Los aires de cambio político que se respiran en el continente deben ser aprovechados, de inmediato, antes de que se pierda la oportunidad. América latina ya exterminó la época de dictaduras caudillistas que la dominó en el siglo XX. Consecuencia de esa dominación fue la revolución cubana que llevó a Fidel Castro al poder en 1958. Contrario a lo que se pregonaba, esta revolución ha sido la más sangrienta dictadura en el continente y su fracaso ha sido estruendoso.

No obstante su calamitoso resultado, el castrismo ha sido muy exitoso en su perpetuación en el poder en Cuba, así como en su expansión imperialista en el continente. La productiva Cuba de 1950 se convirtió en una isla famélica, retrasada y esclava de los caprichos de los Castro, cuyo régimen tiránico, siguiendo fielmente la cartilla marxistaleninista, tiene al pueblo cubano totalmente esclavizado, sin ninguna libertad y en estado de indigencia total.

Pero el mal del comunismo cubano no termina allí, su sed de poder ha llevado al régimen comunista a una tarea expansionista sin precedentes en la historia latinoamericana. En lo único que ha sido eficiente el comunismo cubano ha sido en sus expediciones de invasión (algunas directamente militares, otras a través de medios violentos indirectos) en el continente y en África.

Venezuela ha tenido el “privilegio” de haber sido invadida dos veces por el comunismo cubano: una, directamente en la invasión a Machurucuto en la década de 1960 y otra, a través de la dominación tiránica del comunismo chavista a partir de 1998 (proceso magistralmente explicado en “la Invasión de Cuba a Venezuela”, de Antonio Sánchez García y Héctor Pérez Marcano).

Colombia ha sido permanente asediada por el comunismo cubano desde los inicios del régimen comunista, a través de los movimientos guerrilleros inspirados, financiados y dirigidos por el castrismo (FARC; ELN; M19, EPL etcétera). Cuando se dio cuenta de la imposibilidad de tomar el poder por las armas, trasmutó la lucha en una “ofensiva de paz” que logró magistralmente su objetivo en la imposición dictatorial del acuerdo Santos-Timochenko el cual, desconociendo la voluntad popular expresada en un plebiscito, le otorgó impunidad, elegibilidad y la perpetuación de sus negocios ilegales al narcoterrorismo, y pone al país prácticamente en un cogobierno de las fuerzas legítimas y los criminales de lesa humanidad al crearle a estos justicia paralela y poder de veto en las más trascendentales decisiones del gobierno.

Paradójicamente, cuando el comunismo se derrumbó en el mundo floreció en América Latina, gracias a la argucia de Castro llamada Foro de Sao Paulo, el cual a través del eufemismo de socialismo del siglo XXI, impuso regímenes estalinistas en el continente y se aseguró el predominio del castrocomunismo en el continente, bien por medio de dictaduras comunistas (Venezuela, Nicaragua, Bolivia), bien a través de regímenes pseudodemocráticos (El Salvador, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil), que aceptaban la subyugación castrocomunista.

En los dos últimos años, el Foro de Sao Paulo ya no es la fuerza dominante en el continente; ha perdido milagrosamente el poder en la mayoría de países subyugados por el comunismo. Solamente se puede perpetuar en el poder a través del dominio bruto de las armas tiránicas como lo está haciendo en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Pero el peligro del castrocomunismo persistirá mientras se permita la supervivencia de la cabeza continental del régimen que es Cuba. El cambio de tendencia en países importantes del continente, encabezados por Trump en Estados Unidos, y seguido en Brasil, Chile, Argentina, Perú, Colombia, etcétera, avizora lo que debería ser una arremetida final contra el comunismo en el continente. El ejemplo de cómo actuar nos lo da la “doctrina Betancourt”, ejercida por el estadista venezolano Rómulo Betancourt que aisló a los Castro y enfrentó férreamente la expansión comunista. Con el tiempo, esa política se debilitó y se llegó a voltear la dirección del trato del continente hacia Cuba, dirigido el ataque final de aceptación de la tiranía por la aceptación de la dictadura por Obama.

La escandalosa situación en la que un país pequeño, miserable económicamente y retrasado en todos los órdenes como Cuba, domina totalmente un país grande, rico y aventajado como Venezuela, hasta llevarlo a la inopia, debe ser desterrada definitivamente. Los progresos dados en este sentido en la heroica Venezuela permiten ser medianamente optimista. Pero el castrocomunismo es muy sagaz y ya está poniendo el ojo para parasitar a México. Mientras la tiranía comunista cubana persista siempre habrá el peligro de regímenes comunistas en el continente.

Es la hora de que América Latina, con el apoyo de Estados Unidos y Canadá, mate definitivamente este peligro; la culebra se mata por la cabeza, destronando la tiranía cubana se eliminarán las tiranías nicaragüense y venezolana, así como el peligro castrocomunista en el continente. Se debe, pues, detener ya a Cuba en sus intentos terroristas y tiránicos de dominar imperialmente al continente.


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