En 1951 el Ejército y la Fuerza Aérea de Estados Unidos detectaron un objeto volador no identificado, OVNI, volando a una velocidad vertiginosa sobre suelo norteamericano. Los medios de ese entonces informaron, por radio y televisión, del hecho. El pánico se desató entre los ciudadanos norteamericanos, cuando el OVNI aterrizó en un parque.

Luego de aterrizar y tras un tiempo prudencial, se abrió una puerta en el OVNI y salió una figura de apariencia humana en una suerte de traje espacial. La figura iba acompañada de un robot.

Los soldados, nerviosos y con miedo, hicieron fuego e hirieron al extraterrestre, y el robot respondió con una especie de rayo láser que destruyó las armas de los soldados. El extraterrestre se recupera enseguida y le da una orden al robot y este se detiene. Luego se dirige a los presentes y les dice que se trata de una misión pacífica (pero armada) que viene en son de paz para establecer contacto y conversar con los líderes mundiales.

El extraterrestre es llevado a un hospital cercano, donde es examinado minuciosamente, y resulta ser exactamente igual a un humano. Allí se reúne con el secretario del presidente de Estados Unidos y le revela que tiene un mensaje que todos los habitantes de la Tierra deben escuchar.

Luego de este accionar, el extraterrestre se da cuenta de dos cosas: una, de que en realidad está hecho prisionero, y la otra es que los líderes mundiales no logran ponerse de acuerdo sobre una cosa tan simple como el lugar de reunión para escuchar el mensaje del extraterrestre.

El asunto es que nuestro extraterrestre logra escapar, consigue vestimenta apropiada en una tintorería e incluso logra hospedarse en un hotel donde se hace amigo de un chico. A través del chico conoce a un famoso genio matemático, al que luego le revela que es un extraterrestre y que ha venido a la Tierra con una misión: impedir que la amenaza nuclear, materializada en la posibilidad de construir bombas más poderosas que la bomba atómica, se convierta en amenaza para el resto de los mundos de la galaxia.

Así, el extraterrestre le comunica a su amigo matemático que, para confirmar su misión y como advertencia, haría algo muy llamativo, que no dañaría a los habitantes del planeta Tierra pero que, sin embargo, llamaría su atención. El amigo matemático coordina una reunión con sus pares científicos del mundo a tal efecto, y que fungirán como observadores.

Nuestro extraterrestre logra regresar a su OVNI sin dificultad y materializa su demostración a las 12:00 del mediodía (hora norteamericana) del día siguiente: un apagón mundial de apenas media hora, tras lo cual todo vuelve a la normalidad.

Con tal demostración de poder, comienza la persecución del extraterrestre que, al percatarse de que es buscado, intenta reunirse nuevamente con su amigo matemático. Sin embargo, en el trayecto, el extraterrestre es herido y muere. En su agonía logra decirle a la madre del niño que es su amigo, que debe dirigirse a la nave y decirle al robot las siguientes palabras: «Klaatu barada nikto». Klaatu es el nombre del extraterrestre y el mensaje vendría a significar algo así como: «El camino de Klaatu se ha cerrado».

La madre del niño amigo del extraterrestre logra llegar a donde está el robot, pronuncia las palabras y el robot se activa, busca al extraterrestre, lo resucita y ambos se devuelven a la nave, donde transmiten el mensaje objeto de su misión a los allí presentes y, seguidamente, abandonan la Tierra.

El texto sinóptico anterior corresponde a la película norteamericana de 1951, titulada The day the Earth stood still (El día que paralizaron la tierra, en español).

Dicha película ganó en 1952, un Globo de Oro honorífico en virtud de promover el entendimiento internacional. En 1995 fue incluida en el National Film Registry y en el año 2000, y de acuerdo a la selección Chlotrudis, ocupó el puesto 136 de las mejores películas del siglo XX.

Ante el rendimiento decreciente del cuento del sabotaje y en tiempos harto recientes, un ataque extraterrestre también pudiera ser un nuevo cuento explicativo para justificar lo que sucedió –y todavía sucede– en nuestra destruida Venezuela con relación a la madre de todos los apagones. Claro, con algunas variantes “electromanéticas” cuenco-caribeñas**.

** Sin la “g” tales ondas son realmente mortales. Nota del autor.

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