente, pienso es todavía así para la mayoría de todos nosotros los venezolanos, con madres y abuelas venidas desde cualquier parte del mundo. Con similares o especiales recuerdos de nuestra humana existencia. Esos son los principios provenientes desde sus esencias. Así, es mi diálogo del “pienso luego existo” de hoy. Diálogo con el recuerdo de mis abuelas. En mi caso provenientes de Alemania y de España: ¡Alfonsina Heinemann e Inés Yanes! ¡Seguramente será también el caso similar de millones de ustedes, mis queridas conciudadanas y conciudadanos!

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