Nuestro destino fue secuestrado. El país sometido por un grado de irracionalidad que emana de un poder usurpador. Desde la tribuna principal de la asamblea nacional constituyente habla el presidente para tratar de volcarnos en su odio. En su discurso disparatado no existen planes para sacarnos del abismo, solo adjetivos descalificadores en sus párrafos de guerra. Tienen demasiado rencor en sus malvados corazones, que el resultado de sus acciones siempre será campo minado.

El perverso régimen venezolano se ha encargado de destruir todo aquello que significaba progreso. Su plan es devorarlo todo para desde las ruinas convertirnos al totalitarismo. Para tal fin nos necesita en la miseria, que nos arrastremos hasta sus centros de poder solicitando alguna dadiva que solvente la necesidad extrema; su plan ha venido funcionando mientras una parte de la nación cree que puede subsistir con aquel anhela liquidarlo.

Para estos sistemas el adversario es un enemigo que no merece espacio alguno. Y, al contrario de las sociedades libres, utiliza los mecanismos del terror y la mentira para perpetuarse en el poder. Desde el principio su dictadura mueve los hilos con la destreza del gran manipulador, juegan con el hambre de la gente puesta en una balanza; lo mismo aplica con las medicinas. Las mismas no llegan hasta los millones de ciudadanos que padecen por no tener sus medicamentos. Este crimen de lesa humanidad parece no importarles: la crisis motoriza su permanencia, aunque parezca contradictorio.

Esta situación crea desesperanza y casi la certeza en sectores de la población que sienten que esto será por siempre. Que vivimos una especie de maldición bíblica que nos arrastra hasta los infiernos y nos vomita en una realidad cruel.

En Venezuela el veneno de la corrupción entró en el alma de la nación. Pudiésemos decir que ha sido inoculado de manera magistral por sectores que les conviene el caos. Un infierno arrasador que entre llamaradas de miseria humana devasta un país envuelto en el abismo ocre del socialismo.

Las señales dictatoriales son tan profundas que los pueblos libres del mundo hacen llamados urgentes para salvar a la importante nación latinoamericana. Hemos caído en lo profundo mostrándole a todos que la desgracia nacional que originó Hugo Chávez aún puede seguir batiendo el récord del descenso en la ruina moral y económica. Si observáramos con lupa cada espacio encontraríamos tantos casos de podredumbre que conseguir algo incontaminado sería cuestión de suerte.

Si hablamos del ingreso al sistema educativo formal todo comienza por los nuevos pensa de estudios que dan preeminencia a la lealtad revolucionaria y no a la calidad académica. Estamos formando un relevo generacional que en muchos casos: no está apto para asumir el liderazgo futuro. El régimen invita y aplaude la mediocridad, el talento es perseguido y apartado para impedir que el debate de ideas termine por abrir los ojos. Solo promueven al fanatismo que los acompaña, no les importa su estatus intelectual, mientras menos capaz, más vulnerable a la manipulación. De allí a que estos seres terminen corrompiéndose solo existe un paso…

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