He tenido que leer otra vez a medias obligado un clásico de la literatura española. Y digo “a medias obligado” porque es una lectura obligatoria para los alumnos y parece convertirse en una obligación para el profesor cuando es un placer. Se trata de Don Juan Tenorio, la pieza dramática en la cual un apuesto seductor de mujeres, no teme a Dios ni a la muerte, rima sus frases y aventaja al resto de los mortales en el manejo de la espada.

A quienes seguimos empeñados en el soporte de lectura tradicional nos agrada el tacto de la textura y el olor del papel. El libro que tengo en las manos es una versión adaptada de la obra de José Zorrilla para adolescentes de la editorial Anaya del año 2011. Imagínese un libro de letra grande adornado con ilustraciones y notas aclaratorias cada dos páginas.

Casualidad o no, empecé el viaje literario hace un par de días y lo acabé el mismo día que escribo estas líneas y es precisamente hoy, 1° de noviembre. En la cultura moderna, muchos celebraron ayer por la noche el ritual del “trick or treat” (truco o trato) de Halloween. Hoy es el Día de Todos los Santos y de un tiempo a esta parte en España se ha ido incorporando una tradición en algunas ciudades españolas –entre ellas, también en Murcia– consistente en representar el Tenorio, la más conocida obra del dramaturgo español en la cual coexisten la vida terrenal y los indicios de una vida más allá de la vida.

Al terminar de leer la obra simplificada a cargo de Juan Manuel Infante Moraño, en la página 146 di con un apéndice que trataba del autor y su gusto por la literatura. Aprendí que la fama le había pasado la mano por el hombro mientras leía unos versos ante la tumba del romántico Mariano José de Larra. Quise saber más, conocer aquel homenaje y recuperar el grueso volumen de artículos periodísticos de Larra que desprecié siendo estudiante de bachillerato.


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